Sólo unos cuantos herejes se quedaron de pie donde nadie los viera, pero al más empedernido de todos, don Faustino, el presidente municipal que se habla de tú con Señor San José, a la hora de la hora se le doblaron las corvas y se fue de bruces al suelo: "¡Que se abra la tierra y que me trague! ¡Yo cargo con todas las culpas de este pueblo de rajones!"
La tierra no se lo tragó, y esa noche las gentes de Zapotlán, las buenas y las malas, durmieron con la conciencia tranquila.
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Uno de por allí: "A nosotros se nos quedó la fama, pero los meros meros están aquí. Por eso Dios los castiga tanto. Síganle dando, síganle dando… más de veinte terremotos en lo que va de historia, y acuérdense, en 1912 el Volcán de Fuego por poco los tapa de azufre y de ceniza…"
Y otro ángel le siguió, diciendo: "Ha caído, ha caído Babilonia, aquella grande ciudad, porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación…"
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– ¿Y qué me dice usted de los otros?
– Los tú me entiendes…
– Los del yo no sabía.
– Así era desde chiquito.
– A mí me daban miedo las mujeres.
– ¡Ay Dios tú, a mí me dan asco! Fuchi.
– Cuando se te acabe el perfume, me tiras con el pomo…
– Los que se desgajaron como un cerro aparte el día de la maldición.
– El día del cataclismo, el día del terremoto original…
– ¡Ay el temblor! jAy el temblor!
– Pues mire usted, a mí me dan risa.
– A mí me dan lástima.
– A veces son muy buenas personas.
– Son buenos cocineros.
– Son buenas costureras.
– Son muy trabajadores.
– Deberían de caparlos.
– Ponerlos a todos a vender tamales en la plaza, con mandiles blancos manchados de mole.
– ¡Ay, sí, de mole! ¡Ay, sí, manchados de mole…!
– Mire, mejor vamos hablando de otra cosa. Vamos dejándolos en su mundito aparte, ahogándose como ratas, agarrándose desesperados a un pasaje de San Agustín… '
– ¡Imagínate tú qué compromiso! Tener que salvar mi alma en este cuerpo tan grandote…
– En este cuerpo de hombre tan feo y tan grandote.
– ¡Aquí en la cocina del infierno!
– Probando atole con el dedito…
– Probando atole con el dedote…
– ¡Atizando el hornillo! ¡Meneando las ollas del diablo Calabrote!
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– Pues mire, yo prefiero que sean así como Celso, maricas con ganas y de a deveras, como unos que vi en la frontera con la boca pintada y con la ceja sacada, y no como esos que parecen hombres y que andan por allí con la mirada perdida, mordiéndose los labios. No se les nota nada, si usted no se fija, pero la apariencia de sus rostros testifica contra ellos, como Sodoma publican su pecado. Se hacen señas unos a otros y se reconocen sin hablarse y quedan en verse quién sabe dónde.
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– ¿Las mánfulas? Ésas la mera verdad me divierten. Los que las han visto dicen que son muy ardientes y desesperadas. A mí me gustan tanto las mujeres que no les tomo a mal que se gusten unas a otras, se me hacen chistosas, y lo que es más, no lo creo. Son cuentos de la gente.
– Poco después del temblor yo iba para mi casa y me encontré con Juan Vites. Nunca me gusta verlo de cerca, ni cuando le doy limosna, ya ven cómo huele. Y además no tiene ninguna gracia. Pero se me atravesó en la banqueta como cerrándome el paso. Yo creo que también andaba asustado, pero a su modo. Traía una cara como siempre, risueña, y le brillaban mucho los ojos. Tuve que detenerme, saqué un centavo y se lo tendí con la punta de los dedos. Pero él no lo tomó, y sin dejar de mirarme y de reírse me dijo: "Vites cómo salió cierto?" Y esas palabras, que todos hemos oído tantas veces porque son las únicas que dice, me sonaron distinto, como si me las dijera un profeta o el mismo diablo. Tuve un mal presentimiento y me fui de prisa a mi casa. Por fortuna a nadie le había pasado nada, aparte del susto. Creo que a todas las gentes que se encontraron a Juan Vites el día del temblor les ha de haber pasado con él lo mismo que a mí.
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Parece mentira, pero es la pura verdad. Después de un día de terror y de una noche de angustia, estamos ahora en un ambiente de verbena. Desde la segunda noche a la intemperie, no han faltado quienes lleven guitarras y flautas. Y en vez de dormir llenos de temor de Dios, hay gentes que beben, cantan y bailan hasta las altas horas. Más de un padre de familia se ha retirado a su casa, resuelto a que se le caiga encima, antes que exponer a sus hijos al mal ejemplo que han dado en el jardín dos o tres parejas indecorosas. ¡Habráse visto!
