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– ¡Qué pensamientos! Se conoce que me remuerde la conciencia.

Don Brégimo Faramiñás, el padre de la señorita Ramona, tocaba el banjo con mucho albedrío, lo malo es que murió, a Roquiño, el parvo que estuvo cinco años sin salir de un baúl de lata de alegres colores, con sus grecas y sus zigzags, le arrea tundas su madre, Secundina fuma cuando no la ven, lava las colillas con vinagre y prepara muy bien el tabaco, quien limpió el vestíbulo de casa de tío Cleto no fue un hombre, fue Secundina, la recomendó Remedios, la patrona de la taberna de Rauco.

– Es burra pero trabaja bien, y el parvo no molesta porque lo arrima a un rincón y se está quietiño todo el tiempo, hay veces que ni respira.

La señorita Ramona le dijo a tío Cleto,

– Remedios dice que un hombre no hay pero que Secundina ha de hacer bien la limpieza, puede venir mañana mismo por la mañana temprano.

– Bueno, que venga mañana a las doce en punto pero no antes.

La madre de la señorita Ramona se ahogó en el río Asneiros, hay quien se ahoga en una palangana, la madre de la señorita Ramona fue mujer muy distinguida y espiritual, una de esas mujeres que siempre se quieren morir.

– Recuerdo que le gustaban mucho los versos de Bécquer.

– No me extraña.

En casa de tío Cleto está todo estropeado y manga por hombro, se le rompió la bomba de subir agua del pozo, tiene los cristales rotos, casi todos los cristales, en su lugar pone cartones y latas, también el asiento de una silla de anea, está sin luz, le cortaron el teléfono y las telarañas son cada vez más tupidas, la perra Véspora se murió aullando, la perra Véspora aullaba porque olía dos muertes, la de tía Jesusa y la suya propia, Secundina hizo un montón con las cajas y los papeles, también chaquetas y zapatillas y un hule que tenía lo menos diez metros, y le plantó fuego cuando se lo mandaron, no antes, unos creen en supersticiones y otros no, eso va en gustos, unos creen en milagros y en balnearios y otros no, puede que también sea cosa de la educación de cada cual, hay dioses finos y bien educados, Sucellus con sus barbas y Cernunno con sus cuernos, y dioses zafios y mal educados, trae mala suerte sólo pronunciar su nombre, una oleada de ignorancia se extiende sobre todos nosotros sin que podamos evitarla, tampoco sabemos esquivarla, Robín Lebozán se lo advirtió la otra noche a la señorita Ramona,

– Esta marea de ignorancia va a dar lugar a reacciones muy amargas, Moncha, y yo no conozco antídoto para ese veneno.

– Ni yo tampoco, Robín, esperemos que pase sin arrastrarnos.

Raimundo el de los Casandulfes canturrea Corazón santo cuando se afeita, corazón santo, tú reinarás, tú nuestro encanto siempre serás.

– ¿No sabes otra cosa?

– ¿Y a ti qué más te da?

Raimundo el de los Casandulfes también tararea el Cara al Sol y Mi jaca, el Oriamendi lo silba porque no sabe la letra, lo mismo le pasa con el Himno de Riego, con éste hay que andarse con más cuidado porque puede molestar a alguien. Raimundo el de los Casandulfes no se olvida de la camelia blanca de la señorita Ramona, se conoce que la tristeza no le atacó a la memoria.

– Toma, Moncha, esto es como un foro, para que veas que me acuerdo siempre de ti.

– No, Mundiño, ya sé que esto es como un foro, tú lo dices, de los foros no hay que acordarse, son como la respiración, yo para ti soy como la respiración, es triste pero es verdad, puede que tampoco sea triste.

Baldomero Marvís Casares, Tripeiro, el padre de los Gamuzos, decía siempre que tan difícil como perder es ganar, hay que andar por la vida pisando fuerte, sí, pero sin alborotar demasiado ni asoballar al prójimo, puede dar mal resultado asoballar al prójimo porque a veces brillan las puñaladas, no todos los cuerpos tienen buena encarnadura, los hay que no, Nunciña Sabadelle quiso ver mundo y no pasó de las Burgas, uno piensa que ha de comerse todo lo que le echen pero después ve que no, que no se come ni una rosca y tiene que bajar la cabeza para que no lo maten a trallazos, es duro tener que fracasar y aguantarse, las ranas del condado de Tipperary no tienen nada que envidiar a las de la laguna de Antela.

