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SORIN.- ( También acalorado.) ¡Es una frescura! ¡Acaban por hartarle a uno! ¡Que traigan ahora mismo todos los caballos!

NINA.- ( APOLINA ANDREEVNA.) ¿Cómo puede negarse algo a Irina Nikolaevna?... ¡A una artista célebre!... ¿Acaso no son más importantes cada uno de sus deseos y hasta el último de sus caprichos, que las faenas del campo?... ¡Es inverosímil!

POLINA ANDREEVNA.- ( Con acento desesperado.) ¿Y qué puedo hacer yo?... ¡Háganse cargo de mi situación! ¿Qué puedo hacer?

SORIN.- ( ANINA.) ¡Vamos a ver a mi hermana! ¡Le suplicaremos encarecidamente que no se vaya! ¿No le parece?... ( Mirando hacia el camino tomado porSCHAMRAEV.) ¡Qué hombre más insoportable!... ¡Todo un déspota!

NINA.- ( Sujetándole para impedirle levantarse.) ¡Siga sentado!... ¡Le llevaremos en el sillón! ( Entre ellay MEDVEDENKO empujan a este.) ¡Es terrible!

SORIN.- ¡Es terrible, sí..., pero no se marchará! ¡Ahora mismo hablaré con él! ( Salen, quedando solosDORN yPOLINA ANDREEVNA.)

DORN.- ¡La gente es aburrida!... ¡Lo que habría que hacer, en realidad, sería echar a su marido de aquí a puntapiés..., pero todo acabará en que ese viejo calzonazos de Piotr Nikolaevich y su hermana le pedirán perdón! ¡Ya lo verá usted!...

POLINA ANDREEVNA.- Es que los caballos de tiro también los mandó al campo... ¡No hay día en que no surja una mala inteligencia! ¡Si supiera usted cómo me alteran estas cosas! ¡Me pongo mala! ¿Lo ve?... ¡Estoy temblando!... ¡No puedo soportar su brutalidad!... ( En tono suplicante.) ¡Evguenii!... ¡Querido!... ¡Bien mío! ¡Lléveme con usted! ¡Nuestro tiempo se va! ¡Ya no somos jóvenes, y no tendremos que escondernos ni que mentir, aunque sea el final de la vida! ( Pausa.)

DORN.- Ya es tarde para cambiarla... Tengo cincuenta y cinco años.

POLINA ANDREEVNA.- ¡Ya sé que si me rechaza es porque, además de mí, hay para usted otras mujeres!... ¡Claro que no puede llevárselas a todas! ¡Lo comprendo muy bien!... ¡Perdone!... ¡Le estoy aburriendo! (NINA aparece junto a la casa, y empieza a coger flores.)

DORN.- No... Nada de eso.

POLINA ANDREEVNA.- ¡Los celos me hacen sufrir!... ¡Ya sé que como es usted médico, le es imposible dejar de ver mujeres!... ¡Lo comprendo!

DORN.- ( ANINA, que se acerca.) ¿Qué tal van las cosas por ahí?

NINA.- ¡Irina Nikolaevna está llorando, y a Piotr Nikolaevich le ha dado un ataque de asma!

DORN.- ( Levantándose.) Les daremos unas gotas de valeriana.

NINA.- ( Tendiéndole las flores que acaba de cortar.) ¡Tenga!

DORN.- « Mercibien!» ( Se encamina hacia la casa.)

POLINA ANDREEVNA.- ( Siguiéndole.) ¡Qué bonitas flores! ( Con encono, mientras se aleja en su compañía.) ¡Entrégueme esas llores! ¡Entréguemelas! ( Con ellas en la mano, las rompe y las arroja a un lado. Ambos entran en la casa.)

