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Curso acelerado de creatividad

Introducción

Cuando hablo de creatividad me estoy refiriendo a un cambio total en nosotros mismos. Si nunca he querido reflexionar en voz alta sobre este asunto es porque lo que se va a escuchar es muy extraño. Sin creatividad, el mundo marcha muy mal. Estoy seguro de que la mayor parte de las enfermedades provienen de la falta de creatividad y de que los problemas sociales que tenemos en el mundo se deben a esta carencia. La creatividad mal comprendida provoca la guerra y los crímenes.

Para trabajar con la creatividad hay que ser críticos con uno mismo y con todo lo que representamos. Cuando miro a una persona, puedo ver en qué estado se encuentra su cuerpo. También puedo ver sus tensiones mentales, cómo su espíritu está replegado. En otros, percibo las dudas que tienen sobre sí mismos o bien oteo la educación recibida como una pesada costra, ya que los han educado desde la racionalidad. Otros bailan todo el tiempo con las cosas del pasado. Cuando miro, no lo hago con una mirada crítica sino con una mirada creativa. Si leo el tarot a alguien veo a la persona íntegramente, porque prescindo de mis límites para ello. Esto es sólo un ejemplo de creatividad.

Quiero explicar qué es la creatividad en su conjunto y por qué la creatividad es tan rara. La creatividad es tan extraña que con ella se puede llegar a ser Cristo, Buda, la Virgen o Atenea. La creatividad está relacionada con la religión y también con los mitos. A mí me ha salvado la vida. Por eso voy a introducir este curso contando cosas de mi pasado.

Os diré que nací en un barrio obrero, que mi padre tenía una tienda y era comerciante. Lo cuento en un libro que se llama La danza de la realidad. Vine a parar a un mundo muy limitado y pensé que la creatividad era la única llave que tenía. Lo cierto es que me gustaba estudiar, era un buen estudiante, pero me aburría un poco. Como mis tíos, a los que detestaba, eran universitarios, abandoné la universidad. Entonces me dije a mí mismo: «La única llave que puede salvar mi vida es la imaginación».

Pero ¿cómo se desarrolla la imaginación? En mi caso no resultó difícil. Yo había aprendido a leer a los 5 años y pasaba gran parte de mi tiempo entre libros: cuentos de hadas, historias de todo tipo… Desarrollé la imaginación a través de la lectura. El imaginario formado a través de los libros es siempre un imaginario intelectual, pues pasa por las palabras. Pero la imaginación es mucho más que eso. La creatividad desborda las palabras.

Uno de los grandes enemigos para crear es la moral. Hay que ser amoral para desarrollar la imaginación. La moral nos aprisiona el imaginario. Hay que ser valientes y prescindir de esa muleta.

Historia del imaginario

El ser humano, desde el punto de vista histórico, comenzó por vivir encerrado en lo que era, en sí mismo. Después se dio cuenta de que podía dejar entrar dentro de sí elementos que no estaban en él, sino fuera de su cuerpo. ¡Nos pusieron en la naturaleza, y resulta que la naturaleza somos nosotros! Al principio, sin embargo, el mundo nos resultaba ajeno.

Por ejemplo, supongamos que soy un salvaje: sé que el mundo no soy yo, pero me doy cuenta de que hay árboles, vegetación, flores, musgo… Por medio de la brujería, un día incorporo el árbol a mi persona. Creo un tótem vegetal. Estoy unido al árbol, al tótem. Cuando se planta un árbol, ese árbol soy yo; cuando se corta su tronco, yo muero. Cuando muero, depositan en mi boca semillas, y de ella crece otro árbol maravilloso. De mi cadáver surge un árbol, luego soy una semilla. Incorporando los árboles, comienzo a labrar la tierra, porque me identifico con las plantas. Lo que está en la base de mi imaginación es el mundo vegetal, y esto se ha transmitido hasta hoy puesto que los fitoterapeutas utilizan las plantas para curar. Hay que entrar en el espíritu de las plantas, pero a la inversa, abriendo una puerta para que el espíritu de las plantas penetre en mí. Hasta que el espíritu de las plantas no haya penetrado en mí, no seré creativo.

Allí donde se termina el espíritu de las plantas está el Om Mani Padme Hum, o el diamante en el loto. Aquí se concentra toda la religión tibetana. Del pantano sale un loto en el que crece Buda- Toda la religión egipcia o budista se asienta en la incorporación de una planta. Porque ésta se abre al sol, expande su perfume, se hace dios. Yo soy una planta que crece del lodo, que crece de mi inconsciente; crezco de la conciencia, del conocimiento, y de mí sale el Ser de Luz. Todo esto tiene un remoto origen. La planta que incorporé en mí ha abierto mis puertas. Hay un koan zen que dice: «Puerta abierta al norte, puerta abierta al sur, puerta abierta al este, puerta abierta al oeste»- Es la respuesta a lo que es el Buda. No se comprende lo que eso quiere decir, pero al menos se comprende que algo se abre. La persona que no está iniciada en la creatividad se dedica a buscar, pero le va a costar mucho abrirse. Para ser creativo, hay que soltarse. Y así se entra en el zen, porque la divisa esencial del zen es soltar amarras, liberarse.

