- ¿Ya está? -dice éste.
- Ya está. -Bill asiente-. Dale recuerdos a tu padre, Lara. Adiós.
Sarah me pone la mano en el codo para acompañarme fuera de la estancia. Se está agotando mi oportunidad. Ya a la desesperada, me aferró al marco de la puerta.
- Es una pena lo del collar, ¿no te parece? -Lo miro directamente, tratando de provocar una respuesta-. ¿Qué crees que habrá pasado?
- Yo me olvidaría de ese collar -responde suavemente-. Lo más probable es que se perdiera hace mucho. Adelante, Damian.
Éste se apresura a pasar por mi lado y los dos vuelven al interior del despacho. La puerta se está cerrando. Observo al tío Bill, presa de la frustración.
¿Qué está ocurriendo? ¿Qué tiene de especial ese collar?
He de hablar con Sadie. Ahora. La busco con la mirada, pero ni rastro de ella. Muy típico. Estará persiguiendo a algún jardinero macizo.
- Lara -dice Sarah con una sonrisa tirante-, ¿podrías soltar el marco de la puerta? Si no, no podemos cerrar.
- ¡Vale, vale! No te alarmes. No voy a montar una sentada de protesta.
Se sobresalta al oír la palabra «protesta», pero disimula con otra sonrisa. Debería dejar de trabajar con el tío Bill, la verdad. Es demasiado nerviosa.
- El coche te espera frente a la entrada principal. Te acompaño.
Maldita sea. Si me escolta hasta la salida no podré explorar a hurtadillas, ni fisgonear por los cajones ni nada.
- ¿Un café para el trayecto de vuelta? -me ofrece mientras cruzamos el vestíbulo.
Reprimo el impulso de decir: «Sí, un Starbucks, por favor.»
- No, gracias.
- Bueno, ha sido una placer conocerte, Lara. -Su falso entusiasmo me arranca una mueca-. Espero que vuelvas pronto.
Sí, vale, capto el mensaje: «No vuelvas a pisar este lugar en tu vida.»
El chófer de la limusina me abre la puerta. Voy a subir cuando Sadie se planta delante de mí, cerrándome el paso. Viene un poco despeinada y jadea.
- ¡Lo he encontrado! -exclama.
- ¿El qué? -Me detengo, ya con un pie dentro del coche.
- ¡Lo he visto en una habitación del piso de arriba, en un tocador! ¡Mi collar está aquí!
La miro, alelada. Lo sabía, lo sabía.
- ¿Estás segura de que es el tuyo?
- ¡Claro que sí! -Se agita mientras gesticula hacia la casa-. ¡Podría haberlo cogido! ¡Lo he intentado! Pero no he podido, claro.. . -Chasquea, frustrada.
- ¿Hay algún problema, Lara? -Sarah baja otra vez la escalinata a toda prisa-. ¿Algún inconveniente con el coche? Neville, ¿va todo bien?
- Todo bien -replica el tipo, y me señala con un gesto-. Sólo que se ha puesto a hablar sola.
- ¿Preferirías otro coche, Lara? -Hace un esfuerzo supremo por conservar la amabilidad-. ¿O tal vez deseas ir a otro sitio? Neville puede llevarte a donde quieras. Incluso puedes contar con su servicio el resto del día.
Está claro que quiere librarse de mí a cualquier precio.
- Este coche está bien, gracias -digo-. Sube -le murmuro a Sadie entre dientes-. Aquí no puedo hablar.
- ¿Perdón? -Sarah frunce el entrecejo.
- Es.. . una llamada. Tengo un auricular diminuto. -Me doy unos golpecitos en la oreja y subo por fin.
Se cierra la puerta y enseguida avanzamos hacia la verja. Compruebo que el panel que nos separa del chófer está cerrado, me desplomo en el asiento y miro a Sadie.
- ¡Es increíble! ¿Cómo lo has encontrado?
- Buscando. -Se encoge de hombros-. He mirado en todos los armarios y cajones, y también en la caja fuerte.
- ¿Te has metido en la caja fuerte del tío Bill? -Me deja alucinada-. ¡Hala! ¿Qué contiene?
- Papeles. Y joyas espantosas. Estaba a punto de darme por vencida cuando me fijé en un tocador.. . Y allí estaba. Completamente a la vista.
No puedo creerlo. Mi tío acaba de decirme que no sabía nada del collar, sin parpadear ni una vez. Es un mentiroso de tomo y lomo.. . Hemos de diseñar un plan. Busco el bloc y un bolígrafo en el bolso.
