- Deja en paz a Ed -le espeto-. Él no quiere cambiar de trabajo. En serio. Se negará a hablar contigo y.. .
- Ya ha hablado conmigo. -Se arrellana en su silla con la satisfacción pintada en la cara.
- Pero ¿cómo.. . ?
- Lo he llamado esta mañana. Ésa es la diferencia entre nosotras. Yo no pierdo el tiempo, voy al grano.
- Pero si no atiende llamadas de ningún cazatalentos -musito, perpleja-. ¿Cómo has.. . ?
- Ah, no le he dicho mi nombre -me suelta con picardía-. Sólo que era una amiga tuya y que me habías pedido que lo llamara. Hemos mantenido una pequeña charla. Él no parecía saber nada de Josh, pero me he encargado de ponerlo al día. -Alza las cejas-. Interesante. ¿Le ocultabas que tienes novio por algún motivo?
Me quedo de piedra.
- ¿Qué.. . qué le has dicho exactamente de Josh?
- Ay, Lara. -Natalie parece saborear mi turbación-. ¿Estabas tramando una pequeña intriga con él? ¿He arruinado tus planes? -Se tapa la boca con la mano-. ¡Cuánto lo siento!
- ¡Cierra el pico! -pierdo los estribos.
He de hablar con Ed. Ahora. Saco el móvil, salgo del despacho y casi me tropiezo con Kate, que viene con una bandeja de café y me mira con unos ojos como platos.
- ¡Lara! ¿Te encuentras bien?
- Natalie -digo por toda explicación.
Ella me guiña un ojo.
- Creo que empeora con el bronceado -susurra, y yo esbozo una sonrisa de circunstancias-. ¿No vienes?
- En un minuto. He de hacer una llamada personal.
Bajo las escaleras, salgo a la calle y marco el número de Ed. A saber qué le habrá dicho Natalie. Y a saber qué piensa ahora de mí.
- Despacho de Ed Harrison -dice una voz femenina.
- Hola. -Intento disimular los nervios-. Soy Lara Lington. ¿Podría hablar con Ed?
Mientras la secretaria me deja en espera, me vienen inevitablemente las imágenes de ayer. Cómo me abrazaba, el contacto de su piel, su aroma, su sabor.. . y luego el modo horrible en que volvió a encerrarse en su caparazón. Me estremezco sólo de pensarlo.
- Hola, Lara. ¿En qué puedo ayudarte? -Suena serio y formal, ni una pizca de calidez.
Se me encoge el corazón, pero procuro adoptar un tono optimista y amable.
- Ed, me he enterado de que Natalie, mi socia, te ha llamado esta mañana. Lo lamento. No volverá a suceder. Y también quería decirte.. . -titubeo- que siento mucho cómo terminaron las cosas ayer. -Y que no tengo novio. Y que me gustaría que pudiéramos rebobinar y volver a subir al London Eye, y que me besaras de nuevo. Y esta vez no me apartaría, por muchos fantasmas que me agobiaran.
- No te disculpes, por favor. -Suena muy distante-. Debería haber adivinado que tenías.. . intereses más comerciales, digamos. Por eso procurabas desalentarme. En todo caso, te agradezco ese pequeño gesto de honestidad.
Un frío glacial me recorre la columna. ¿Es eso lo que cree? ¿Que iba con él por motivos profesionales?
- No, Ed -me apresuro a contestar-. No fue así. Disfruté de veras el día que pasamos juntos. Ya sé que las cosas acabaron de un modo extraño, pero había.. . factores que lo complicaban todo. Ahora no puedo explicártelo, pero.. .
- Por favor, no te pongas maternal conmigo -me interrumpe sin alterarse-. Tú y tu socia habíais urdido una pequeña estratagema. No comulgo especialmente con tus métodos, pero supongo que te mereces un aplauso por tu perseverancia.
- ¡No es cierto! Ed, no puedes creer lo que diga Natalie. Tú ya sabes que no es de fiar. No me dirás que crees en serio que urdimos un plan, ¡es absurdo!
- Créeme -replica-, después de la pequeña investigación que hice sobre Natalie, la considero capaz de cualquier cosa, por taimada y estúpida que sea. Que tú seas una ingenua o en realidad tan perversa como ella, eso ya no lo sé.. .
- ¡Lo has entendido todo al revés! -me desespero.
