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– ¿Por qué el hombre será bestia tan desasosegada y nerviosa? Eso debe ser por la influencia del demonio. Robín Lebozán se puso muy contento cuando encontró la caracola marina que le había regalado su madre, estaba detrás de unos libros y hacía más de diez años que no la veía, pegándola a la oreja se escucha el rumor del mar, también se oye el arranque de la mazurca del ciego Gaudencio, digo la que no quiere tocar casi nunca, la mazurca prohibida, bueno, prohibida no, pero casi.

– ¿Jugamos otra partida de ajedrez?

– Como quieras.

Robín Lebozán tarda en dormirse, hace ya algún tiempo que le pasa, a veces se despierta a las dos o a las tres de la madrugada, se desvela y tarda mucho en dormirse, hay días que ve amanecer.

– ¿Por qué no tomas una taza de tila al acostarte?

– Sí, algo voy a tener que hacer, esto del insomnio es mala cosa.

A la perra Véspora no la mató nadie, no hizo falta, la perra Véspora murió de un entripado agrio, lo probable es que tío Cleto hubiera vomitado agrio las dos últimas veces, los perros aguantan poco, menos de lo que se piensa, en cambio el perro Zarevich está muy distinguido y airoso, ahora no le llaman Zarevich ni de ninguna manera, los perros entienden mejor el tono de voz que las palabras.

– ¿Conoce usted las historias de Pepa la Loba y de Xan Quinto?

– Sí, señor, y también las de Truco y el Louzao y Ventoselle.

– ¿Y la de Mamed Casanova, que se vestía de indiano rico muerto y enterrado?

– Sí, señor, yo le sé todas, que cuando niño me las hizo aprender de memoria mi pariente don Marcelino Andrade cuando me recogió de caridad, yo le sé todas de corrido, si quiere empiezo.

– No, no hace falta.

Robín Lebozán cuando se despierta por la noche se alumbra con un quinqué, la luz eléctrica parece un vagalume tísico y sin fuerza, no vale para nada, Robín Lebozán lee lo que lleva escrito y corrige alguna que otra cacofonía o repetición o palabra poco clara y precisa, también cambia algún signo ortográfico, aquí va mejor coma que dos puntos, aquí no pega un paréntesis, etc., Robín Lebozán piensa que todo va ya por la cuesta abajo, esto de las novelas es como la vida misma, que de repente para, a veces para de golpe, se sube el corazón a la boca y la vida muere, escapa por los ojos y por la boca, también por la boca, las historias terminan siempre en un punto, en cuanto mate al hijoputa ya está, acuérdate otra vez de Poe, nuestros pensamientos eran lentos y marchitos, nuestros recuerdos eran traidores y marchitos, a mí me gustaría no tener ni pensamientos ni recuerdos pero no puedo, a mí me gustaría ser como las rosas y las madreselvas, que no tienen más que sensaciones, quizá los bichos muy pequeños y débiles, las lamáchegas, el caballito del demonio, tengan el ánima hueca y sin consuelo como las rosas y las madreselvas.

– ¿Duermes?

– No, sólo di unas cabezadas.

Don Claudio Blanco Respino tomó asiento y mandó callar a doña Argentina Vidueira viuda de Somoza, después se dirigió a su cuñado Gerardo Vagamian, a éste no se le solía poner el don, y le dijo,

– ¿Tú te imaginas a un rey medieval asesinado por su propio bufón delante de toda la corte y mientras se celebran las brillantes fiestas conmemorativas de una victoria militar? Pues esto fue lo que le pasó a Dino V, duque de Béttega, que gastaba peluquín y tenía un ojo de cristal, una mano de hierro y una pata de palo. Sus siete hijos, tras matar a bastonazos al bufón y hacerlo cuartos para el mejor aseo de los buitres, se rieron las tripas y celebraron su benevolente orfandad cubriendo a todas las monjas de la clausura, las preñaron a todas sin dejar ni una, la Crónica de Arístides el Leproso recoge el acontecimiento y da nombres y todo lujo de detalles, yo no sabría reconstruir de memoria todas las aventuras de aquella familia.

La señorita Ramona dudó siempre de la palabra de don Claudio Blanco.

– A mí me parece un farsante, la mitad de las cosas que cuenta son mentira.