- Aquí hay gato encerrado -le digo, mientras anoto «Plan de acción»-. Tiene que haber una razón para que se lo haya llevado y esté mintiendo. -Me froto la frente-. Pero ¿cuál? ¿Por qué es tan importante para él? ¿Tú sabes algo? ¿Acaso tiene una historia especial.. . o un valor de coleccionista?
- ¿Esto es lo que piensas hacer? -explota Sadie-. ¿Hablar, hablar y hablar? ¡Hemos de recuperarlo! ¡Tienes que trepar por la ventana y cogerlo! ¡Ahora!
- Pero.. . -Levanto la vista del bloc.
- Será fácil. Puedes quitarte los zapatos.
- Vale.
Asiento repetidas veces, aunque, a decir verdad, no creo estar del todo preparada. ¿Entrar ahora mismo a hurtadillas en la mansión del tío Bill? ¿Sin un plan de acción?
- El único problema -le digo tras una pausa- es que tiene un montón de guardias de seguridad, y alarmas.
- ¿Y qué? -Entorna los párpados-. ¿Te vas a dejar intimidar por unas alarmas de pacotilla?
- ¡No! ¡Claro que no!
- Córcholis, ¡estás muerta de miedo! ¡En mi vida había visto a una chica tan boba! No fumas porque es peligroso. Te pones un cinturón en el coche porque es peligroso. Y supongo que tampoco comes mantequilla porque puede ser peligroso.
- No he dicho que la mantequilla sea peligrosa -replico-. Sólo que el aceite de oliva tiene grasas más sanas.. . -Me interrumpo al ver su expresión despectiva.
- ¿Vas a trepar por la ventana y coger mi collar? ¿Sí o no?
- De acuerdo -cedo tras una pausa.
- ¡Pues venga! ¡Para el coche!
- ¡Deja de mangonearme! Ya iba a hacerlo. -Me inclino hacia delante y abro la ventanita del panel-. Perdone, estoy mareada. Déjeme bajar, por favor. Iré a casa en metro. No tengo ninguna queja sobre su manera de conducir -añado, al verlo fruncir el entrecejo en el retrovisor-. Es usted estupendo. De veras.. . eh.. . una conducción impecable.
El coche se detiene y el chófer se vuelve, indeciso.
- Se supone que tengo que dejarla en la puerta de su casa.
- ¡No se apure! -digo, apeándome-. Sólo necesito un poco de aire fresco, muchas gracias.. .
Ya estoy en la acera. Cierro de un portazo y le digo adiós con la mano. El hombre me lanza una mirada suspicaz, hace una maniobra para dar media vuelta y regresa a la mansión. En cuanto se pierde de vista, empiezo a desandar el camino, avanzando discretamente por la cuneta. Doblo una curva y me detengo al ver la entrada.
Las verjas están cerradas y son enormes. Hay un guardia en una garita de cristal y cámaras de seguridad por todas partes. No se puede entrar así como así en casa del tío Bill. Hace falta una estrategia. Inspiro hondo y me acerco a las verjas con aire inocente.
- ¡Hola! Soy yo otra vez, Lara Lington -digo por el interfono-. Me he dejado el paraguas, tonta de mí.
Al poco, el guardia me abre la puerta para peatones y se asoma por la ventanilla de la garita.
- Acabo de hablar con Sarah. Dice que no sabe nada de ningún paraguas, pero que ahora viene.
- Voy a su encuentro, para ahorrarle molestias -replico, y me apresuro por el sendero antes de que pueda protestar. Vale, superado el primer obstáculo-. Avísame en cuanto deje de mirar -le murmuro a Sadie-. Di: «Ahora.»
- ¡Ahora!
Salgo del sendero, doy unos pasos por el césped, me lanzo al suelo y ruedo hasta detrás de un seto, como en una película de acción.
El corazón me palpita. Me he hecho una carrera en las medias, pero bueno, qué más da. A través del seto, veo a Sarah bajando por el sendero con expresión inquieta.
- ¿Dónde está? -Su voz me llega desde la entrada.
- .. . hace sólo un momento. -El guardia parece perplejo.
¡Ja!
Pero no puedo cantar victoria. En menos de un minuto empezarán a rastrearme con perros rottweiler.
- ¿Dónde es? -le susurro a Sadie-. Guíame. Y mantén los ojos bien abiertos.
Avanzamos por el césped, sorteando primero el seto y luego una fuente y una estatua. Me quedo paralizada cada vez que veo a alguien en el sendero, pero nadie me descubre.