Ya estará dicho. Volverá a ser. Regresará.
En ese momento ella se entregará a la única compañía que la consolará de algo que comenzará a dibujar en sus sueños como «algo perdido».
Así le dirá su instinto. «Lo perdido» será una aldea antigua que para ella será siempre porvenir, nunca ya fue sino ya será porque en ella vivirá la felicidad que no perdió, sino que se volverá a hallar.
¿Cómo será eso que se perderá sólo para volverse a encontrar?
Es lo que ella sabrá mejor. Si no lo único, por lo menos será lo mejor que sabrá.
Habrá un centro en ese lugar. Alguien ocupará ese centro. Será una mujer como ella. Ella la verá y se verá a sí misma porque no tendrá otra manera de decir esas palabras terribles yo soy sino traduciéndolas velozmente a la imagen de la gran figura sentada sobre la tierra, cubierta de harapos y de metales, objetos que serán dignos de ser canjeados por carne y vasijas, por tropeles y varas «preciosas» para darles el valor reconocido de cambiarse por otras cosas de menor valor, añadirá, pero más necesarias para vivir.
No hará falta demasiado. La madre enviará a los hombres a buscar comida y ellos regresarán jadeando, rasguñados, cargando sobre las espaldas a los jabalíes y a los ciervos, pero a veces regresarán asustados, corriendo en cuatro patas, que será cuando el padre se incorpore y les demuestre así, sobre dos pies, olviden lo otro, lo otro ya no es, ahora seremos así, en dos patas, ésta es la ley, y ellos primero se levantarán pero cuando la madre vuelva a sentarse sobre el trono de sus anchas caderas, ellos se acercarán a ella, la abrazarán y la besarán, le acariciarán las manos y ella hará los signos con los dedos sobre las cabezas de sus hijos y les repetirá lo que dirá siempre, ésta es la ley, todos serán mis hijos, a todos los querré por igual, ninguno será mejor que otro, ésta será la ley y ellos llorarán y cantarán con alegría y besarán a la mujer recostada con un amor enorme y ella, la hija, se unirá también al gran acto de amor y la madre repetirá sin cesar, todos iguales, ésta será la ley, todo compartido, lo necesario para vivir contentos, el amor, la defensa, la amenaza, el coraje, el amor otra vez, siempre todos…
Entonces la madre le pedirá que cante y ella quisiera que llegara la protección que siempre necesitará, eso canta.
Canta que quisiera tener la compañía que siempre añorará.
Canta que quisiera evitar los peligros que encontrará en el camino.
Porque de ahora en adelante estará sola y no sabrá cómo defenderse.
Es que antes todos teníamos la misma voz y cantábamos sin necesidad de forzarnos.
Porque ella nos quería por igual a todos.
Ahora era llegado el tiempo de un solo jefe ordenando los castigos, los premios y las tareas. Ésta es la ley.
Ahora era llegado el tiempo de alejar a las mujeres y entregarlas a otros pueblos para evitar el horror de hermanos y hermanas fornicando juntos. Ésta es la ley.
Ahora éste era un tiempo nuevo en que el padre manda y designa su preferencia por el hijo mayor. Ésta es la ley.
Antes éramos iguales.
Las mismas voces.
Las extrañará.
Empezará a imitar lo que escucha en el mundo.
Para no estar sola.
Se dejará guiar por el tañido de una flauta.