Литмир - Электронная Библиотека

– Tuve suficiente presencia de ánimo para preguntarle al viejo, que temblaba como hoja, cómo nos mataría el monstruo -continuó don Juan-. Dijo que el monstruo pensaba rompernos todos los huesos del cuerpo, comenzando por los pies, mientras gritábamos en una agonía indescriptible, y que tardaríamos por lo menos cinco días en morir.

"Al instante, acepté las condiciones del hombre. Con lágrimas en los ojos el viejito me felicitó y dijo que en realidad el pacto no era tan malo. Íbamos a ser más prisioneros que esclavos del hombre monstruoso, pero que al menos comeríamos dos veces al día; y puesto que teníamos vida, podíamos trabajar para ganar nuestra libertad; podíamos fraguar, tramar, mentir y salir de ese infierno luchando a brazo partido.

Don Juan sonrió y luego comenzó a carcajearse. Parecía saber, de antemano, como iba yo a reaccionar con la historia del nagual Julián.

– Te dije que te ibas a enojar -dijo.

– Realmente no entiendo, don Juan -dije-. ¿Cuál era el motivo para montar un engaño tan elaborado?

– El motivo es muy sencillo -dijo sin dejar de sonreír-. Este es otro método de enseñanza, uno muy bueno. Requiere de una tremenda imaginación y de un tremendo control de parte del maestro. Mi método de enseñanza es más parecido a lo que tú consideras enseñanza. Requiere de una tremenda cantidad de palabras. Yo voy a los extremos de la plática. El nagual Julián iba a los extremos del acecho.

Don Juan dijo que entre los videntes hay dos métodos de enseñanza. Él los conocía bien a ambos. Prefería el método que explica todo y deja que la otra persona conozca de antemano el curso de la acción. Era el sistema que fomenta la libertad, la selección de alternativas y la compresión. Por otra parte, el método de su benefactor era más coercitivo y no permitía ni la selección de alternativas ni el entendimiento. Su gran ventaja era que obligaba a los guerreros a vivir directamente los conceptos de los videntes, sin ninguna elucidación intermediaria.

Don Juan explicó que todo lo que hizo su benefactor con él era una obra maestra de estrategia. Cada una de las palabras y acciones del nagual Julián era premeditada y escogida para crear un efecto particular. Su arte consistía en proporcionar el contexto más adecuado a sus palabras y acciones para que tuvieran el impacto necesario.

– Ese es el método de los acechadores -prosiguió don Juan-. No fomenta la comprensión sino la visión total. Por ejemplo, me llevó casi toda una vida comprender lo que me había hecho al ponerme frente a frente al aliado, y sin embargo yo me di cuenta de todo eso, sin explicación alguna, mientras vivía esa experiencia.

"Te he dicho, por ejemplo, que Genaro no entiende lo que hace, pero se da cuenta cabal de lo que está haciendo. Eso se debe a que su punto de encaje fue movido con el método de los acechadores.

Dijo que si el punto de encaje es movido de su sitio acostumbrado mediante el método de explicarlo todo, como en mi caso, siempre se requiere de otra persona no sólo para ayudar a desplazar el punto de encaje, sino también para dar las explicaciones de lo que está ocurriendo. Pero si el punto de encaje es movido mediante el método de los acechadores, como en su propio caso, o el de Genaro, sólo se requiere del acto catalizador inicial que, de un tirón, saca al punto de donde normalmente está localizado.

Don Juan dijo que cuando el nagual Julián lo hizo enfrentarse al aliado, su punto de encaje se movió con el impacto del miedo. Aunado a su débil condición física, un susto tan intenso era ideal para desplazar su punto de encaje.

A fin de neutralizar los efectos dañinos del susto, su impacto tenía que ser contrarrestado, pero no disminuido. El explicar lo que ocurría hubiera disminuido el miedo. Lo que quería el nagual Julián era asegurarse de que podría utilizar ese miedo catalizador inicial cuantas veces lo necesitara, pero también quería asegurarse de que podía contrarrestar su devastador impacto; ese era el motivo del engaño. Mientras más elaboradas y dramáticas eran sus historias, mayor era su efecto contrarrestante. Si él mismo parecía compartir el aprieto, el susto de don Juan no podía ser tan intenso como el que habría sentido si hubiera estado solo.

