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…Don Fulano tiene muchas tierras, así de labranza como huertas que el cabildo le ha dado y dizque él ha comprado de personas particulares. Son en mucha cantidad y las tiene usurpadas y tomadas con mal título y derecho, porque las personas de quienes las ha habido no se las podían vender porque las tales personas no tenían facultad pañi ello…
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– A todos se les ha olvidado que nosotros los tlayacanques seguimos siendo autoridad, quieran que no. Esta vara de tampincirán que yo tengo en la mano es la misma, si no me equivoco, que recibió Agustín Hernández, indio principal, por mandato del rey de España en 1583, cuando se le dio licencia de montar a caballo con silla, arnés y freno, ropa de gente de razón y permiso de ir a donde quisiera. Y fue hasta a México a pelear su derecho, porque lo que pasa ahora ha pasado siempre. Las autoridades de arriba nos dan la razón y las de abajo nos la quitan, ya ven ustedes, siempre han sido más bravos los tenajales que la cal…
…Tiene el demonio introducido otro error entre estas personas religiosas y clérigos, de notable perjuicio para sus conciencias y para los vasallos miserables de Vuestra Majestad, que es, en muriendo el indio, le llevan un testamento ordenado por iii fiscal, que contiene solamente lo que debe o le deben, y la hacienda que deja, que cuando mucho es un caballo o muía o dineros todo lo cual manda que se le digan de misas, sin mención de hijos ni mujer.
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"¡Hojarascas, le están pegando a dar!" Fue todo lo que dijo y se salió de su casa para jamás volver. Pudo haber matado al otro, que estaba indefenso, o matarla a ella o matarlos a los dos. Pero nomás agarró su arpa y se fue con la música a otra parte. Mejor dicho, siguió con su música por todas las calles del pueblo y toca por lo que le dan, un cinco, un diez, una copa, un plato de caldo, un taco de birria. Toca con mucho sentimiento, sentado en una silla, enredando y desenredando las canciones en las cuerdas del arpa.
– ¿Te sabes el Relicario?
– Hojas.
– ¿Y el Pajarillo?
– Hojarascas.
Nunca habla más. No pasa de "Hojas" y "Hojarascas". Cuando mucho, dice "Hojas, Petra". Y si se le suben las copas, mírenlo. Aplaude y se frota las manos como gritando en voz baja, ensimismado: "¡Hojarascas, le están pegando a dar!" Todas las gentes le dicen Hojarascas, y él contesta: "Hojas". Está medio ido.
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– Desde que yo tengo uso de razón, siempre hemos sido cinco los tlayacanques y cinco los tequilastros, que son nuestros segundos. Tal vez porque eran cinco, y siguen siendo cinco, las cofradías antiguas; la del Rosario, la de las Ánimas, la de la Soledad, la del Buen Pastor y la de Nuestro Amo… Cada tlayacanque tenía que ver desde el principio por una cosa distinta, y se ocupaba de iglesia, de autoridad civil, de comercio, de tránsito y de obras para el beneficio común. El que tenía que ver con la iglesia se llamaba Primera Vara, y así se sigue llamando. Ahora yo soy Primera Vara, para servir a ustedes. Cada vez que tenemos que hablar de lo de las tierras nos juntamos aquí en mi casa, que es la casa de ustedes muy a la orden. Ahora estamos vigilados, se los digo para que sepan dónde se andan metiendo. Sobre mí hay orden de aprehensión. Tengo que irme a México a como dé lugar, lo más pronto que pueda, antes de que me agarren, porque ya van tres amparos que se me vienen abajo, y mi segundo está ya esperándome en la cárcel…
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…es claro que los hacendados han llevado rivalidad contra todos los indígenas, por haber oído el decreto que dice que les pertenecen en absoluto dominio bienes que administraba el clero. Ahora venimos con el fin de saber lo que nuestro Gobierno dispone para aplacar nuestra desgraciada patria, y por lo mismo declaramos a Vuestra Excelencia nos dé un abogado para podernos defender en todos nuestros asuntos…
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El mayordomo es generalmente el más apto para tirar la primera raya, que se hace paralela a un lienzo, de alambre o de piedra. Esto facilita su rectitud. Una vez que la primera raya ha sido aprobada por la cuadrilla si es que ha quedado perfecta, mide el mayordomo tres varas con el otate y clava un palo con un paliacate en la punta para que le sirva de blanco. Y así sigue marcando y rayando. El espacio obtenido con la medida de tres varas se llama melga. Un segundo rayador, igualmente experto, parte la melga por la mitad, dejando dos espacios que se llaman cuarteles. En ellos entran otras dos yuntas, y con sus respectivos surcos cierran la melga. Una vez rayado todo el campo, la tierra queda lista para la siembra.
