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Además del absurdo viaje a Bangkok ya referido, otro de los desplazamientos más exóticos del detective tuvo lugar durante los primeros días del año 1984. Carvalho buscaba indicios que le pudieran aportar datos sobre el asesinato de Encarnación Abellán ("La rosa de Alejandría"). El detective acabó en un escenario sorprendente, desconocido, inapropiado para un entorno tan poca cosa como era aquél, el nacimiento del río Mundo, en la provincia de Albacete. "Es como si el paisaje se hubiera inspirado en Calderón. Un río que se llama Mundo". Paradoja definitiva de un viaje a priori poco prometedor que acaba por revelar al detective escenarios sorprendentes: "Era imposible no escuchar el canto propicio del centro de la tierra enviando a la superficie sus aguas preferidas para formar un río que nadie sabía ni cómo ni por qué, pero se llamaba Mundo, había adquirido la responsabilidad de llamarse Mundo en un rincón de la sierra de Albacete". Viaje a Albacete que consolida la aseveración carvalhiana de que los paisajes más exóticos y más ricos son a menudo los más próximos.

El destino más habitual de Carvalho fuera de Barcelona durante su carrera como detective ha sido Madrid. Se desplazó por primera vez en octubre de 1980. El PCE le confió la investigación paralela de la muerte de su secretario general, Fernando Garrido, encargo muy mal digerido aún hoy por muchos de los máximos dirigentes comunistas de la época, que quisieron ver en la investigación de Carvalho una burla del destino y una irónica advertencia del veterano apóstata.

Años después, en los días previos al referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, en marzo de 1986, Carvalho investigó en Madrid el asesinato del realizador de Televisión Española Arturo Araquistain ("Asesinato en Prado del Rey y otras historias sórdidas"). En ese intervalo de seis años, el detective fue una más de las muchas víctimas del puente aéreo, y hasta Madrid siguió en viaje relámpago de ida y vuelta a un joven implicado en el caso del asesinato de Montse Gispert ("Jordi Anfruns, sociólogo sexual", en "Asesinato en Prado del Rey y otras historias sórdidas"). Por ahora, los dos últimos desplazamientos de Carvalho a Madrid tuvieron lugar en 1994 ("Roldán ni vivo ni muerto") y 1995 ("El premio"). El primero, un viaje a la capital de las cloacas del Estado con parada surrealista en Damasco; el segundo, desplazamiento con todas las comodidades posibles -nada que ver con aquel trayecto en tren a finales de los años 50- por cuenta del magnate Lázaro Conesal.

El Valle del Sangre en el Sur de España en 1985 ("El Balneario"); Santa Cruz de Tenerife y Lanzarote ("El barco fantasma") probablemente el mismo año; un pueblecito inexistente pero muy parecido a cualquier otro de Ciudad Real ("La Guerra Civil no ha terminado"); Marbella o Ceuta ("Buscando a Sherezade") han sido otros de los destinos profesionales de Carvalho a lo largo de sus 25 años como detective.

En la primavera de 1990 Carvalho se concedió un respiro a sí mismo y, dejándose llevar por la mala conciencia y el sentimentalismo, dio una alegría a Charo. La pareja se fue a París durante una semana como si la ciudad fuese el único lugar inocente en el que curar las heridas de veinte años de relación. Charo se lo volvió a agradecer en carta de despedida poco tiempo después ("El laberinto griego"). En su esquizofrenia, casi en el límite del mal gusto, Carvalho se instaló con Charo en el Lutétia, en el bulevar Raspail, en uno de los corazones de la "rive gauche". Los fantasmas de Gide, Rilke, Joyce, Cohen, Beckett, libros y más libros por quemar a su vuelta a Barcelona, los acompañaron durante buena parte de aquel viaje. Carvalho dejaba hablar a Charo y de vez en cuando la ilustraba sobre este o aquel rincón de la ciudad: la place de la Contrescarpe, la rue Poulletier, la rue des Francs Bourgeois, comentarios sin pretensiones de guía turístico que la muchacha acogía con entusiasmo. París, visita inevitable a la Tour d.Argent, ausencia injustificable a la meca de la cocina de Jo6l Robochon.

Un futuro anunciado

El futuro del detective está prácticamente anunciado. Montalbán no teme la competencia de nuevas agencias Pinkerton con más posibilidades y habitualmente avanza los próximos pasos de su personaje obligándose y obligándole a darlos aunque no quiera. Un encargo de un pariente le reclama desde hace tiempo en Buenos Aires. La búsqueda de un "desaparecido residual, voluntario", que probablemente servirá a Carvalho para intentar rehacer un mundo parecido al que se le ha hundido en Barcelona.

Y todavía en la frontera del nuevo milenio, un nuevo viaje a la búsqueda de sí mismo. La verdadera vuelta al mundo de Carvalho, programada como una lucha desesperada contra el tiempo que le agota. Un viaje que promete ser un mirar atrás, el balance de una vida. Carvalho, como Phileas Fogg en su legendaria marcha de ochenta días alrededor de la tierra, iniciará con Biscuter -y quizá con Charo- un recorrido que podría ser la historia de un definitivo regreso a su infancia. "La figura cíclica de un tiempo y de un espacio cerrados sobre sí mismos" también para Carvalho, siempre "de paso entre la infancia y la vejez de un destino personal e intransferible, de una vida que nadie viviría por él, ni más, ni menos, ni mejor ni peor".

Como Fogg, quizá el detective alcance la felicidad al final de su vuelta al mundo, aunque difícilmente se llame Aouda.

Diciembre de 1996.

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