Después de un rato los campesinos se fueron a trabajar y olvidaron un gran trozo de queso.
“Qué bien que he esperado “pensó el cuervo y se lanzó a recoger el queso con el pico. “Qué listo soy”. Inmediatamente volvió a su rama y cuando estaba a punto de empezar a comer, una zorra salió del campo de centeno.
– ¡Qué olor más bueno! – dijo-. Se le hacía la boca agua con aquel olor que venía de la copa del árbol. Entonces vio al cuervo con su hermoso trozo de queso en el pico.
A la zorra le gustaba mucho el queso y era muy astuta. Así que le dijo:
– ¡Qué pájaro tan bonito eres, cuervo! ¡Con tus plumas tan brillantes y negras, tu pico tan afilado y tus ojos tan redondos!
Al cuervo le encantaron estos halagos. Con la cabeza muy erguida, se fue hinchando como un globo y comenzó a moverse por las ramas esperando recibir nuevos cumplidos. Y así fue. El cuervo escuchaba atentamente y disfrutaba de los lindos piropos que le decía el zorro.
– ¡Vaya! – Pensó – Nunca me habían dicho cosas tan bonitas ¡Qué zorra más simpática!
La zorra continuó con los halagos.
– Un pájaro tan bonito como tú debe tener una voz maravillosa – le dijo la zorra astutamente-. ¿Quieres cantar para mí? Me encantaría escuchar tu canto.
Al escuchar esto, el cuervo sacó pecho, abrió el pico y lanzó un fuerte graznido. El pedazo de queso se le cayó de la boca, y fue a parar a las fauces de la zorra, que estaba debajo esperando este momento.
– Gracias, querido – exclamó-. Ahora ya sabes cuál es el precio de la vanidad. Y sin parar de reír se zampó el queso.
Moraleja: esta fábula nos enseña que hay que tener cuidado con las personas que nos adulan y nos hacen demasiados halagos sin motivo, porque a lo mejor sólo pretenden engañarnos y conseguir algo de nosotros.
2. El burro flautista
Un día de primavera un burro estaba paseando por un prado, cuando de repente vio un objeto que brillaba entre la hierba.
– ¿Qué será? – Se preguntó – el burro- ¿Será un palo? ¿Será una serpiente?
El borrico se acercó dando brincos y con mucha curiosidad y descubrió que era una flauta.
– Seguro que la ha olvidado algún pastor – pensó el burro-¡Siempre he querido tener una flauta! ¡Qué suerte! Pero… ¿Cómo tocaré la flauta? Nunca he ido a clase de música. Bueno… seguro que no es tan difícil.
El borrico acercó su hocico a la flauta y sin querer dio un resoplido. Al entrar el aire en la flauta produjo un sonido por casualidad y aunque lo que sonó fue un ruido al burro le pareció un sonido dulce y melodioso.
– Oh-rebuzno el burro- ¡Qué bien sé tocar! Desde ahora nadie podrá decir que no le gusta el sonido asnal porque he demostrado que es musical. Y luego dicen que los asnos somos ignorantes.
El pobre burro no se dio cuenta de que la flauta había sonado por casualidad.
Moraleja: esta fábula nos enseña que todos, algunas veces, hacemos las cosas bien por causalidad, pero que lo importante es intentar aprender lo que deseamos trabajando con interés y pasión.
3. El tigre y el grillo
Había una vez un tigre que iba caminando por la selva, de repente escuchó un fuerte chillido, entonces miró alrededor para ver de dónde provenía ese ruido y descubrió un grillo que estaba enfadado porque el tigre había destruido su casa.
– ¿Por qué destruyes mi casa? Quiero que me construyas una casa nueva- dijo el grillo.
El tigre confiado en su tamaño y en su poder se burló del saltamontes.
– ¿Qué casa? Yo no veo nada. ¿Y si no quiero construirla, qué me vas a hacer, pequeño insecto? – añadió riéndose.
– No te burles de mí, era mi casa y vivía muy feliz en ella. Voy a hacerte mucho daño – dijo el grillito -
– ¿Tú a mí, animal insignificante? – gruñó el tigre.
Esa reacción molestó mucho al grillo y desafío al tigre a una pelea.
– ¿Qué te parece si luchamos los de tu especie contra los de la mía? Si gano la batalla me construyes mi casa – propuso el valiente grillo.
– Perfecto- respondió el tigre con aires de superioridad-, nos vemos mañana a las once de la mañana en la orilla del río.
– Ahí estaremos-dijo el grillo.
Cada animal llamó a sus amigos. El tigre agrupó a toda clase de animales feroces, como el león, el coyote y el jabalí, mientras que el grillo reunió avispas, abejas, mosquitos y abejorros para pelear a su lado.
Al día siguiente el tigre apareció con todo su ejército.
– Eres un pobre bicho, un fanfarrón. ¿Dónde está tu ejército que no lo veo? Yo sin embargo estoy rodeado de los animales más temidos de la tierra – chilló el tigre.
Entonces el grillo grito: ¡Adelante! Piquen a estos animales en los ojos y en las colas. De la nada salieron miles y miles de insectos que empezaron a atacar a las fieras. En un santiamén todo el ejército del tigre empezó a huir gritando de dolor.
El grillo feliz por su triunfo elogió a su ejército, tan pequeño pero tan valiente y numeroso.
El tigre se quedó sólo y triste, quejándose de las picaduras, con el orgullo herido, pensando cómo podían haberlo derrotado animales tan pequeños… y no tuvo más remedio que cumplir con su palabra y construirle una nueva casa al grillo.
Moraleja: esta fábula nos enseña que no hay que dejarse llevar por las apariencias. La victoria no siempre es para el más fuerte.
4. La abeja y la paloma
Era un día muy caluroso y una paloma se posó a descansar sobre la rama de un árbol donde tenía su colmena una abeja.
Por debajo del árbol pasaba un riachuelo donde bebían los animales. De repente la abeja se acercó a beber un poco de agua, tropezó y se cayó al riachuelo. La pobre abeja empezó a ser arrastrada por la corriente. La paloma pensó: “la abeja se va a ahogar”. Cuando la vio a punto de morir, voló hacia el riachuelo y agarró a la abeja suavemente con el pico y la salvó de morir ahogada.
La abeja le dijo:-Muchas gracias, amiga paloma. Siempre podrás contar conmigo y nunca voy a olvidar que me has salvado la vida.
Unos meses después, un cazador vio a la paloma: Apuntó con su escopeta a la paloma esperando el momento para disparar y cazarla.