Cuando la humanidad prosigue su avance, el hombre deja entrar al animal en él. Absorbe al animal: los insectos, las ranas, los tigres, los leones, los leopardos, las arañas… o sea, el tótem animal- Del tótem animal nacerán todos los dioses: Apolo es una rana, por ejemplo. En muchas culturas se lucen máscaras animales, de leopardos en México, de cocodrilos en África, e incluso el zodíaco está simbolizado por figuras de animal y aún hoy en día perdura la incorporación del tótem animal a nuestra vida cotidiana: utilizamos expresiones como «ser un rapaz» o «hacer la guerra como depredadores». Hemos incorporado al animal en nosotros.

Así es como al principio el ser humano produjo su creatividad. De cada cosa que incorpora, hace un dios. Con cada dimensión incorporada, crece nuestro ser. Después de incorporar al animal, el hombre se hace cazador; puede criar vacas, corderos… Si incorpora un tigre, puede cazar un tigre; si introduce un elefante, puede domar un elefante. De ahí procede el dios Ganesha en la India, con su cabeza de elefante. Para la cultura india la araña es Maya, la que teje el universo; y este universo es un sueño, un sueño tejido en forma de telaraña. En el tarot podemos ver que el arcano 8 es la Justicia, y la Justicia es una descendiente de la araña. Todo ocho desciende de la araña: las ocho patas, el símbolo de infinito y otras referencias.

Pero hay que ir más lejos. El hombre contempla los movimientos de la luna, los movimientos del sol; mirando las estrellas incorpora los ritmos del cosmos. De ahí nacen la ley, la realeza; toda la organización de la sociedad nace de la incorporación del ritmo cósmico. Por ejemplo, había un rey que en noches de luna llena hacía regalos a su pueblo y cuando la luna desaparecía era depuesto. Seguían la conducta de la luna. Se piensa por ciclos. La inclusión de los astros en la organización social persiste todavía. Somos regidos por un presidente, que simboliza el Sol, y por la mujer del presidente, que simboliza la Luna. El Papa es un símbolo solar; la Papisa es un símbolo lunar. La asimilación de los ritmos cósmicos es importante para nosotros. La iluminación se hace con referencia a esos ciclos. Se dice: «Voy a iluminarme, voy a convertirme en sol». Y brillamos como el sol. Es decir, que nuestro fin supremo es convertirnos en Sol (Amon-Ra), porque la luna refleja la luz del sol. Lo que significa que el yo tiene que ser como la luna, así de humilde, para reflejar en su totalidad la luz del sol. Cuando al sol se le dio una significación masculina, nuestra sociedad empezó a degenerar. En Alemania hay vestigios de una antigua civilización en la que la luna era masculina y el sol femenino. Son restos de una sociedad matriarcal en la que convertirse en sol significaba convertirse en mujer. Hoy significaría convertirse en hombre, inconscientemente hablando. Todo esto no quiere decir que debamos entender el sol como una representación papal o de otro tipo. En el fondo el sol es una especie de andrógino esencial.

Ya en el Siglo de las Luces, el hombre decide ser intelectual, puramente intelectual. Y la mecánica comienza a producir los aparatos: los motores a gas, los mecanismos o las máquinas que funcionan con energía manual, como los relojes. Y el hombre incorpora las máquinas. ¡Se imita la conducta de las máquinas! Ha llegado el pensamiento racional. Incluso aún hoy se tienen trazas de ese racionalismo del Siglo de las Luces. Cuando voy con un francés al cine, dice: «Pero eso no es lógico, no es posible». Si vamos a ver El resplandor, la película de Kubrick, cuando el protagonista se encierra y de pronto sale con un hacha, decimos: «Eso no es posible, no es lógico, ¿quién le ha abierto la puerta?». Como no nos parece posible, no parece aceptable. ¡Todo lo que no es lógico no nos vale! Esto que pongo como ejemplo trasluce la introducción de la máquina en nuestro imaginario, porque las máquinas son absoluta y totalmente lógicas. Tienen una finalidad muy clara, luego el hombre tiene que tener una finalidad nítida. El budismo, por el contrario, busca la iluminación sin finalidad. Estamos marcados por el racionalismo. Ser racional es bueno, pero ser solamente racional es una lepra, es una peste, una enfermedad. Cuando la sexualidad tomó el camino de la racionalidad a través de la religión, por ejemplo, se produjo una catástrofe. Se creó una moral racional que se ha extendido a toda la sociedad, y que es profundamente destructiva. Al incorporar la racionalidad al sexo se crea un problema, que nos ha conducido más tarde, precisamente, a romper la racionalidad.

Como reacción a esa enfermedad aparecieron Freud y los surrealistas. El surrealismo fue muy importante porque comenzamos a identificarnos con los sueños, recuperamos el reino de los sueños, en tanto que es una parte de nosotros. Antes, en Grecia, el sueño era de los dioses, no era para los humanos. Pero al incorporar el sueño, yo soy eso que sueño.

Todavía un paso más. Ahora, en el siglo XXI, tenemos ordenadores. Ello supone un cambio total de nuestra mentalidad, porque en diez años hemos asumido todos los sistemas de la informática. Ahora una casa se puede mirar desde todos los lados. Sabes, con tu imaginario, que puedes entrar por la ventana, visitar un apartamento y salir. Podemos mirar a una persona con la mente, ir por todas sus venas y todo su cuerpo para llegar al lugar elegido. Quiero decir que se comienza a tener una actitud de ordenador. Ésa es la mutación que estamos sufriendo en estos momentos. Procesamos los datos de manera diferente. ¿Qué vendrá después? Bueno, he hecho un breve recorrido histórico del imaginario.

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