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Brida respondió que no; algunos eran invitados como él. No sabía exactamente quién debía participar; todo sería revelado en el momento adecuado.

Escogieron un rincón y Lorens dejó la mochila en el suelo. Allí dentro estaba el vestido de Brida y tres damajuanas de vino; Wicca había recomendado que cada persona, participante o invitada, trajese una. Antes de ir de casa, Lorens había preguntado por el tercer invitado. Brida le mencionó al Mago a quien acostumbraba visitar en las montañas y él no le dio la menor importancia.

– Imagina -oyó a una mujer comentando a su lado-. imagina si mis amigas supiesen que esta noche estoy en un verdadero Sabbat.

El Sabbat de las hechiceras. La fiesta que había sobrevivido a la sangre, a las hogueras, a la Edad de la Razón al olvido. Lorens procuró sentirse cómodo, diciéndose a sí mismo que allí existían muchas personas en su misma situación. Notó que varios troncos de leña seca estaban apilados en el centro del claro del bosque y sintió un escalofrío.

Wicca estaba en un rincón, conversando con un grupo. Al ver a Brida, fue en seguida a saludarla y a preguntarle si todo iba bien. Ella agradeció la gentileza y,le presentó a Lorens.

– Invité también a otra persona -dijo.

Wicca la miró, sorprendida. Pero inmediatamente mostró una amplia sonrisa. Brida tuvo la certeza de que sabía de quién se trataba.

– Me alegra -respondió-. La fiesta también es tuya.,Y hace tiempo que no veo a aquel viejo brujo. Quién sabe si ya habrá aprendido algo.

Fue llegando más gente, sin que Brida pudiese distinguir quién era invitado y quién era participante. Media hora después, cuando casi unas cien personas conversaban en voz baja en el claro, Wicca pidió silencio.

– Esto es una ceremonia -dijo-. Pero esta ceremonia es una fiesta. Por favor, ninguna fiesta comienza antes de que las personas llenen sus cálices.

Abrió su damajuana y llenó el vaso de alguien que estaba a su lado. En poco tiempo, las damajuanas circulaban y el tono de las voces aumentaba perceptiblemente. Brida no quería beber; aún estaba vivo en su memoria el recuerdo de un hombre, en un campo de trigo, mostrando para ella los templos secretos de la Tradición de la Luna. Además, el invitado que estaba esperando todavía no había llegado.

Lorens, en cambio, estaba mucho más relajado y comenzó a charlar con las personas cercanas.

– ¡Es una fiesta! -le dijo, riendo, a Brida. Había venido preparado para cosas de otro mundo y era apenas una fiesta. Mucho más divertida, en verdad, que las fiestas de científicos que estaba obligado a frecuentar.

A una cierta distancia de su grupo había un señor de barba blanca que reconoció como uno de los catedráticos de la Universidad. Permaneció algún tiempo sin saber qué hacer, pero el señor también lo reconoció y, desde donde estaba, levantó el vaso en brindis para él.

Lorens se sintió aliviado; ya no existía la caza a las brujas ni a sus simpatizantes.

– Parece un picnic -Brida oyó decir a alguien. Sí, parecía un picnic y aquello le irritaba. Esperaba algo más ritualista, más próximo a los Sabbats que habían inspirado a Goya, Saint-Saéns, Picasso… Tomó una damajuana que tenía a su lado y también empezó a beber.

Una fiesta. Cruzar el puente entre lo visible y lo invisible a través de una fiesta. A Brida le gustaría mucho ver cómo algo sagrado podía tener lugar en un ambiente tan profano.

La noche caía rápidamente y las personas bebían sin parar. Cuando la oscuridad amenazó con cubrir todo el lugar, algunos de los hombres presentes -sin ningún ritual específico- encendieron la fogata. En el pasado también era así; la hoguera, antes de representar un elemento mágico poderoso, era tan solo una luz. Una luz en torno a la cual las mujeres se reunían para hablar de sus hombres, de sus experiencias mágicas, de los encuentros con los súcubos e íncubos, los temibles demonios sexuales del Medievo. En el pasado, también era así, una fiesta, una inmensa fiesta popular, la celebración alegre de la primavera y de la esperanza, en una época en que ser alegre era desafiar la ley, porque nadie podía divertirse en un mundo hecho sólo para tentar a los débiles. Los señores de la tierra, encerrados en sus castillos sombríos, contemplaban las hogueras en los bosques y se sentían robados; aquellos campesinos querían conocer la felicidad, y quien conoce la felicidad ya no consigue convivir sin rebeldía con la tristeza. Los campesinos podían tener ganas de ser felices todo el año, y entonces todo el sistema político y religioso estaría amenazado.

Cuatro o cinco personas, ya medio embriagadas, comenzaron a bailar alrededor de la fogata, quién sabe si queriendo imitar la fiesta de las brujas. Entre los que estaban bailando, Brida reconoció a una Iniciada que había conocido cuando Wicca conmemoró el martirio de las hermanas. Aquello le molestó, imaginaba que las personas de la Tradición de la Luna tendrían un comportamiento más acorde con el lugar sagrado que estaban pisando Se acordó de la noche junto al Mago y de cómo la bebida había interferido la comunicación entre ambos durante el paseo astral.

– Mis amigos se morirán de envidia -oyó decir-. Nunca creerán que estuve aquí.

