1996 MARTINIS Y ACEITUNAS
A los cuatro meses de haber descubierto a Alicia, Víctor se felicitaba por haberla contratado. El secreto acuerdo entre ambos, no sólo satisfizo con creces su lujuria inmediata: Alicia le sirvió también como descanso y distracción eficaz de las veinte horas diarias de trabajo que se impusiera en esos días, para tratar de consolidar su viejo proyecto del turismo arqueológico.
A principios de setiembre, el Ministerio del Turismo aceptó su plan de crear una firma mixta para la prospección de galeones hundidos en aguas cubanas; y unos días después, su jefe Rieks Groote venció en un primer y muy encarnizado enfrentamiento, a su hermano Vincent, gran enemigo del proyecto.
Vincent había hecho una tenaz labor de zapa entre el resto de la familia Groote, para rechazar el "proyectyo King". Por su falta de visión, por repulsa a toda fantasía, o quizá por frustrar un nuevo éxito de su hermano menor, Vincent Groote bombardeó desde el principio la "loca idea" de asociar el turismo de su empresa con los galeones del Caribe. Lo calificó de aventura trasnochada, delirios de un improvisado y le auguró un sonado fracaso.
Pero desde hacía cinco años, en el seno de la familia Groote, los vientos soplaban a favor de Rieks. Contra la opinión del difunto padre y de su hermano Vincent, Rieks había logrado un rotundo éxito con su ramal de la firma que abriera en el Caribe. Y al favor de esos vientos, Rieks volvió a derrotar a Vincent en el primer round del Proyecto King; pero a poco de ello, entre Rieks y Víctor, surgió una inesperada crisis.
El 15 de setiembre, Víctor hizo llegar a la presidencia de la GROOTE INTERNATIONAL INC., un memorándum donde solicitaba comisiones del 3% sobre las utilidades netas derivadas del Proyecto King.
Rieks puso el grito en el cielo, dijo que su familia jamás aceptaría eso, que a Víctor se le había ido la mano, que se le había subido la ambición a la cabeza, que aquellas eran ínfulas desmedidas…
– Lo toman o lo dejan -le había respondido Víctor, tajante.
– ¡No seas ridículo, Vic…!
Hubo unos días de tozudez y ánimos caldeados, en que la totalidad del proyecto estuvo a punto de naufragar. Finalmente, Jan van Dongen, eminencia gris de la empresa, pidó a su jefe que le dejara organizar el estudio económico del proyecto. A él le parecía que las "ínfulas" de Víctor, no eran tan desmedidas.
De mala gana, Rieks lo autorizó a investigar el asunto, y al cabo de un mes en que coordinaara el trabajo de un grupo internacional de asesores, Van Dongen le presentó un informe favorable a Víctor, con dos variantes: o se le reconocía un 2%, con un sueldo mensual de 15 000 dólares, deducible de sus futuras comisiones; o se le asignaba una retribución fija de un millón y medio de dólares por año, durante el término de 10 años.
Consultado por Van Dongen, Víctor se mostró dispuesto a aceptar la segunda variante.
– Pero cuando Vincent sepa que le vamos a pagar tres millones cada dos años, va a escandalizarse -había objetado Rieks.
– Tienes que convencerlo de que pagando el 2% le va a salir mucho más caro -insistió Van Dongen, y le extendió un file-. Mira: aquí está el cálculo de los especialistas.
– Pero si en los primeros dos años no encontramos nada en el mar…
– Eso puede ocurrir, Rieks, pero lo que Vincent tiene que entender es que de este análisis y de los antecedentes históricos de la actividad, más la participación anual de miles de turistas que van a trabajar gratis, y esa es la genialidad de Víctor, se deriva que la firma va a ganar como mínimo, unos trescientos millones en 20 años. Reconocerle un millón y medio anual a Víctor, durante sólo diez años, no es ninguna locura. Hay que tener una visión moderna de los negocios, y Víctor es el alma del proyecto, y el único de nosotros que puede echarlo a andar…
Y mientras Van Dongen y Rieks Groote decidían el destino de Víctor, él pidió una breves vacaciones. Necesitaba un poco de amnesia, y dedicar unos días a la meditación y a las putas, su gran sedante.
Desde que Alicia comenzara a trabajar para Víctor y señora, ha ganado tres mil trescientos dólares mensuales, incluidos los diez diarios que le dan para gasolina. Todo ha sucedido sin traspiés. Según su propia cuenta, desde el inicio del convenio hasta mediados de octubre, ha efectuado cincuenta y seis shows con once hombres diferentes; casi todos escogidos por ella. En sólo tres ocasiones, con señas y fotos que le pasara Víctor, Alicia tuvo que seducir por encargo. Fueron también tres hombres muy atractivos. Motorizada, Alicia no pasó ningún trabajo para pescarlos.
Desde que ya no tiene que cazar clientes a punta de nalga y desparpajo; desde que recibe una excelente retribución por acostarse con individuos que le gustan, Alicia vive los mejores días de su vida. Vislumbra un futuro sin nubarrones. Y según Víctor le comentara, Elizabeth elogia el buen gusto de sus elecciones, la frecuencia con que alterna a los tipos, y su renovada fantasía en la acción. Puede afirmarse que el acuerdo rueda a plena satisfacción de ambas partes; y todo parece indicar que se prolongará por mucho tiempo.