– ¿Recibió usted carta de doña Argentina?

– Sí, fue la que me contó lo de los aviadores, mire lo que dice: Ésta es la escuela de Vedrines, que era el nombre de un famoso aviador que contrataba la junta de festejos para verlo volar en su aeroplano haciendo mil acrobacias en el aire, de noche se exhibía con el aeroplano perfilado de bombillas de colores, esto ya se lo dije a usted. ¡Todo un espectáculo de fiestas! Se pagaba por estar sentado en una silla de tijera 25 cts. o 50 cts., según el sitio y los demás, sobre todo la chiquillería, en los alrededores. ¿Le canso?

– No, no, siga.

– Bueno. Iban las mujeres elegantísimas con grandes pamelas con flores y pájaros y la falda hasta el tobillo. Los aviadores se llamaban…, bueno, no sigo leyendo porque eso ya lo sabe.

La historia corre como un caballo desbocado, como un galgo tras la liebre, como un ciempiés, las hojas blancas y amarillas del calendario fueron cayendo como las hojas verdes y doradas de las higueras, igual que las hojas muertas de las higueras que no queda ni una, y los hombres inventaron la maña de preñar vacas en frío y sin el toro montándolas, como se había hecho siempre desde que Dios inventó las vacas y los toros, la historia corre atropellando al tiempo, a veces las cosas pasan fuera de su tiempo por culpa de la historia, verbigracia, ¿por qué los elefantes de Aníbal no salieron del arca de Noé? Norberto Somoza Donfreán, el nieto de doña Argentina, es veterinario a lo moderno.

– Sí, sí, ya sé que es la última palabra de la ciencia, no seré yo quien lo niegue, pero Norbertito es un cochino que anda con eso de la inseminación artificial, a mí que no me digan, cuando lo veo ayudando a misa con tanta unción me pregunto, ¿de qué ha de valerle si se gana la vida escarbando vacas?

Todavía falta algún tiempo para que esta situación pueda producirse, la historia no siempre es el testigo de las edades, la luz de la verdad, la vida de la memoria, etc., en esto hay muchas habladurías.

– No puedo hacer nada, estoy deseando oír la bomba de palenque, mientras no oiga la bomba de palenque no podré hacer nada, tampoco me encuentro con demasiados ánimos, ¿me das más coñac?

– Sí.

Tía Jesusa y tía Emilita siempre lloraron mucho, se pasaron lo menos media vida llorando, tío Cleto jamás les hizo caso, tampoco hubiera merecido demasiado la pena, ¿que les gusta llorar?, pues que lloren, llorando no molestan a nadie, bueno, a veces, sí molestan pero es igual, a lo mejor tía Jesusa sigue llorando en el purgatorio.

– O en el cielo.

– No, en el cielo no se llora.

Cuando a tío Evelio Xabarín le dijeron que Vicente Chabro el de los Xilmendreiros estaba en el hospital de Orense dijo «que lo maten antes de que mejore» y siguió fumando en su cachimba de loza que representaba a John Bull, a Vicente Chabro lo asfixiaron con la almohada al día siguiente, vamos, dos lo sujetaron y otro se le sentó encima hasta que expiró, y nadie disparó ni siquiera un cohete, la verdad es que Vicente Chabro tampoco tenía mayor importancia, era un pobre cerdo que ni llegaba a ruin.

– ¿Cuánto cree usted que vale un muerto chirle, aunque sea del país?

– No sé; no puede valer mucho, a lo mejor hasta lo dan de balde.

Llueve sobre el cruceiro de Arenteiriño y el regato de Ricobelo, el mismo en el que se chapuzan las raposas la calentura, mientras el eje del carro de bueyes de Toupolistán o Toupello, el alimañero más listo de toda la diócesis, canta a grito herido subiendo por la corredoira de Mosteirón.

– ¿Se acuerda de cuando los cinco niños ahorcados de Mosteirón?

Llueve abondo sobre los pecadentos y los virtuosos, los sabidentes, los inocentes y los corrientes, nosotros, los leoneses y los portugueses, los hombres y las mujeres, los animales, los árboles y plantas y las piedras, llueve sobre la piel y los corazones y el alma, también el alma, llueve sobre las tres potencias del alma.

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