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Por el rumbo del Panteón se cayeron algunas bardas viejas el día del temblor. Al pasar, alguien oyó bajo un montón de adobes unos lastimeros quejidos. Se puso a remover los escombros y halló el cadáver de un perro sarnoso, que ha sido en realidad la única víctima registrada del terremoto. Cosa curiosa, resultó que muchas otras gentes de por allí lo conocían, y le tenían cierto cariño porque estaba casi ciego y no se movía de su lugar, esperando la muerte al pie de la barda, donde había hecho un socavón, rascándose la sarna…
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– Estaba el Padre Jesuita en el, Santuario diciéndoles a las gentes después de la bendición que se fueran a dormir a sus casas tranquilamente, confiados en la Divina Providencia, y que ya no se quedaran frente al templo y a la intemperie, cuando a una beata que estaba dormitando se le cayó la llave de las manos. Una llave de esas así de grandes, que rebotó sobre el piso de mosaico con gran ruido. No lo pasan ustedes a creer, pero al Padre nomás le voló la sotana y se salió corriendo del templo. Todas las gentes se asustaron, porque el Padre había estado hablando del temor de Dios y del castigo que espera a los pecadores, pero no se movieron de su lugar. Luego volvió el Padre muy apenado.
– ¿Ya ven cómo son todos ustedes? Hasta a mí me pusieron nervioso…
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Las autoridades civiles y eclesiásticas han ciado órdenes terminantes para impedir que las gentes dizque asustadas sigan durmiendo en calles y plazas. Varias mujeres de mala nota han sido arrestadas porque ¡válganos Dios!, alegando que su calle es muy estrecha se han desparramado de noche por toda la población, cometiendo gravísimos atentados en contra de la moral.
Por su parte, nuestros dos periódicos semanarios han sacado ediciones extras en que dan noticias de los males sufridos en toda la comarca, con precisiones de casas derrumbadas, muertos y heridos. Aquí la protección de Señor San José ha sido evidente, pues sólo sufrimos daños materiales, que aunque graves a veces, son siempre remediables. La Parroquia es el edificio que más sufrió, pero las obras de reparación se llevan a cabo con gran prisa, y el gremio de albañiles ha dado prueba de su acendrada religiosidad, trabajando de manera entusiasta y desinteresada. Los materiales necesarios han sido proporcionados gratuitamente por los señores comerciantes y agricultores, así que el señor Cura no ha tenido que disponer, como en un principio se creyó, de los fondos que se están reuniendo para la Función. Cabe decir que la fe de Zapotlán, en lo que se refiere a las aportaciones en efectivo, es verdaderamente extraordinaria. Todos han llenado sus alcancías antes del plazo fijado para la primera serie, y han pedido las siguientes… Aunque en un principio se habló de muertos en la localidad, no hubo más que unos cuantos golpeados, que recibieron atención médica inmediata. Se han estado publicando también el texto de los Juramentos que nuestros antepasados hicieron en 1747 y en 1806, así como la carta del Padre Núñez, que es la descripción más impresionante del gran terremoto, a fin de edificar el ánimo de los vecinos y apartarlos dé todos esos lamentables desórdenes que se han venido observando después del castigo divino. Se habla de que este año debería hacerse una revalidación del Juramento. Pero la mera verdad, si seguimos así, no tenemos derecho a hablar con la misma voz de nuestros abuelos para repetir sus ejemplares palabras…
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En el pueblo de Zapotlán el Grande, en veinte y ocho días del mes de marzo de mil ochocientos seis; Ante mí Don Diego de Zarate, Subdelegado provisional de esta jurisdicción por el Muy Ilustre Señor Presidente, Gobernador e Intendente y Comandante General de este Reino de la Nueva Galicia etceetera… parecieron presentes: el Señor Doctor Don Alejo de la Cueva, Párroco actual de esta feligresía, sus vicarios… y los supernumerarios eclesiásticos… en consorcio de los vecinos… y los actuales alcaldes de la Reducción de este pueblo, por sí y en común con su escribano de República José Carrillo, quien suscribirá por ellos, en sus personas que doy fe conozco, dijeron: Que habiendo experimentado el día veinte y cinco del corriente el rigor de la Divina Justicia, con el formidable temblor de tierra que acaeció a las cuatro y media de la tarde de dicho día, en que perecieron casi dos mil almas bajo la total ruina del templo, con otros muchos que resultaron malheridos, estando las gentes congregadas oyendo la Santa Misión que actual hacen los Reverendos Padres de la Santa Cruz de Querétaro… a tiempo que predicaba o explicaba la doctrina el Reverendo Padre Núñez, que por prescripción divina libertó entre ruinas, destruidas todas las capillas o Templos, hasta el extremo de haber carecido dos días del espiritual consuelo del Santo Sacrificio de la Misa, que hoy se ha celebrado en una enramada en esta Plaza, donde se hallan rancheados, por destruidas o inhabitables todas las casas, haciendo conmemoración de igual acaecimiento que experimentaron sus ascendientes el día veinte y dos de octubre del año de mil setecientos cuarenta y nueve del vencido próximo siglo…