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Empieza a leer el número de Grazia que tengo abierto encima de la mesa y, al cabo de un rato, me dice: «Pasa la página.» Es mi nueva misión. Bastante irritante, de hecho. Me he convertido en su esclava pasa-páginas.

- Oye, Lara. -Kate entra presurosa en el despacho-. Tienes un envío especial.

Me entrega un sobre rosa, estampado con mariposas y mariquitas y encabezado con el rótulo «Tutús y Perlas». Lo abro y me encuentro una nota de la secretaria de Diamanté.

Diamanté ha pensado que esto quizá te interesaría. ¡Esperamos verte esta noche!

Es una hoja impresa con los detalles del desfile de hoy, acompañada de una tarjeta de identificación plastificada donde se lee: «Pase VIP para camerinos.» ¡Vaya! En mi vida había tenido categoría VIP.

Le doy vueltas a la tarjeta mientras pienso en el desfile. ¡Por fin vamos a recuperar el collar! Después de tantos esfuerzos. Y entonces.. . Mis pensamientos se detienen en seco. Y entonces, ¿qué? Sadie me dijo que no podría descansar hasta que encontrara su collar. Por eso se me aparece. Por eso está aquí. O sea, que en cuanto lo consiga.. . ¿qué ocurrirá? No. No puede.. .

Quiero decir, ella no va.. .

No se iría sin más.. . ¿no?

La miro, sintiéndome un poco extraña. Durante todo este tiempo me he concentrado exclusivamente en recuperar el collar. He perdido de vista lo que ocurriría después.

- Pasa la página -me dice impaciente, con los ojos fijos en un artículo sobre Katie Holmes-. ¡Pasa la página!

En cualquier caso, estoy decidida. Esta vez no voy a decepcionar a mi tía abuela. En cuanto vea el maldito collar, lo cogeré sin contemplaciones. Aunque lo lleve alguna persona colgado del cuello. Aunque tenga que hacerle un placaje y derribarla. Me acerco al hotel Sanderstead llena de energía. Con los pies ligeros y las garras preparadas.

- Mantén los ojos abiertos -le susurro a Sadie mientras cruzamos el espacioso vestíbulo blanco.

Dos chicas delgaditas con minifalda y tacones se encaminan hacia una doble puerta adornada con cenefas de seda rosa y globos en forma de mariposa. Ahí debe de ser.

Al acercarnos, veo un corrillo de chicas de punta en blanco que cuchichean excitadas y brindan con sus copas de champán mientras de fondo suena una música suave. Hay una pasarela que cruza el centro del salón (con una ristra de globos plateados suspendidos por encima), flanqueada por hileras de sillas forradas de seda.

Aguardo mientras las chicas de delante entregan sus entradas y luego me acerco a una rubia con un vestido de gala rosa. Tiene una tablilla en las manos y me dirige una sonrisa glacial.

- ¿Puedo ayudarte?

- Sí. Vengo al desfile.

La rubia repasa mi conjunto con aire crítico. Voy toda de negro: pantalones pitillo, camisola y chaqueta corta. Me he decidido por este color porque las diseñadoras de moda van siempre de negro, ¿no?

- ¿Estás en la lista de invitados?

- Sí. -Saco la invitación-. Soy la prima de Diamanté.

- Ah, su prima. -Su sonrisa se vuelve todavía más glacial-. Magnífico.

- De hecho, tendría que hablar con ella antes del desfile. ¿Sabes dónde puedo encontrarla?

- Me temo que Diamanté está ocupadísima.. .

- Es urgente. Necesito verla sin falta. Tengo esto, por cierto. -Le muestro mi pase VIP-. Puedo entrar a buscarla, pero si consigues localizarla será más fácil.. .

- Está bien -dice tras una pausa. Saca un móvil diminuto, con pedrería incrustada, y pulsa un único número-. Una prima de Diamanté quiere verla. ¿Está por ahí? -Escucha y, con un susurro poco disimulado, añade-: No, no la conozco. Bueno, si tú lo dices.. . -Guarda el móvil-. Diamanté te espera en los camerinos. Por allí. -Señala una puerta al fondo del pasillo.

- Adelántate -le cuchicheo a Sadie-. Mira a ver si encuentras el collar por los camerinos. Tiene que ser fácil localizarlo.

Recorro el pasillo enmoquetado detrás de un tipo que lleva una caja de Moët y, justo cuando le muestro mi pase VIP a un gorila, reaparece Sadie.

