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- Muy bien -asiento, muy seria.

- ¿Cómo va tu empresa? De verdad.

Ay, Dios. De los millones de preguntas que podría haberme hecho, tenía que ser precisamente ésta.

- Bueno, en fin. Va.. . bien. -Me sale un gallo-. Todo bien. Tenemos algunos clientes importantes, hemos hecho hace poco una operación con Macrosant, Natalie ya ha vuelto.. .

- ¿Cómo que ha vuelto? ¿Es que ha estado fuera?

Mentirles a tus padres es muy sencillo, pero tienes que acordarte de qué mentiras les has contado.

- Sólo unos días. -Me esfuerzo por sonreír-. Nada importante.

- Pero ¿tú crees que tomaste la decisión acertada? -Da la impresión de que le preocupa de verdad-. ¿Te lo pasas bien?

- Sí -murmuro-. Me lo paso bien.

- ¿Te parece que la empresa tiene futuro?

- Sí. Un gran futuro. -Miro fijamente la mesa. Además, mentirles a tus padres tiene esta pega: que a veces desearías no haberlo hecho. A veces te entran ganas de deshacerte en lágrimas y gritar: «¡Papá, me ha salido todo fatal! ¿Qué voy a hacer?»-. Bueno, ¿de qué querías hablarme? -le digo, para cambiar de tema.

- No importa. -Me dedica una mirada cariñosa-. Ya has respondido a mi pregunta. Tu empresa va bien y tú estás satisfecha. Es lo que quería saber.

- ¿Qué quieres decir?

Él sonríe y menea la cabeza.

- Ha salido una oportunidad que quería comentar contigo. Pero no quiero perjudicar tu empresa ni poner palos en las ruedas. Estás haciendo lo que te apetece y te va bien así. No necesitas una oferta de trabajo.

¿Una oferta?

Se me acelera el corazón.

- ¿Por qué no me lo cuentas? -Procuro parecer despreocupada-. Por si acaso.

- Cariño. -Se ríe-. Conmigo no tienes que quedar bien.

- No es eso. Quiero saber de qué se trata.

- Lara, yo me siento orgulloso de lo que has conseguido -dice con ternura-. Y esto implicaría dejarlo todo. No vale la pena.

- ¡Quién sabe! ¡Cuéntame! -Sueno demasiado desesperada. Intento frenarme y simular un moderado interés-. Quiero decir, tampoco se pierde nada por comentarlo.

- Quizá tengas razón. -Bebe un sorbo de café y me mira a los ojos-. Bill me llamó ayer. Toda una sorpresa.

- ¿El tío Bill? -Me quedo de piedra.

- Dijo que habías ido a verlo hace poco a su casa.

- Ah. -Carraspeo-. Sí, me pasé un momento para charlar. Iba a contártelo.. .

- Bueno, pues se quedó impresionado. A ver si recuerdo ahora cómo te describió.. . -dice con esa sonrisa torcida que le sale cuando algo le divierte-. ¡Ah, sí! «Tenaz», dijo. En fin, el resultado es.. . esto.

Saca un sobre del bolsillo y lo desliza por encima de la mesa. Lo abro, intrigada. Contiene una carta con el membrete de Lingtons. Me ofrecen un puesto de jornada completa en el departamento de recursos humanos. Con un sueldo de seis cifras.

Me mareo levemente y levanto la vista. Papá tiene una expresión resplandeciente. A pesar de su actitud sosegada, es evidente que está contentísimo.

- Bill me leyó por teléfono la propuesta antes de mandármela con un mensajero. Impresiona, ¿verdad?

- No lo entiendo. -Me froto la frente, confusa-. ¿Por qué te envió a ti la carta? ¿Por qué no a mí directamente?

- Pensó que sería un detalle bonito.

- Ya.

- ¡Sonríe, cariño! -Se echa a reír-. Tanto si lo aceptas como si no, es todo un cumplido.

- Ya -repito, pero no logro sonreír. Hay algo que no me gusta.

- Es un reconocimiento excepcional. Al fin y al cabo, Bill no nos debe nada. Lo ha hecho sólo porque valora tu talento y tu buen corazón.

Vale, eso es lo que no me gusta: que papá se lo haya tragado. No creo que tío Bill valore mi talento ni mi buen corazón.

Miro otra vez la cifra, negro sobre blanco. Las sospechas me asaltan como un ejército de arañas.

Quiere sobornarme.

Bueno, quizá eso sea exagerar. Pero está tratando de congraciarse conmigo. Desde que le hablé del collar de Sadie he conseguido sacarlo de quicio. Lo detecté en sus ojos: una conmoción. Una alarma total.