Tío Cleto va a visitar a la señorita Ramona, se enseña más derrotado y caprichoso que nunca y camina dando bordadas para no pisar raya ni cruz en las baldosas, tío Cleto canta La Madelón y remata cada estrofa con una ventosidad, tío Cleto se ríe, arruga la nariz y entorna los ojos, parece un chino, tío Cleto está más sucio y más limpio que nunca, esto no se entiende pero es así, y tiene cara de preocupación, tío Cleto es muy higiénico y aprensivo, todo el mundo lo sabe, muy aseado y profiláctico, gasta mucho alcohol en desinfectarse pero también va hecho una mierda, no se muda jamás la ropa interior, la tira cuando se le cae de vieja y sucia, tío Cleto vomita cuando se aburre, vomita en la bacinilla o detrás de los muebles, le es igual vomitar en la pared, a veces se vomita por encima porque está sentado en una postura cómoda y no quiere moverse, esta visita de tío Cleto a la señorita Ramona tuvo lugar hace ya algún tiempo, a poco de empezar la guerra.

– Monchiña, estamos en un momento terrible y se nos echan encima enormes problemas que hay que afrontar, ¿dónde enterramos a Jesusa? Todos los nuestros están ya en su sepultura, cada uno en su sepultura, pero en el panteón ya no cabe ni un alfiler, ¡menos mal que dejé a la pobre Lourdes en París!, ¿te imaginas la que hubiera podido organizarse si no dejo a la pobre Lourdes en París? Segundo problema, ya te digo, todos son problemas, ¿por dónde vamos a sacar el cadáver de Jesusa? Emilita querrá que salga por la puerta principal, ya verás, tú sabes cómo es Emilita, nunca tuvo más que viento en la cabeza, en ese caso habrá que limpiar todo aquello porque está sucísimo, da grima pensarlo pero hace lo menos quince años que nadie entra y que nadie limpia ni en el suelo, ni en las paredes, ni nada, los ratones anidan en los muebles y los ciempiés y las tijeretas se sienten a sus anchas detrás de los cuadros, en la humedad de detrás de los cuadros, en Albarona hace mucha humedad.

– ¿Y no podemos mandar a alguien?

– Sí, sí, claro, de eso me encargo yo, cuando yo diga vendrá un hombre y sacará todo del vestíbulo, las cajas, los papeles, lo más gordo, todo, para hacer una hoguera, después entrarás tú y nadie más.

– Bueno.

La muerte es una necedad habitual, un uso que va perdiendo prestigio, las viejas razas desprecian a la muerte, la muerte es una costumbre, observa que las mujeres disfrutan mucho en los funerales, dan órdenes y consejos, las mujeres se sienten a sus anchas en los funerales. El P. Santisteban, S. J., habla de la muerte con mucha confianza, quizá lo dé el oficio, en la Biblia se dice que más vale perro vivo que león muerto, seguramente es verdad, más vale miñoca viva que mujer bellísima muerta, ¿de qué te vale ganar el mundo si pierdes el alma?, dicho así también es verdad, tío Cleto toca el jazz-band repiqueteando con un palito sobre la mesa, el vaso, la botella, la bacinilla, el marco de la ventana, cada cosa tiene su sonido, el mérito está en hacerlas sonar a su tiempo y no antes ni después, tía Jesusa ya no podrá volver a oír los cuescos de tío Cleto, desde el cielo no se escuchan los sonidos innobles, tía Emilita se quedó muy sola.

– Al fondo de la laguna de Antela no llegó nadie nunca, el que cruza la laguna de Antela pierde la memoria y se condena para toda la eternidad, los desmemoriados no pueden salvarse porque Dios y los santos tienen en mucho aprecio a la memoria, en la memoria anida el sufrimiento pero también el ánimo.

Don Claudio Blanco Respino no ve con buenos ojos a doña Argentina Vidueira viuda de Somoza, mujer que habla más de lo necesario, la murmuración es un feo vicio que acarrea grandes males a la sociedad, ¡joder qué frase!, la murmuración puede hasta causar guerras, epidemias y otras catástrofes, don Claudio, el cuñado del tuerto Vagamian, se queda pensativo y en silencio, hubiera podido oírse el volar de una mosca, la laguna de Antela está llena de mosquitos, de ranas y de culebras de agua, y los muertos de Antioquía piden perdón tañendo las campanas la noche de San Juan, las campanas suenan muy raro con el agua encima.

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