NINA.- ( Sola.) ¡Qué extraño resulta ver llorar a una artista célebre..., y además, por una causa tan trivial!... ¡También se le antoja a una raro que un escritor famoso, favorito del público, sobre el que escriben todos los periódicos, cuyo retrato se vende en todas partes y cuyas obras son traducidas a todos los idiomas extranjeros..., se pase el día entero pescando y se ponga tan contento cuando coge dos carpas!... ¡Yo imaginaba a la gente célebre orgullosa..., inabordable..., despreciando a la masa por conceder ésta más valor a la nobleza, a la casta, a la fortuna, y vengándose de ella con la gloria y el brillo del nombre!... ¡Y, en realidad, lloran, pescan, juegan a las cartas, se ríen y se enfadan como todo el mundo!

TREPLEV.- ( Entrando sin sombrero, y llevando en la mano una escopeta y una gaviota muerta.) ¿Está usted sola?

NINA.- Sola, sí. (TREPLEV deposita la gaviota a los pies de ella.)

NINA.- ¿Qué significa esto?

TREPLEV.- ¡Cometí hoy la infamia de matar a esta gaviota, y la pongo a sus pies!

NINA.- ¿Qué le pasa? ( Coge la gaviota y la contempla.)

TREPLEV.- ( Después de una pausa.) ¡Pronto, del mismo modo, me mataré yo!

NINA.- ¡No le reconozco!

TREPLEV.- ¡Puede..., pero después que yo he dejado de reconocerla a usted! ¡Ha cambiado tanto conmigo!... ¡Su mirada es fría y mi presencia la molesta!

NINA.- ¡En este último tiempo se ha vuelto usted irritable! ¡Se expresa siempre de un modo incomprensible y por medio de símbolos! ¡También esta gaviota será, seguramente, un símbolo, solo que..., perdone..., no comprendo cuál!... ( Deja la gaviota sobre el banco.) ¡Soy demasiado sencilla para comprenderle!

TREPLEV.- ¡Todo empezó aquel anochecer, cuando, de modo tan necio, fracasó mi obra!... ¡Las mujeres no perdonan el fracaso!... ¡Lo he quemado todo! ¡Hasta la última hojita de papel!... ¡Si usted supiera lo desgraciado que me siento!... ¡Qué terrible frialdad la suya!... ¡Algo inverosímil!... ¡Tan inverosímil como si, al despertarme, viera que de pronto este lago se había secado o filtrado tierra adentro!... ¡Acaba usted de decir que es demasiado sencilla para comprenderme!... ¿Y qué es lo que hay que comprender aquí?... ¡Mi obra no gustó! ¡Usted desprecia mi inspiración y me considera un ser vulgar..., nulo, como hay muchos! ( Dando una patada en el suelo.) ¡Qué claro lo veo! ¡Cómo lo comprendo! ¡Tengo clavado en el cerebro un clavo tan maldito como esta debilidad mía mental que me chupa la sangre..., que me la chupa como una serpiente!... ( Al ver aTRIGORIN, que se acerca leyendo un libro.) ¡He aquí el verdadero genio!... ¡Pisa como Hamlet y, como él, lleva un libro entre las manos! ( En tono de mofa.) «¡Palabras, palabras, palabras!»... ¡Aún no se la ha acercado ese sol, y ya le sonríe y su mirada se derrite en sus rayos!... ¡No quiero serla un estorbo! ( Sale precipitadamente.)

TRIGORIN.- ( Anotando en el libro.) Toma rapé y bebe vodka... Va siempre vestida de negro... La quiere el maestro...

NINA.- Buenos días, Boris Alekseevich.

TRIGORIN.- Buenos días... Las circunstancias se han puesto de tal modo, que parece ser que nos vamos mañana... ¡Pocas probabilidades hay de que volvamos a vernos, y lo siento!... ¡No me ocurre con frecuencia el encontrar muchachas interesantes!... ¡Por mi parte, he olvidado, y no puedo ya ni representármelo con claridad, cómo se es cuando se tienen dieciocho o diecinueve años!... ¡Ese es el motivo de que, en mis novelas y cuentos, los tipos de muchacha suelan resultarme falsos!... ¡Me gustaría, aunque solo fuera por espacio de una hora, estar en su lugar, para saber lo que piensa y, en general..., qué cosita es usted!...

NINA.- A mí también me gustaría hacer esa prueba; pero poniéndome en el lugar suyo.

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