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Seguía comportándose como un caballero, que el cielo se apiadara de él, pero un hombre podía aguantar hasta cierto punto. Ella lo estaba volviendo loco. Él no podía verle los ojos y por eso no sabía lo que ella quería; sin embargo, estaba totalmente seguro de lo que quería él. Le agarró la barbilla, esa barbilla firme y decidida y se la levantó suavemente para que lo mirara a los ojos. Los tenía muy abiertos y en ellos había incertidumbre y curiosidad, algo que normalmente veía en las mujeres que se acostaban con él. Pero también buscaba deseo en su mirada y sin duda lo vio.

Fijó la vista en sus labios al tiempo que la estrechaba contra su cuerpo lo suficiente como para besarla con suavidad, con placer y erotismo. Pero eso no era suficiente; él quería más. Y se lo pidió mordiéndole suavemente el labio inferior; y cuando ella abrió la boca estuvo a punto de descontrolarse totalmente. Aquella boca suave y sensual, aquel sabor y aquella textura no eran suficientes para él. Deseaba más de ella. Pero se apartó de Hallie con un gemido de mala gana, puesto que quería saber si verdaderamente ella podría darle más.

—Quiero estar dentro de ti, Hallie. Muy dentro —murmuró con sensualidad—. ¿Es eso lo que quieres?

—No estoy segura. Creo que sí —susurró ella.

Nick gimió de deseo.

—Me parece que ese «creo que sí» no es suficiente —murmuró, incluso mientras sus manos le rodeaban la cintura para estrechar su cuerpo contra él—. Tienes que decir que sí.

Nick se estremeció al sentir la caricia de sus piernas sobre las suyas y sus senos pegados a su pecho.

—Sí —dijo Hallie.

¡Dios! Qué dulzura la de aquella mujer cuando deslizó las manos sobre sus hombros al tiempo que rodaba con él al centro de la cama, deseando tenerlo encima, besándolo con murmullos incoherentes que encendían su deseo. Que preciosa y desenfrenada su manera de levantar los brazos por encima de la cabeza, cuando lo ayudó a quitarle la parte de arriba del pijama, para seguidamente echarle los brazos al cuello y besarlo ardientemente. Sintió sus estremecimientos, sintió que se arqueaba y esa urgencia encendió todavía más su deseo.

Quería asegurarse de que estaba preparada para él, siempre lo hacía cuando estaba con una mujer. Aunque con Hallie lo que quería y lo que necesitaba eran dos cosas totalmente distintas. Quería darle placer, pero necesitaba estar dentro de ella, enterrado en ella hasta el fondo ¡Maldición, lo volvía loco! Él le quitó los pantalones cortos de seda con urgencia y rapidez y después se quitó los suyos y su necesidad por ella lo arañaba al tiempo que le separaba las piernas y se colocaba entre sus muslos. Encontró su abertura con la punta de su miembro y notó que estaba mojada, caliente y apretada.

Entonces ella se quedó inmóvil.

¡No! Su protesta silenciosa nació de lo más profundo de su ser, de un lugar primitivo y recóndito. No permitiría que ella parara. No podía. De modo que rodó con ella hasta que estuvo encima de él, sentada sobre su cuerpo. Era lo mejor que podía hacer.

—Podemos ir despacio —dijo él, sabiendo antes de hablar que su tono de voz sería tenso.

Ella se incorporó y se sentó; tenía la cara sonrosada y respiraba con agitación.

—No creo que sea capaz de hacer esto.

—Muy despacio—dijo él.

Y se afanó en demostrar que podría hacerlo.

Le agarró las caderas con suavidad y se las colocó para que ella se deslizara hacia él y lo abrazara con su sexo. Él se balanceaba adelante y atrás despacio, observando, siempre observando, para ver que lo que estaba haciéndole le gustaba. Y ciertamente ella era fácil de convencer.

—Nick yo Ah

Él le lamió un pezón y deslizó la lengua sobre la carne hasta que se puso duro. Pensó que era fácil de complacer mientras la arañaba suavemente con sus dientes y la consolaba con la lengua antes de meterse el pezón más en la boca y lamérselo con más fuerza. Eso sí que le gustaba. Y así lo hizo mientras le bajaba las manos por la espalda. Ella le retiró el pecho de la boca para devorarle los labios; y cada pequeño mordisco, cada avance de esa boca de miel lo hundía más en el abismo del placer.