– Con su afición por el drama -prosiguió don Juan-, mi benefactor pudo mover mi punto de encaje lo suficiente para imbuirme, de inmediato, con las dos cualidades básicas de los guerreros: el esfuerzo sostenido y el intento inflexible. Yo sabía que para ser libre algún día, tendría que trabajar de manera constante y ordenada y en cooperación con el frágil viejito, quien a mi parecer necesitaba de mi ayuda tanto como yo necesitaba de la suya. Y también sabía sin duda alguna que eso era todo lo que yo quería hacer en esta vida.

No pude volver a hablar con don Juan hasta dos días después. Estábamos en Oaxaca, paseando en la plaza principal, temprano por la mañana. Había niños caminando a la escuela, gente yendo a misa, algunos hombres sentados en las bancas y conductores de taxi esperando a turistas del hotel.

– Hacer mover al punto de encaje -dijo don Juan-, es la culminación de lo que busca el guerrero. De ahí en adelante es otra búsqueda; es la búsqueda del vidente propiamente dicha.

Repitió que en el camino del guerrero, el mover el punto de encaje lo es todo. Los antiguos videntes jamás llegaron a esa conclusión. Pensaban que el movimiento del punto era como una marca que determinaba sus posiciones en una escala de méritos. Jamás concibieron que era precisamente esa posición la que determinaba lo que percibían.

– Con el método de los acechadores -continuó don Juan-, un acechador consumado como el nagual Julián puede lograr estupendos cambios del punto de encaje. Estos son movimientos muy sólidos. Como ya te darás cuenta, al apoyar al aprendiz, el maestro acechador obtiene la total cooperación y participación del aprendiz. Obtener la total cooperación y participación de alguien es probablemente el más importante resultado del método de los acechadores. Y el nagual Julián era un genio indisputable que siempre conseguía ambas cosas.

Don Juan dijo que no tenía palabras para describir la agitación y confusión que vivió al irse enterando, poco a poco, de la riqueza y lo complejo de la personalidad y la vida del nagual Julián. Mientras don Juan estuvo convencido de que trataba con un indefenso viejecillo, frágil y asustado, se sentía seguro de sí mismo, cómodo. Pero un día, poco después de haber hecho el trato con el hombre monstruoso, su seguridad se vino al suelo y se rompió para siempre. El nagual Julián le dio a don Juan otra desconcertante demostración de sus habilidades acechadoras.

Aunque para entonces don Juan ya estaba bastante repuesto, el nagual Julián aún dormía en el mismo cuarto para cuidarlo. Aquel día, cuando don Juan despertó, el nagual Julián le comunicó que su captor estaría ausente un par de días y que eso le iba a permitir un momento de libertad. En tono de confidencia dijo que él no era en realidad un viejecillo, sino que sólo pretendía serlo para burlar la vigilancia del hombre monstruoso.

Sin darle a don Juan ni tiempo de pensar, con increíble agilidad se levantó de su petate de un salto; se inclinó y metió la cabeza en un balde de agua durante un momento largo. Cuando se enderezó, tenía el cabello completamente negro, el cabello blanco había desaparecido, y don Juan miraba a un hombre que nunca había visto antes, un hombre qué a lo mucho tenía treinta años. Flexionó los músculos, respiró profundamente y estiró cada parte de su cuerpo como si hubiera estado demasiado tiempo en una jaula apretada.

– Cuando vi al nagual Julián como un hombre joven, pensé que en realidad era el demonio -continuó don Juan-. Cerré los ojos y supe que mi fin estaba cerca. El nagual Julián se rió hasta llorar.

Don Juan dijo que entonces el nagual Julián lo tranquilizó haciéndolo cambiar una y otra vez entre la conciencia del lado derecho y la del lado izquierdo.

46
{"b":"125174","o":1}