- ¿Fácil de localizar? -dice con voz temblorosa-. ¡Muy graciosa! ¡Nunca lo encontraremos! ¡Nunca!

- ¿Qué quieres decir? -susurro, cruzando la puerta.

Oh, no. ¡Joder!

Me encuentro en un recinto enorme lleno de espejos y sillas, secadores de pelo bramando y maquilladores que charlan todos a la vez con unas treinta modelos. Ellas, altas y delgadas, permanecen repantigadas en las sillas con cara de aburrimiento, o deambulan de aquí para allá mientras hablan por teléfono. Lucen vestiditos diminutos y casi transparentes. Y todas llevan al menos veinte collares al cuello. Cadenas, perlas, colgantes.. . Allí donde miro, veo collares y más collares. Es como un pajar de collares. A ver quién encuentra la aguja.. .

Sadie y yo nos estamos mirando horrorizadas cuando oigo la voz inconfundible de mi prima.

- ¡Lara! ¡Has venido!

Diamanté se acerca contoneándose y balanceando la melena rubia que le cae por la espalda. Lleva una falda diminuta cubierta de corazoncitos, una camiseta ceñida, un cinturón de cuero con tachuelas plateadas y unas botas de charol con tacón de aguja. Trae dos copas de champán y me ofrece una.

- Hola, Diamanté. ¡Felicidades! Gracias por invitarme. ¡Esto es increíble! -digo. Luego inspiro hondo. Es importante que no me vea desesperada-. En fin -añado-, quería pedirte un gran favor. ¿Recuerdas ese collar con una libélula que andaba buscando tu padre? ¿Aquel antiguo, con cuentas de vidrio?

Diamanté pestañea.

- ¿Cómo sabes eso?

- Eh.. . es una larga historia. En fin, originalmente era de nuestra tía abuela Sadie, pero a mi madre siempre le encantó y yo quería darle una sorpresa regalándoselo. -Cruzo los dedos por detrás-. Así que tal vez, después del desfile, podría.. . eh.. . quedármelo. ¿Te parece? Si ya no lo necesitas.. .

Diamanté me sostiene la mirada con ojos vidriosos.

- Mi padre es un gilipollas -dice sin el menor énfasis, como si constatara un mero hecho.

La miro indecisa hasta que comprendo. Genial, lo que me faltaba. Está borracha. Probablemente lleva todo el día bebiendo champán.

- Un gilipollas de mierda. -Agita su copa.

- Ajá. Y por eso has de darme el collar a mí. A mí -repito alto y claro.

Diamanté se balancea sobre sus botas y yo la cojo del brazo para que no pierda el equilibrio.

- El collar de la libélula -le digo-. ¿Sa-bes-dón-de-es-tá?

Se apoya en mí y percibo un tufo a champán, tabaco y caramelos de menta.

- Oye, Lara, ¿por qué no somos amigas? O sea, tú eres una tía guay. -Arruga el ceño-. Bueno, no guay.. . pero ya me entiendes. Legal. ¿Por qué nunca salimos juntas?

Quizá porque tú andas siempre por tu mansión de Ibiza y yo por la zona más cutre de Kilburn.

- Pues.. . no lo sé. Deberíamos. Sería genial.

- ¡Tendríamos que ir juntas a hacernos unas extensiones de cabello! -dice con repentina inspiración-. Voy a un sitio que es una pasada. También te hacen las uñas. Es todo orgánico y ecológico.

¿Extensiones ecológicas?

- Desde luego que iremos. No lo dudes. Extensiones. Fantástico.

- Sé lo que piensas de mí, Lara. -Su mirada parece centrarse con una especie de penetración étnica-. No creas que no lo sé.

- ¿Qué dices? -Me quedo de piedra-. Yo no pienso nada.

- Piensas que vivo a costa de mi padre. Porque él ha pagado todo esto. Etcétera. Sé sincera.

- ¡No! -me defiendo torpemente-. ¡No pienso eso! Sólo.. .

- ¿Que soy una jodida niña mimada? -Bebe un sorbo de champán-. Vamos, dime.

Menudo dilema. Diamanté nunca me ha preguntado mi opinión. ¿Debo ser sincera?

- Creo que.. . -Titubeo y acabo lanzándome-. Quizá si esperases unos años e hicieras todo esto por tu cuenta, si aprendieras el oficio y te abrieras camino tú sola, te sentirías mejor contigo misma.

Ella asiente despacio, como si masticara mis palabras.

- Ya -dice al fin-. Sí. Podría hacerlo, supongo. Salvo que sería muy duro.

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