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Pequeño cataloga de cielo profundo

No sueñes con otros mundos.

John Milton

De mí prefiero la parte
que me asoma de los ojos, ese
dulce trabajo mío de otear más allá
entre
la púrpura ligera de las bardas
que deshilan mi cuerpo, lazo a lazo,
de carcomas de luz.
Tanto mirar y he visto apenas
un espacio ancho
que le roba a la muerte
las riendas de los sueños
que se inventan el tiempo día a día
porque
cada minuto es un añico
de vida que el otoño
implora ante la primavera.

La hipótesis del zoo

Un recuerdo del mar
pone su humedad gris en las montañas,
esplendor de una vela
que dibuja en las cimas
el color de las nubes
sobre la piedra florecida.
¿Y si se ausenta el cielo
y deja solos a los astros?
¿Y si soy sólo un pececillo
que sueña que un día fue
una muchacha
triste?

Romance para una estrella

(de rock)

Diste a la mar monosílaba
azul turquí para el agua,
le diste verde al paisaje
y barniz a mis miradas.
A las estrellas lejanas,
alcoholetas de ginebra,
damas de puerto malayo,
les diste rock pa' las penas
de amor por profundidades
submarinas, marineras.
¡Las estrellitas enfermas
de altura, frío y cavernas
estelares!…, agujeros
como tus ojos en vela
que metiste en un sombrero
engolfándote en sus telas.

Cenit

Nada existe excepto átomos y espacio vacío.

Todo lo demás son opiniones.

Demócrito de Abdera

I

No es difícil construir un cielo,
siempre que se elijan los versos adecuados.
En el redil de los recuerdos
las bestias de la noche están atentas
al ritmo de mi llanto.
Los muros que sostienen
el cielo que soñamos
hoy son huesos plantados
al apuntar el día.
Ningún mal puede sobrevivir
a un invierno perpetuo.
La Tierra
vive cara a cara
de un cielo cubierto por sí mismo.
Lanza sus abrojos,
como pequeños amores
que pronto se consumen de deseo.

II

Encerrada entre espinas,
¿qué será de la rosa a medianoche?
Los mochuelos murmuran de desdicha,
ellos saben que a veces
estallan los secretos de la rosa
– su salvaje agonía y su blancura-
en el jardín de invierno
donde habita mi voz.
No se pierde la rosa en el parterre,
la tierra la amenaza
con sus piedras enormes,
le dice que la aurora es un desgarro
por el que el tiempo crece.
Yo me aparto del mundo y
así la miro abrirse entre tallos:
una tierna locura que dibuja
figuras en la luz.

III

Tan hermosa como la muerte
de un poeta que, al fin, se ha vuelto loco,
la tormenta de nieve
cae sobre nosotros:
un silencio del cielo
que nos conduce a casa.
Enramada en el blanco de la tierra,
yo me dormiré bajo los árboles
que rutilan de frío.
El valle se oscurece,
un anciano suspira,
con el paso cansado, hacia la aldea.
La tumba del amor
yace entre tempestades
bajo la tarde sin caminos,
y una alondra solloza,
está cautiva en medio del furor
del firmamento.
Hasta que llegue la mañana,
sentiré que todo es posible,
incluso la alegría
que el rocío arrastra por
las huertas, con cadenas de hielo.

IV

No saben detenerse los amantes,
hablarle al rostro mudo del futuro:
¿Qué hacemos aquí, oh tiempo que te marchas
igual que un dios
que olvida sus placeres terrenales?
Tiempo contado en gotas de ámbar.
El verano nos tenderá
sus alfombras de olvido.
íntima y tormentosa,
la noche sabrá todo de nosotros,
contará las estrellas una a una,
y en voz baja llorará tanta luz pura
a los pies de mi cama.
El brillo de los cielos
retará la mirada de la Tierra,
y alguna vez seré libre:
sin pasión, sin camino,
sin azules praderas que me esperen,
sin la arrogante leyenda del mar
irrumpiendo en mi casa.
Inconsolablemente libre,
viajaré por lugares
que apenas necesiten
del aire o el pensamiento
para saberse ciertos
como ojos de perro.
El océano, tranquilo,
acogerá la niebla
de un mundo impetuoso
que no nos pertenece.
Llegaré cuando el viento
aniquile al invierno con "su acero,
cuando el atardecer,
armado de cuchillos,
prometa acariciarme lentamente
mientras aúlla que
no pueden detenerse los amantes,
corazones que tiemblan
más deprisa que el agua.

V

Quizás muera mañana:
mi carne fugitiva
en la luz de tus labios.
Desnuda como el mundo,
haré mis pactos con la claridad y
tal vez todos mis sentidos de
amor se mueran,
sembrados por los campos eternos.
de un tiempo consumado.
Y, entonces, una luna de gorriones
jugará la partida,
y el cielo no sabrá
soñar de nuevo con sus pájaros.

VI

Y si todo muriese,
¿qué haré para saber que no amé en vano?
Arrancaré tu corazón, y luego
volveré a colocarlo
en tu pecho, de manera
que sus latidos se acompasen
a los míos, con dulzor.
Yo haré que la tarde persiga a la noche,
no me importa de dónde
haya venido toda la oscuridad,
ella conoce mi mal, mis palabras,
mi cuarto, mi memoria,
brasas que al sol resisten,
lenguas de jade que a las sombras
persiguen,
de promesa en promesa.
Jazmín aniquilado en sus amores,
mi gozo es tu materia,
y si todo muriese
crece libre en mitad
del azul de los cielos,
vete lejos, que yo
te miraré partir
en secreto silencio,
pues si todo muriese
habrá de ser más bello
en el último día.
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