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Lo que quiero explicar es que, si miro mis zapatos, que son de una época racional, veo lo vegetal, zapatos como raíces. Veo lo animal, zapatos como cuero, la materia de la que están hechos. Y también puedo vislumbrar adonde me llevan, los zapatos como objeto, y eso es racional. ¡Surrealista: veo que toda mi infancia está ahí dentro! Y en la época actual, los zapatos pueden ser rojos, pueden ser verdes, amarillos; puedo cambiarles el color, puedo cambiar la forma; hay diez millones de zapatos que puedo tener en los pies enseguida. Soy libre para salir de mi prisión mental.

Desde nuestra celda

Comienzo esta parte del curso con la palabra «prisión». Espero que esto sea una clave para vosotros. Para mí esta reflexión ha sido muy importante. Es la realidad en la que vivo. He aquí la historia: yo he nacido en un cuerpo limitado, me siento impotente. Todos tenemos cuatro elementos: el intelecto, lo emocional, lo sexual y lo corporal. Vivimos en las ideas, las emociones, los deseos y las necesidades. Estos cuatro elementos están representados en los mandalas tibetanos, indios, hindúes, en la carta del tarot El Mundo, etc. Es una división en cuatro partes, con el quinto elemento en el centro. Éste es el verdadero recorrido a través de toda la historia del arte de la humanidad. En cada una de estas cuatro partes tenemos como guardianes a los dragones. Cada torre está firmemente protegida. Recordemos la imagen de los leones que guardan la puerta de un templo, o las gárgolas de Notre-Dame. Tenemos en el interior de nosotros unos guardianes excelentes, que nos mantienen limitados y muy vigilados. Mi intelecto está cerrado con llave, guardado; mis emociones, encofradas; mi sexualidad y mis necesidades, custodiadas. Todo está protegido, y precisamente esos carceleros que nosotros hemos creado son los que nos impiden ser creativos. Por eso lo que estoy diciendo es un poco revolucionario, porque para ser creativos hay que vencer a los guardianes y tirar las puertas, aunque no se les vea e incluso aunque no se les identifique. Son como la bruja mala que había que vencer en los cuentos de hadas; son el ogro, el miedo… Son nuestros custodios. Hemos sido formados por la historia de la humanidad, por el desarrollo del planeta, por la sociedad, por el país, por la familia. Todo eso vive en nosotros. Nuestros vigilantes son prehistóricos. Poco a poco se han hecho fuertes, se han encastillado. Nosotros necesitamos atacar a esos guardianes, librarnos de ellos, el problema es que cuando se los ataca, nos sentimos amenazados, desprotegidos, asoma el miedo.

El último límite que hay que vencer para ser creativo es el de los excrementos. Somos un cuerpo que expulsa materia en descomposición. La orina, la saliva, el esperma, las menstruaciones… Estamos hablando sólo del cuerpo. Una persona que tiene profundos guardianes en sus excreciones no puede ser creativa. En la medicina ayurvédica hay una escuela que utiliza la orina con fines medicinales. En México encontré un sanador que curaba con toda clase de excrementos de animales, y según él cada excremento tenía una capacidad medicinal diferente.

En la creatividad psicomágica, a veces, cuando las personas están bloqueadas, les hago pintar un cuadro con sus excrementos. Ese bloqueo suele tener su origen en la infancia, en casos de familias muy exigentes con la limpieza y que prohibían a los niños ensuciarse o comer con los dedos. Les prohibían ser libres.

Sed creativos

Si alguien quiere ser creativo, debe tratar de practicar el siguiente ejercicio: uno se debe colocar sobre una superficie absorbente, beber un litro o dos de agua, y después debe tratar de orinar haciendo un dibujo y que el agua deje una traza. Sea como sea, debemos tener en cuenta que para ser creativo el niño sucio debe existir en nosotros. En la excreción no puede haber límites. Fui muy amigo de la pintora surrealista Leonora Carrington, que había sido compañera de Max Ernst. La conocí en México. Me contó que había sido también amante de Buñuel pero que, de repente, la abandonó. Entonces ella, el día que tenía la menstruación, puso sus manos en la sangre, y las imprimió por todo su apartamento. Fue su reacción creativa, un acto de psicomagia en el que se utiliza la menstruación como un elemento de transformación. Yo he dado muchos actos de psicomagia como ése. En la magia amorosa la sangre menstrual es muy utilizada. Las excreciones, en general, son usadas para toda clase de encantamientos. La magia muchas veces funciona a base de excreciones: las babas del sapo, de la serpiente, de las arañas… Todo lo que nos parece personal, como la excreción, es utilizado creativamente.

Si se quiere ser generador no se debe tener ningún límite sexual, como ocurrió con el primer gran pionero de esto, el marqués de Sade. Por eso el surrealismo le adoptó: porque imaginó todo tipo de relaciones sexuales. Al leer Los 120 días de Sodoma, Sade se revela como un científico que investigaba todas las posibilidades del sexo sin límites. Puede ir de la antropofagia al crimen sádico, al incesto, llegar a todo. Para poder despertar la creatividad, hay que tener una imaginación sexual libre de toda moral, libre de toda imagen religiosa. Hay que liberarse. Un artista tiene necesidad de imaginar las más grandes aberraciones. Tenemos necesidad de desarrollar en nuestra mente todas las posibilidades.

Cuando alguien tiene imaginación, pero está desequilibrado, puede asesinar a millones de judíos, como ocurrió con Hitler, o hacer que explote una bomba atómica. En ambos casos, se desarrolló el lado oscuro que habita en nosotros.

