Литмир - Электронная Библиотека
A
A

ARBENIN. - Quedó vengado con haberle dado la bofetada al conquistador.

PRÍNCIPE. - (Sonriendo) Pero si eso está en contra de todas las reglas.

ARBENIN. - Creo que no existe un ukase, ley o reglamento que ordene el odio y la venganza. (Juegan. Pausa). ¡He ganado!... ¡He ganado! (Levantándose)

¡Esperen un poco! ¿No es usted quién ha cambiado esta carta?

PRÍNCIPE. - ¿Yo? Escúcheme...

ARBENIN. - ¡Se acabó el juego!... Aquí ya no hay más decencia... ¡Usted (enfurecido) es un fullero, un canalla!

PRÍNCIPE. - ¿Yo? ¿Yo?

ARBENIN. - ¡Canalla! Yo aquí mismo lo voy a señalar para que todos consideren que es una ofensa ser amigo suyo. (Le arroja los naipes a la cara; el príncipe está tan asombrado que no atina a responder).

KAZARIN. - ¿Qué te pasa? (Al dueño) Se ha vuelto loco en el mejor momento; aquél se ha enardecido, pero hubiera sido mejor esperar que afloje unos dos mil rublos.

PRÍNCIPE. - (Volviendo en sí, se pone de pie bruscamente) Ahora, conmigo únicamente vuestra sangre podrá lavar esta ofensa.

ARBENIN. - ¿A un duelo? ¿Con usted? ¿Yo? ¡Está confundido!

PRÍNCIPE. - ¡Es un cobarde! (Quiere arrojarse sobre él).

ARBENIN. - (Amenazante) Pues que así lo sea, pero no le aconsejo quedarse aquí ni por un solo momento. Yo seré un cobarde, pero usted es incapaz de asustar hasta a un cobarde.

PRÍNCIPE. - ¡Oh, yo lo obligaré a pelear! ¡Yo le contaré a todos su acción y que usted es un canalla!...

ARBENIN. - Estoy dispuesto.

PRÍNCIPE. - (Aproximándose) Yo contaré que su mujer... ¡Oh, cuídese!... Recuerde la pulsera...

ARBENIN. - Por todo esto usted ya está castigado...

PRÍNCIPE. - ¡Oh, furia!... ¿Dónde estoy? ¡Todo el mundo está en contra de mí... yo lo mataré!...

ARBENIN. - Como usted prefiera, y hasta le regalaré el consejo de matarme lo más pronto posible, porque a lo mejor se le enfría el coraje dentro de una hora.

PRÍNCIPE- ¡Oh!, ¿dónde está mi honor?

Devuélvame esta palabra y yo quedaré a sus pies... ¡Para usted no hay nada sagrado! ¿Usted es un hombre o un demonio?

ARBENIN. - Soy un simple jugador.

PRÍNCIPE. - (Sentándose, cubriendo el rostro con las manos) ¡Oh, mi honor, mi honor!

ARBENIN. - El honor no volverá a usted. La barrera que existía entre el bien y el mal ha sido rota y todo el mundo le dará vuelta la cabeza con desprecio; ahora irá por el camino de los renegados y comprenderá la dulzura de las lágrimas sangrientas y hasta la felicidad de sus allegados será un peso para su alma; pensará sólo una cosa día y noche, y poco a poco los sentimientos de amor más espléndidos se apagarán, hasta morir y la felicidad no le dará su arte; todos esos amigos ruidosos desaparecerán como las hojas de los árboles de una rama podrida, y cubriéndose la cara y sonrojándose pasará entre la multitud, le entristecerá la vergüenza más que los crímenes del malvado. ¡Y ahora... (Saliendo) le deseo larga vida! (Sale).

ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA

BAILE

DUEÑA. - Estoy esperando a la baronesa; no sé si vendrá. Realmente me daría lástima por usted.

VISITA 1ª - No la comprendo.

VISITA 2ª - ¿Usted espera a la baronesa Shtral? Ella ha partido de viaje

VARIOS - ¿Adónde? ¿Para qué? ¿Hace mucho?

VISITA 2ª- Partió al campo esta mañana.

DAMA - ¡Dios mío! ¿Por qué será? ¿Será por propia voluntad?

VISITA 2ª- Son fantasías, novelas. Deje nomás. (Se disuelve el grupo).

(Un grupo de hombres)

VISITA 3ª- ¿Supo usted que el príncipe Zviezdich ha perdido otra vez en el juego?

VISITA 4ª - Al contrario, ganó, pero por lo visto con engaños, y recibió una bofetada.

VISITA5ª - ¿Hubo duelo?

VISITA4ª - No, no quiso.

VISITA3ª - ¡Qué canalla resultó ser!...

VISITA5ª - Desde hoy yo no lo conozco más.

VISITA6ª - Y yo tampoco ¡Qué procedimientos incorrectos!

VISITA4ª - ¿Vendrá aquí?

VISITA3ª - No, no creo que se atreva.

VISITA4ª - Ahí está (Se acerca el príncipe; apenas lo saludan. Todos se apartan, menos las visitas 5ª y 6ª; luego ellos también se apartan. Nina se sienta en un sofá).

PRÍNCIPE. — Ahora estamos apartados de todos y no tendré otra ocasión mejor para hablarle.

(Dirigiéndose a ella) Debo decirle dos palabras, y usted debe escucharme.

NINA- ¿Debo?

PRÍNCIPE. - ¡Por su felicidad!

NINA. - ¡Qué felicidad tan extraña!.

PRÍNCIPE. - Sí, es extraño, porque usted es la culpable de mi desgracia... pero yo le tengo lástima; yo veo que he sido vencido por la misma mano que la matará a usted; jamás me rebajaré a una venganza denigrante; pero escúcheme y sea prudente; su marido es un malvado, sin alma, sin fe, y yo presiento que le amenaza a usted una desgracia. Me despido para siempre; el malvado no ha sido descubierto y yo ahora no lo puedo castigar, pero ya llegará el día..., yo esperaré.

Tome usted su pulsera, ya no me hace falta.

(Arbenin los está observando desde lejos).

NINA. - ¡Príncipe! Usted se ha vuelto loco. Sería un absurdo enojarse con usted.

PRÍNCIPE. - Me despido para siempre y le pido por última vez...

NINA. - ¿A dónde se va? ¿Por lo visto, muy lejos?

Me imagino que no hace un viaje a la luna.

PRÍNCIPE. - (Saliendo) No, algo más cerca; al Cáucaso.

DUEÑA. - (A otros) Parece que han venido muchas visitas y no tengo mucho lugar. ¡Señores, por favor, pasen a la sala! ¡ Mesdames! A la sala. (Salen).

17
{"b":"142569","o":1}