Alicia ha cumplido su palabra de guardar absoluta discreción. Los hombres que introduce a la alcoba del show, saben desde el primer momento, que con ella las cosas no pasarán de una descarnada aventurilla. Instruida por el propio Víctor, y a sabiendas de que él oye desde el otro lado del espejo todas sus conversaciones, Alicia declara de entrada ser la amante de un extranjero rico, que vive con ella allí; y queda bien claro que aquella escaramuza sólo es posible mientras él esté de viaje.
En dos ocasiones, en que notara demasiado interés de los tipos por averiguar detalles, los cortó en seco:
– ¿Viniste a templar o a averiguarme la vida?
A un iluso (o bandido, quizá), que al tercer encuentro le declaró la profundidad de sus sentimientos hacia ella, lo enfrió sin piedad:
– ¡Ay, no comas mierda, chico! A mí me gustan los millonarios y tú no tienes donde caerte muerto.
Elizabeth (por una patológica timidez, según Víctor) nunca se ha dejado ver de Alicia; pero como testimonio de complacencia con su ars amandi, le regaló una vajilla de Sevres de noventa y seis piezas, con la que Margarita se arrebató de felicidad; y al volver de uno de sus viajes, le trajo una guitarra española de marca.
De hecho, Víctor vive en el apartamento que sirve de escenario a Alicia, y ella, en general, con su mamá. Y nadie en la compañía sabe que Alicia existe.
En los meses de julio y agosto, en que Elizabeth se marchara a Nueva York, Víctor requirió a Alicia varias veces para sí. Luego aquello se convirtió en norma, y cuando Elizabeth no estaba en Cuba, Alicia pasaba semanas enteras en la casa del estanque, con o sin Víctor.
Desde el inicio, la relación sexual había sido muy satisfactoria para ambos. La pasaban bien. Y aunque durante esos encuentros, no tenía que hacerle ningún show, Víctor le pagaba íntegramente sus mensualidades. Era derrochador, principesco. Así le gustaban a Alicia los hombres. Sin mezquindad, sin cálculo.
El descapotable que le asignaran para salir de cacería, puede utilizarlo a su arbitrio. Eso le ha permitido pasear un poco a su madre, frecuentar con ella Varadero, Viñales, la Marina Hemingway, cenar solas en algún restaurante bueno y alquilar una casa de playa en Guanabo, sin que el ir y venir se convierta en una tragedia.
Víctor se ha cuidado mucho de no mezclarla con el personal de la GROOTE INTERNATIONAL INC, y ha quedado clarísimo que a la casa del estanque, Alicia sólo puede llevar los hombres escogidos por sus empleadores, o efectuar sus propias elecciones, cuando ellos se lo pidan. De la casa del estanque, quedó terminantemente excluido cualquier otro amante o amistad personal de Alicia.
Recientemente, Alicia conoció a Fernando, otro argentino con el que se dio una encerrona de tres días en su casa de Miramar. En dos ocasiones, él llevó amigos e invitados que quedaron embelesados con la música y el charme de la hija, y con la culinaria de la madre.
Sí. Ya Alicia no necesita pedalear, ni romper el aire acondicionado, ni la nevera soviética, ni el reloj, ni hacer el show de los pintores gordos o flacos o enanos o viejos, ni fingirse estudiante; ni desnudarse en el sofá de su casa para apresurar, desde el primer encuentro, su amistad con el nuevo cliente. Ahora espera a que sus relaciones se den con un ritmo más calmo y decente. Y es verdad que ya no acepta invitaciones ni regalos. Ahora, es ella quien agasaja de su propio bolsillo. Sus hechiceros dardos, potenciados por el dinero y carro propios, hacen dianas fáciles, sin tanto esfuerzo. Y aquello de "nunca me ofendas con regalos", "la dignidad es lo único que nos queda", ha alcanzado una dramática eficacia. Al cabo de una semana con ella, los tipos dilapidan fortunas. El tal Fernando la colmó de regalos y prometió invitarla a conocer Buenos Aires.
Muy pocos días después, por razones casi idénticas, recibió una propuesta de matrimonio en firme y la oferta de irse a ocupar un lujoso piso madrileño en La Castellana.
Pero Alicia ya no tiene apuro. Puede darse el lujo de esperar. Con la estabilidad que le garantiza Víctor, y la nueva imagen de desinterés que emite, sabe que puede jugar la partida del corazón solitario y el amor sincero. Y ha decidido actuar con la máxima prudencia. De ningún modo se irá con el primer advenedizo, más o menos ricachón. Ahora, el que la saque de Cuba, será un auténtico millonario. Podrido en plata tiene que estar el gallo.
Al argentino y al español, les ha dado largas.
– Lo voy a pensar.
– Tu propuesta me honra y la agradezco en todo lo que vale; pero…
Tiene preparada una colección de peros, a cual más enardecedor para el cortejante. Cumplen la función de mantenerles viva la llama. Son su reserva estratégica, por si las moscas. Si regresan, ella los atender en su casa. Y lo hará con el esmero de una geisha. Pero está decidida, y su mamá la apoya, a esperar que pique un pez de los bien, bien gordos.
– Un señor Polanco pregunta por usted…
– -Gracias, Julia, dile que pase.
Van Dongen mira la hora. En efecto, lo había citado a la una, pero, inexplicablemente, se le había pasado el tiempo sin advertirlo.
El capitán Polanco, policía jubilado, era parte del equipo cubano que un una época coordinara la actividad de la POLICIA NACIONAL REVOLUCIONARIA con la central de INTERPOL en París. A su vez, autorizado por la policía cubana, realizaba algunas modestas investigaciones privadas, al servicio de empresas y ciudadanos extranjeros.