Y ahora, sin más, me hace un ofertón.

- Pero no quiero que te dejes influir -prosigue papá-. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti, Lara, y si quieres continuar con tu empresa, te apoyaremos al cien por cien. La elección está en tus manos. No te sientas presionada en ningún sentido.

Dice todo lo que debe decir, pero la esperanza destella en sus ojos, aunque trate de ocultarlo. Le encantaría que tuviera un puesto estable en una gran multinacional. Y no en una cualquiera, sino en la de la familia.

Y el tío Bill lo sabe. ¿Por qué, si no, habría enviado la carta a través de papá? Pretende manipularnos a los dos.

- Creo que Bill se sentía mal por haberte rechazado en el funeral -me dice-. Le ha impresionado tu persistencia. ¡Y a mí también! No tenía ni idea de que pensabas ir a pedírselo otra vez.

- Pero ¡yo no le hablé de trabajo! Fui a preguntarle por.. . -Me detengo. No puedo hablar del collar. Ni de Sadie. No puedo.

- A decir verdad -añade, bajando la voz e inclinándose sobre la mesa-, creo que Bill tiene problemas con Diamanté. Se arrepiente de haberla criado con tantos lujos. Tuvimos una charla bastante sincera, ¿y sabes qué me dijo? -Su rostro rebosa satisfacción-. Que ve en ti al tipo de joven emprendedora que debería servir de modelo para Diamanté.

«¡Eso no lo piensa ni loco! -me gustaría gritar-. ¡No tienes ni idea de lo que pasa! ¡Sólo quiere que deje de buscar el collar!»

Me cubro la cara con las manos. ¡Es una historia tan disparatada! ¡Suena tan increíble! Y ahora, tras el collar, también ha desaparecido Sadie, y ya no sé qué pensar ni qué hacer.

- ¡Lara! -exclama papá-. ¡Cariño! ¿Estás bien?

- Perfectamente. -Alzo la cabeza-. Perdona. Es que todo esto resulta un poco abrumador.

- La culpa es mía -dice, ya sin sonreír-. Te he desconcertado. No debería habértelo dicho. Tu empresa va tan bien.. .

Oh, Dios. No puedo continuar con esta farsa.

- Papá -lo interrumpo-, la empresa no va bien.

- ¿Cómo?

- Nada bien. Te he mentido. No quería contártelo. -Estrujo la bolsita de azúcar sin mirarlo-. La verdad es que.. . es un desastre. Natalie me dejó en la estacada, tuvimos una bronca tremenda y decidí abandonarla. Y además.. . he roto otra vez con Josh. Definitivamente. -Trago saliva y me obligo a decirlo-: Me he dado cuenta de lo equivocada que estaba. Él no me quería. Sólo que yo deseaba desesperadamente que me quisiera.

- Ya veo. -Suena consternado-. Cielos. -Hace una pausa mientras lo asimila todo-. Bueno.. . tal vez esta oferta llegue en el momento oportuno -comenta por fin.

- Quizá -musito, todavía mirando la mesa.

- ¿Qué problema hay? -pregunta suavemente-. Cariño, ¿por qué te resistes tanto? Tú querías trabajar para Bill.

- Ya. Pero.. . es complicado.

- Lara, ¿puedo darte un consejo? -Espera hasta que levanto la vista-. No seas tan dura contigo misma. Relájate. Tal vez no sea tan complicado como crees.

Contemplo su rostro sincero, sus ojos bondadosos. Si le dijera la verdad, no me creería. Pensaría que soy una paranoica delirante o que estoy tomando drogas. O ambas cosas.

- ¿El tío Bill dijo algo de un collar? -le pregunto sin poder contenerme.

- ¿Un collar? -Me mira perplejo-. No. ¿Qué collar?

- Hummm.. . No es nada. -Suspiro y bebo un sorbo de lingtonccino.

Él me mira fijamente. Sonríe, pero está preocupado.

- Cariño, esto es una gran oportunidad. -Señala la carta-. Una ocasión para encarrilar otra vez tu vida. Quizá deberías aceptar sin más. No lo pienses demasiado. No busques problemas que no existen. Aprovecha la ocasión.

No lo comprende. ¿Cómo iba a comprenderlo? Sadie no es un problema inexistente. Existe, es real. Es una persona, es mi amiga y me necesita.. .

«¿Y dónde está? -dice súbitamente una voz en mi cabeza-. Si de verdad existe, ¿dónde está?»

Doy un respingo. ¿De dónde sale esa voz? No puedo estar dudando ahora.. . No puedo estar pensando que.. .

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