- ¡Por Dios, Lara! -Parece a punto de estallar-. No insistas. Sé que has vuelto con tu novio. Probablemente ni siquiera habíais roto. Ha sido todo una tomadura de pelo, y no pretendas insultarme, joder, continuando con la farsa. Debería haberlo comprendido en cuanto te presentaste en la oficina. Quizá habías investigado por tu parte y sabías lo de Corinne. Pensaste que podrías atraparme por ese lado. Dios sabe de qué sois capaces. Nada podría sorprenderme viniendo de vosotras.
Habla con un tono tan hostil que me estremezco de pies a cabeza.
- ¡Yo nunca haría algo así! ¡Nunca! -Me tiembla la voz-. Ed, lo que nos pasó fue real. Bailamos, nos divertimos.. . No es posible que creas que era todo una farsa.
- Y supongo que no tienes novio. -Habla como un abogado ante el tribunal.
- ¡No! Claro que no. Bueno, sí -me corrijo-, lo tenía, pero rompí el viernes con él.. .
- ¡El viernes! -Suelta una risa seca que me provoca un escalofrío-. Qué oportuno. No tengo tiempo para jueguecitos, Lara.
- Ed, por favor. -Se me llenan los ojos de lágrimas-. Debes creerme.. .
- Adiós, Lara.
Se corta la comunicación y me quedo paralizada. No tiene sentido volver a llamar para explicarme. Nunca me creerá. Está convencido de que soy una cínica manipuladora. O una chica débil e ingenua, en el mejor de los casos. Y yo no puedo remediarlo.
No. Me equivoco. Sí que puedo remediarlo.
Me seco los ojos con furia y giro sobre los talones. Cuando llego al despacho, Natalie está al teléfono, limándose las uñas y riendo a carcajadas. Sin la menor pausa, me acerco a su escritorio, alargo la mano y corto la comunicación.
- Pero ¿qué coño.. . ? -Se vuelve en su silla-. ¡Estaba hablando!
- Pues ya no -replico sin pestañear-. Y ahora vas a escucharme. Ya he tenido bastante. No puedes comportarte así.
- ¿Qué? -Se echa a reír.
- Te largaste a Goa dando por supuesto que nosotras sacaríamos las castañas del fuego en la oficina. Un gesto arrogante e injusto.
- ¡Calma, calma! -interviene Kate, pero se tapa la boca con la mano cuando nos volvemos bruscamente hacia ella.
- ¡Luego llegas y te pones la medalla por un cliente que encontré yo! ¡Pues no voy a consentirlo! ¡No dejaré que vuelvas a utilizarme! ¡De hecho.. . ya no seguiré trabajando contigo!
No tenía planeada esta última frase, pero en cuanto la pronuncio sé que hablo en serio. No puedo trabajar con ella. Ni siquiera pasar el rato con ella. Es una mujer venenosa.
- Lara, cielo, estás estresada. -Pone los ojos en blanco-. ¿Por qué no te tomas el día libre?
- ¡No quiero un día libre! -estallo-. ¡Lo que quiero es que seas sincera! ¡Me mentiste! ¡No me contaste que te habían despedido de tu trabajo!
- No me despidieron. -Esboza una mueca muy fea-. Fue de mutuo acuerdo. Eran unos gilipollas integrales, además. No me valoraban como merecía.. . Vamos, Lara. Tú y yo vamos a formar un gran equipo.
- ¡De eso nada! ¡Yo no pienso como tú, Natalie! ¡No trabajo como tú! Yo quiero colocar a la gente en buenos puestos de trabajo, no tratarla como una mercancía. ¡No todo se reduce al sueldo! -Estoy tan encendida que tomo su estúpido post-it del tablón de anuncios («El sueldo, el sueldo, el sueldo») y trato de hacerlo pedazos, aunque se me engancha en los dedos y tengo que acabar estrujándolo-. También importan las formas, la persona, la empresa.. . todo el conjunto. Se trata de emparejar personas y de que salgan todos ganando. Y si no se trata de eso, debería.
Todavía tengo la vaga esperanza de que reaccione. Pero su expresión incrédula no se altera.
- ¡Emparejar personas! -Suelta una carcajada desdeñosa-. A ver si te enteras: ¡esto no es una agencia matrimonial!
Nunca me entenderá. Ni yo a ella.
- Quiero deshacer nuestra sociedad -digo con firmeza-. Fue un error. Hablaré con el abogado.
- Como quieras. -Se pone de pie, cruza los brazos y se apoya en su escritorio como si fuera la dueña de todo-. Pero no vas a llevarte a ninguno de mis clientes. Está en el acuerdo que firmamos. Ni se te ocurra intentarlo.