—Ayúdame un poco —dijo Nick—. Estoy seguro de que puedo ir más despacio; sólo tienes que dejar de besarme así.

—¡Oh, Dios mío!—dijo ella.

Él le mordisqueó suavemente la mandíbula, la esbelta curva del cuello y el hombro; y en cada sitio que le tocaba ella respondía con un estremecimiento, con un ronroneo. Él se sentía aturdido sólo de sentir su cuerpo, muerto de ganas de poseerla. Deslizó los dedos entre sus piernas, sintió el lugar suave y húmedo al separar los pliegues para dejar al descubierto la pequeña yema de placer y se colocaba mejor contra ella. Contra ella, pero no dentro de ella, siempre balanceándose, intensificando la dulce sensación de piel sobre piel, hasta que ella respiró con agitación y en sus ojos brillaba una mirada de deseo. Le clavaba los dedos en los hombros, su sexo estaba mojado e hinchado, apretando su miembro duro al tiempo que sus movimientos se volvían más frenéticos. Él aspiró hondo cuando sintió las manos de Hallie acariciándole el pecho hasta ponerle los pezones duros, muerta de ganas pero controlándose totalmente mientras las manos continuaban bajando. Entonces se colocó un poco más abajo y lo guió para que la penetrara, poco a poco.

Fue entonces cuando lo sintió, una barrera en su camino.

¡No! Era imposible. No podía ser lo que de pronto se le fue a la cabeza. Tenía los ojos entrecerrados y el ceño fruncido mientras se centraba con intención en la tarea que tenían entre manos. ¡Oh, no, por favor, no!

—No eres virgen, ¿verdad? —le preguntó él con una inminente sensación de fatalidad.

—¿Acaso importa? —dijo ella.

¿Pero a qué se refería con que si importaba o no?

—¡Por supuesto que importa! —gimió él—. ¡Oh, Dios! ¡Eres virgen!

—Bueno, técnicamente sí —reconoció ella—. Pero no soy tan inexperta. He tenido relaciones sexuales antes.

—Ni se te ocurra hablar de política ahora —le soltó él mientras apartaba las manos de su cuerpo y las apoyaba sobre la cama, tratando de controlarse—. ¡Tú! ¡Virgen! ¿Y ahora qué?

Ella entrecerró los ojos, alzó la barbilla. Le encantaba esa mirada. A su cuerpo le encantaba esa mirada. Su cuerpo, pensaba Nick con alarma, casi había rebasado el punto de regreso.

—Quítate —dijo él.

—Estás de broma, ¿verdad?

Se mordió el labio inferior, apretó con fuerza y de repente, él estaba dentro de ella. Le lloraron los ojos un poco y pareció quedarse sin respiración durante unos segundos.

¡Oh, Dios! Estaba a punto de descontrolarse. Ella estaba tan caliente, tan mojada y apretada

—¡No te preocupes! —murmuró él—. Esto podemos arreglarlo.

¿Y cómo demonios iban a arreglarlo?

Hallie se echó a reír.

—No te rías —le ordenó él—. No te muevas.

Si ella se movía, él pasaría a la historia.

Ella se movió y lo mismo hizo él, que rodó con ella hasta colocarla de espaldas y empezó a moverse dentro de ella, pero con movimientos restringidos para tratar de ser con ella lo más delicado posible.

Ella lo miró entonces con los ojos oscuros y somnolientos y sonrió; Nick sintió que se fundía con él, sintió su cuerpo que se dilataba para acostumbrarse a su miembro.

—¿Estás bien? —le preguntó.

—Sí, completamente bien.

Y al momento ella le hundió las manos entre los cabellos y tiró de él para que la besara en la boca, consiguiendo que perdiera el control inmediatamente. Trató de ser delicado con ella, pero no estuvo seguro de conseguirlo mientras cabalgaba sobre su cuerpo para satisfacer su deseo por ella, su fascinación por ella. A su alrededor flotaba el olor del sexo y el calor del sudor de sus cuerpos. Su necesidad por ella era salvaje, su satisfacción turbadora cuando ella se entregó a él y fue hacía él, temblando a su alrededor con un gemido suave y sexy que parecía reverberar en sus sentidos.

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