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– Les dije que la Revolución dejó parado el pleito. Quién se iba a acordar de los indios de Zapotlán en todo ese tiempo. Pero a nosotros no se nos olvida, y cada que podemos, sacamos los papeles, los antiguos y los nuevos que dicen siempre lo mismo: que tenemos razón y que somos dueños de la tierra… Déjenme que me acuerde… sí, fue un año de mucha seca. Desesperados ya de que no lloviera, sacamos al Santo Patrón sin permiso de las autoridades. Ya saben, nosotros siempre hemos sido muy creyentes… Un coronel que era Jefe de Plaza nos llamó la atención porque estaba prohibido sacar al Santo. Pero nos dio a entender que podíamos hacerlo si pagábamos una multa, cada que quisiéramos. Fuimos con el señor Cura para que nos aconsejara, y entonces a él se le ocurrió que a nombre de nosotros le reclamáramos al Gobierno la casa del curato. Se había quedado con ella desde en tiempo de los cristeros, y primero fue cuartel y luego oficina de los agraristas. Antiguamente, antes que de la iglesia esa casa del curato fue de nosotros. Y así nos fuimos a decirlo a México con los papeles en la mano, porque todas las casas y las capillas que teníamos, también nos las quitaron. Las vendió el municipio como si fueran suyas. Y un señor allá en México nos atendió muy bien. No nos devolvió el curato, pero viéndonos indios nos preguntó que si teníamos tierras. Le dijimos que no, que nos las habían quitado, y cómo y cuándo. Entonces él nos dijo: "Píquenle por allí". Y nos dijo que el gobierno estaba haciendo justicia. Dejamos lo del curato por la paz y resucitamos el pleito de 1909. Ya ven ustedes, la ocurrencia fue del señor Cura, pero yo creo que fue más bien de Señor San José.
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El señor don Cristóbal se nos ha introducido arbitrariamente de un año acá, y nosotros sin poderle impedir. Él, valiéndose de la Revolución, pidió al señor Juez que lo pusiera en posesión. Y visto él que no le impedimos nada, nos cerró la entrada de la laguna, y reconoció años de rentas de tierras de nuestras propiedades. Se valió del gobierno actual diciendo que nada nos debía, y nos hizo infelices sin tener de qué echar mano. Nos quitó las sementeras de este año y no nos deja ni sembrar.
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– Hoy que estuve en el juzgado para ver cómo va el asunto de mis tierras, me enteré de un pleito que allí se ventila y que el juez de letras ha tomado como una chanza. Sucede que un arriero que traía unos burros de vacío ha sido demandado por don Tonino a causa de daños en propiedad ajena. Estamos en mayo, y uno de estos serviciales anima-litos se echó bruscamente en pos de una hembra que se le fue corriendo, esquiva como todas. Y allí va el burro desbocado y loco tras ella. Corrieron como dos cuadras, y nada se les ocurrió mejor que meterse en la tienda. Durante la trifulca rompieron la olla del tepache y algunos otros enseres que don Tonino estima en dieciocho pesos. El arriero no los quiere pagar alegando que esos son "accidentes de la naturaleza…"
Ya con mi tierra acabada de rayar, se me presentan, como a todos los agricultores, dos posibilidades: sembrar en seco, o esperar a que llueva para que la tierra esté bien mojada. Si uno tiene fe en que pronto viene el temporal, vale la pena anticiparse y exponer la semilla al daño de cuervos, tililes y tuzas. Si se retrasa- el temporal, o no llega en firme, las milpas no nacen como se debe. Pero si en término de una semana cae una buena tormenta, se viene muy pronto y pareja la nacencia. Ni qué decir que yo voy a anticiparme. Creo que seré el primero que se arriesga. Ya me anda por ver brotar las milpas. Además, oí decir que cuando se siembra sobre mojado, la milpa también nace dispareja, porque la operación dura entre quince y veintidós días y cuando ya hay plantas listas para la escarda, otras apenas comienzan a nacer. Prefiero confiar en la Divina Providencia, y mientras llueve, le revolveré unas piedras al Credo. Voy a poner a todos los mozos a que espanten los cuervos y a que maten los tililes y tuzas con escopeta.
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– Es una lástima, pero da coraje ver aquí tanta gente tan devota y tan ignorante. Es para no creerse. Ayer fui a visitar un enfermo allá por Pueblo Nuevo, y como siempre, el cuarto estaba lleno de imágenes, de décimas y de vivas. Ya cuando iba a venirme, me llamó la atención una tarjeta postal con una cabeza greñuda. Pregunté quién era y me dijeron que un Divino Rostro. Me fijé más y ¿sabe usted lo que vi? La cabeza cortada del Chivo Encantado que estuvieron exhibiendo aquí, el gran bandido ¿se acuerda usted?, hace como veinte años, y que retrató el fotógrafo Guerrero…
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– Realmente, los designios de la Divina Providencia son a veces muy difíciles de entender. Le voy a dar un ejemplo. Como usted sabe, todos los indígenas de Zapotlán son muy creyentes, ya ve, todo lo que pueden y hasta lo que no, se lo gastan en hacer sus devociones. Pues precisamente por creyentes se quedaron sin tierras. El Rey de España mandó dividir todo esto en cinco comunidades indígenas, cada una con su tlayacanque, y los frailes las convirtieron en Cofradías, cada una con su santo y su capillita. Y a la hora que se vino la Reforma, en vez de que las capillas fueran de las tierras, resultó que las tierras eran cíe las capillas, y por lo tanto, del clero. Fueron puestas en venta, y ya sabe usted quiénes las compraron. Vaya, si no, a buscar los nombres en los archivos. Desde entonces data el verdadero pleito. Y como los Indios tenían después de todo razón, al estar dale y dale, se ordenó el famoso reparto de 1902, que fue el fraude más grande y vergonzoso que registra la historia de este pueblo. Y aquí tiene usted ahora a todos estos pobres indígenas, que siguen muy devotos, acusados de revolucionarios y con las manos vacías, levantadas en alto, pidiendo justicia…