Uno de los más grandes guardianes que nos vigilan es el superego, que moldeado por nuestros padres, permanentemente nos dice: «Eso se hace, eso no se hace, eso está prohibido». Al superego hay que incorporarlo, dominarlo, pulverizarlo.

Un ser creativo tampoco tiene límites emocionales. Esto quiere decir que tenemos que ser conscientes de que uno puede matar, traicionar, ser goloso, vanidoso, avaro, colérico… Emocionalmente puedo y debo imaginar todo en mí. Puedo ser un santo, puedo ser quizá el mayor benefactor de la humanidad, y al mismo tiempo puedo ser un tipo que envenena las aguas para eliminar la vida. En mi imaginario emocional debo romper todos los límites, vencerlos.

Veamos ahora aspectos que se refieren a la creatividad y a lo mental. La primera cosa que debo vencer es el imperio de las palabras. Si estoy ahogado en las palabras no puedo ser creativo. Esto es lo que yo he hecho en mi interior: he visualizado todas las degeneraciones del mundo. Yo no soy un depravado, pero en el momento en que debo crear algo, tengo todos los elementos a mi disposición. Cuando veo a una persona, prescindo, como sabéis, de los límites. Por tanto, la persona puede decirme lo que le pasa: a mí no me va a sorprender. Una de las grandes barreras en la creatividad terapéutica es la sorpresa. Un terapeuta no puede sorprenderse, debe estar preparado para escucharlo todo, nada le sorprenderá jamás porque él lo ha imaginado todo. Ahora bien, la extrañeza maravillosa es algo muy distinto a la sorpresa.

Decía que las palabras son la primera barrera -la más esencial- en la que estamos presos. Y eso sucede porque, generalmente, en nuestra civilización se relaciona a la persona con todo lo que dice: «Yo soy lo que digo». Esta idea aún persiste, a pesar de que con el surrealismo, Freud, Lacan y otros, se rompió la idea de que se es lo que se dice. Y, sin embargo, pasamos todo el día contándonos cosas. La amistad «imbécil» es encontrarse para decir cosas, no para hacer cosas. Nos decimos cosas cacareando como en un gallinero. Nos educamos hablando, no haciendo cosas. Por eso el refrán «Del dicho al hecho hay mucho trecho». Nos pasamos la vida diciendo «Tú me has dicho eso», «Retira inmediatamente lo que has dicho». Es muy infantil, es el infantilismo de una educación verbal, donde sólo las palabras significan algo. Y la creatividad en este estado es nula. Un mundo donde solamente hay palabras es un universo donde no hay creatividad. Las palabras resultan histéricas cuando son tomadas como un lenguaje donde el objetivo son las mismas palabras. La creatividad se da fuera de las palabras. Cuando el poeta trabaja esencialmente con palabras, entonces éstas explotan. Son dispersadas, rotas.

Ejercicios de imaginación

Lo anterior ha sido una pequeña introducción más o menos teórica sobre la imaginación. Pero ¿qué hacer con todos estos materiales? ¿Estamos dispuestos a deshacernos de viejas ideas? Ésta es la base sobre la que hay que trabajar.

Lo primero que hay que hacer para ser creativos es lo siguiente: vivimos en un límite espacial. El intelecto está comprimido por la cabeza, y cuando se cierran los ojos, se está en la oscuridad. Cerrar los ojos es como estar en una prisión. Cada vez que cierro los ojos, entro en una mazmorra. Esta impresión del espacio viene del concepto de propiedad privada. La sociedad ha creado la propiedad privada, el derecho al espacio que me pertenece, pero no más. Estamos habituados a no ocupar demasiado espacio, a la estrechez. En la educación familiar nos asignan un sitio en la mesa. En la escuela tengo mi banco, no puedo salir de mi sitio. Nos han educado en él. «¿Quién eres tú para decirme eso?»: las personas que se expresan así lo hacen porque no tienen espacio. Consideran que no somos nada. Tenemos, pues, aparentemente, un espacio ridículo. No somos grandes. Cuando se comienza con estos ejercicios, no somos todavía grandes. Lo que tenemos que hacer es decirnos: «Esa negrura que veo es la negrura del universo, de forma que, cada vez que cierro los ojos, entro en el espacio cósmico». ¡Hay que partir de esta idea! ¡Hay que crearlo! Yo me sentía limitado mentalmente, y me dije: «¿Cómo puedo ser más inteligente o más perceptivo?». Entonces cerré los ojos y me imaginé una luz, y puse la luz lo más lejos posible en ese universo infinito que no podía alcanzar. Comencé por un universo rectangular. Es decir, me proyecté hacia delante. Avancé y avancé. Cada vez más lejos, perdido en el espacio. Después fui hacia la derecha, cada vez más, hasta el infinito. Y a la izquierda, cada vez más lejos, hasta no se sabe dónde. Y después hacia atrás, hacia la lejanía. Me sitúe en un universo que tenía un delante y un detrás, una derecha y una izquierda. Y después fui hacia arriba, cada vez más alto, lo más alto posible, y después hacia abajo, cada vez más bajo, hasta el profundo abismo. Eso quiere decir que el espacio hacia delante es infinito, hacia atrás es infinito, a la derecha es infinito, a la izquierda es infinito, hacia arriba es infinito y hacia abajo es infinito. Me gusta mucho el infinito, no le tengo miedo mentalmente. Y ahora se puede hacer este ejercicio: descruzad los pies, poneos derechos, os podéis guiar por una luz o simplemente pensar que vais hacia delante. Hay que hacerlo. Incluso si uno no se siente capaz de hacerlo, hay que tratar de conseguirlo. Vamos a cerrar los ojos y a comenzar de nuevo.

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