Aquello fue demasiado para ella. Necesitaba alejarse un poco, entender bien lo que estaba sucediendo y luchar contra el inmenso deseo de volver a su casa, de huir de allí antes de decepcionarse de todo lo que había creído durante casi un año. Buscó a Wicca con los ojos; se reía y divertía con los otros invitados. El número de personas alrededor de la hoguera aumentaba cada vez más, algunas aplaudían y cantaban, acompañadas por otras que golpeaban con ramas y llaves las damajuanas vacías.

– Tengo que dar una vuelta -le dijo a Lorens.

Él ya había formado un grupo a su alrededor y las personas estaban fascinadas con sus relatos sobre estrellas antiguas y milagros de la Física moderna. Mas paró inmediatamente de hablar.

– ¿Quieres que vaya contigo? -Prefiero ir sola.

Se alejó del grupo y caminó en dirección al bosque. Las voces se hacían cada vez más animadas y más altas, y todo aquello -los borrachos, los comentarios, las personas jugando a la brujería en torno de la fogata comenzó a mezclarse en su cabeza. Había esperado tanto tiempo esta noche y apenas era una fiesta. Una fiesta igual a las de las asociaciones de beneficencia, donde las personas cenan, se embriagan, cuentan chismes y después hacen discursos sobre la necesidad de ayudar a los indios del hemisferio Sur o a las focas del Polo Norte.

Empezó a caminar por el bosque, manteniendo siempre la fogata en su campo de visión. Subió por un camino que rodeaba la piedra y que le permitía ver la escena desde arriba. Pero, incluso vista desde lo alto, era desoladora: Wicca recorriendo los grupos para saber si todo estaba bien, las personas bailando alrededor de la hoguera, algunas parejas en sus primeros besos alcoholizados. Lorens estaba contando algo animado a dos hombres, tal vez hablando de cosas que encajarían muy bien en un encuentro de bar, pero no en una fiesta como aquella. Un retrasado llegaba a través del bosque, un extraño animado por el barullo, viniendo en busca de un poco de diversión.

El modo de caminar era familiar. El Mago.

Brida se asustó y empezó a correr por el camino de bajada. Quería encontrarlo antes de que llegase a la fiesta. Necesitaba que él la socorriese como había hecho antes tantas veces. Necesitaba entender el sentido de todo aquello.

'Wicca sabe organizar un Sabbat, pensó el Mago, a medida que se aproximaba. Podía ver y sentir la energía de las personas circulando libremente. En esta fase del ritual, el Sabbat se parecía a cualquier otra fiesta, era preciso conseguir que todos los invitados comulgasen en una única vibración. En el primer Sabbat de su vida, quedó desagradablemente impresionado con todo aquello; recordaba haber llamado a su Maestro a un rincón, para preguntarle qué estaba pasando.

– ¿Has estado en alguna fiesta? -le preguntó el Maestro, molesto porque le había interrumpido una animada conversación.

El Mago respondió que sí.

– ¿Y qué es lo que hace que una fiesta sea buena? -Cuando todos se están divirtiendo.

– Los hombres dan fiestas desde los tiempos en que habitaban en las cavernas -respondió el Maestro. Son los primeros rituales colectivos de que se tiene noticia y la Tradición del Sol se encargó de mantener eso vivo hasta hoy. Una buena fiesta limpia las nocivas influencias astrales de la gente que está participando; pero es difícil que suceda, bastan unas pocas personas para estropear la alegría común. Estas personas se juzgan más importantes que las otras, son difíciles de agradar, consideran que están allí perdiendo el tiempo porque no consiguieron comulgar con los otros. Y terminan sufriendo una misteriosa justicia: generalmente salen cargados con las larvas astrales expulsadas de las personas que supieron unirse a los otros.

"Recuerda que el primer camino directo hacia Dios era la oración. El segundo camino directo es la alegría." Habían pasado muchos años desde aquella conversación con su Maestro. El Mago ya había participado en muchos Sabbats desde entonces, y sabía que estaba ante una fiesta ritual, hábilmente organizada; el nivel de energía colectiva crecía a cada instante.

Buscó a Brida con los ojos; había mucha gente, no estaba acostumbrado a las multitudes. Sabía que tenía que participar de la energía colectiva, estaba dispuesto a ello, pero antes necesitaba acostumbrarse un poco. Ella podría ayudarlo. Se sentiría más cómodo en cuanto la encontrase.

Era un Mago. Conocía la visión del punto luminoso. Todo lo que necesitaba hacer era cambiar su estado de conciencia y el punto surgiría, en medio de todas aquellas personas. Había buscado durante años este punto de luz, ahora se encontraba apenas a algunas decenas de metros de él.

El Mago cambió su estado de conciencia. Volvió a mirar la fiesta, esta vez con la percepción alterada, y podía ver las auras de los más diversos colores, todas, no obstante, acercándose al color que debía predominar aquella noche. "Wicca es una gran Maestra, hace todo con mucha rapidez", reflexionó de nuevo. En breve todas las auras, las vibraciones de energía que todas las personas tienen alrededor de su cuerpo físico, estarían en la misma sintonía; y la segunda parte del ritual podría comenzar.

Movió sus ojos de izquierda a derecha y finalmente localizó el punto de luz. Decidió darle una sorpresa y se aproximó sin hacer ruido.

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