Comemos bayas y raíces. Nueces y hojas. Y animales muertos. Algunos son animales que encontramos. Otros los cazamos. Sabemos qué alimentos son buenos y cuáles son peligrosos. Si comemos algunos alimentos caemos al suelo castigados por haberlo hecho. Nuestra intención no era hacer nada malo. Pero la dedalera y la cicuta pueden matarte. Nosotros amamos a nuestros hijos y a nuestros amigos. Les advertimos para que no coman estos alimentos.
Cuando cazamos animales, es posible que ellos nos maten a nosotros. Nos pueden comer. 0 pisotear. 0 comer. Lo que los animales hacen puede significar la vida y la muerte para nosotros; su comportamiento, los rastros que dejan, las épocas de aparejarse y de parir, las épocas de vagabundeo. Tenemos que saber todo esto. Se lo contamos a nuestros hijos. Ellos se lo contarán luego a los suyos.
Dependemos de los animales. Les seguimos: sobre todo en inviemo cuando hay pocas plantas para comer. Somos cazadores itinerantes y recolectores. Nos llamamos pueblo de cazadores.
La mayoría de nosotros se pone a dormir bajo el cielo o bajo un árbol o en sus ramas. Utilizamos para vestir pieles de animal: para calentamos, para cubrir nuestra desnudez y a veces de hamaca. Cuando llevamos la piel del animal sentimos su poder. Saltamos con la gacela. Cazamos con el oso. Hay un lazo entre nosotros y los animales. Nosotros cazamos y nos comemos a los animales. Ellos nos cazan y se nos comen. Somos parte los unos de los otros. Hacemos herramientas y conseguimos vivir. Algunos de nosotros saben romper las rocas, escamarlas, aguzarías y pulirlas, y además encontrarlas. Algunas rocas las atamos con tendones de animal a un mango de madera y hacemos un hacha. Con el hacha golpeamos plantas y animales. Atamos otras rocas a palos largos. Si nos estamos quietos y vigilantes a veces podemos aproximamos a un animal y clavarle una lanza.
La carne se echa a perder. A veces estamos hambrientos y procuramos no damos cuenta. A veces mezclamos hierbas con la carne mala para ocultar su gusto. Envolvemos los alimentos que no se echan a perder con trozos de piel de animal. 0 con hojas grandes. 0 en la cáscara de una nuez grande. Es conveniente guardar comida y llevarla consigo. Si comemos estos alimentos demasiado pronto, algunos morirán más tarde de hambre. Tenemos pues que ayudarnos los unos a los otros. Por éste y por muchos otros motivos tenemos unas regias. Todos han de obedecer las reglas. Siempre hemos tenido regias. Las reglas son sagradas.
Un día hubo una tormenta con muchos relámpagos y truenos y lluvia. Los pequeños tienen miedo de las tormentas. Y a veces tengo miedo incluso yo. El secreto de la tormenta está oculto. El trueno es profundo y potente; el relámpago es breve y brillante. Quizás alguien muy poderoso esté muy irritado. Creo que ha de ser alguien que esté en el cielo.
Después de la tormenta hubo un chisporroteo y un crujido en el bosque cercano. Fuimos a ver qué pasaba. Había una cosa brillante, caliente y movediza, amarilla y roja. Nunca habíamos visto cosa semejante. Ahora le llamamos 'llama'. Tiene un olor especial. En cierto modo es una cosa viva. Come comida. Si se le deja come plantas y brazos de árboles, incluso árboles enteros. Es fuerte. Pero no es muy lista. Cuando acaba toda su comida se muere. Es incapaz de andar de un árbol a otro a un tiro de lanza si no hay comida por el camino. No puede andar sin comer. Pero allí donde encuentra mucha comida crece y da muchas llamas hijas.
Uno de nosotros tuvo una idea atrevida y terrible: capturar la llama, darle un poco de comer y convertirla en amiga nuestra. Encontramos algunas ramas largas de madera dura. La llama empezó a comérselas, pero lentamente. Podíamos agarrarlas por la punta que no tenía llama. Si uno corre deprisa con una llama pequeña, se muere. Sus hijos son débiles. Nosotros no corrimos. Fuimos andando, deseándole a gritos que le fuera bien. 'No te mueras' decíamos a la llama. Los otros cazadores nos miraban
con ojos asombrados.
Desde entonces siempre la hemos llevado con nosotros. Tenemos una llama madre para alimentar lentamente a la llama y que no muera de hambre. 1 La llama es una maravilla, y además es útil; no hay duda que es un regalo de seres poderosos. ¿Son los mismos que los seres enfadados de la tormenta?
La llama nos calienta en las noches frías. Nos da luz. Hace agujeros en la oscuridad cuando la Luna es nueva. Podemos reparar las lanzas de noche para la caza del día siguiente. Y si no estamos cansados podemos vemos los unos a los otros y conversar incluso en las tinieblas. Además y esto es algo muy bueno el fuego mantiene alejados a los animales. Porque de noche pueden hacemos daño. A veces se nos han comido incluso animales pequeños, como hienas y lobos. Ahora esto ha cambiado. Ahora la llama mantiene a raya a los animales. Les vemos aullando suavemente en la oscuridad, merodeando con sus ojos relucientes a la luz de la llama. La llama les asusta. Pero nosotros no estamos asustados con ella. La llama es nuestra. Cuidamos de ella. La llama cuida de nosotros.
El cielo es importante. Nos cubre, nos habla. Cuando todavía no habíamos encontrado la llama nos estirábamos en la oscuridad y mirábamos hacia arriba, hacia todos los puntos de luz. Algunos puntos se juntaban y hacían una figura en el cielo. Uno de nosotros podía ver las figuras mejor que los demás. Él nos enseñó las figuras de estrellas y los nombres que había que darles. Nos quedábamos sentados hasta muy tarde en la noche y explicábamos historias sobre las figuras del cielo: leones, perros, osos, cazadores. Otros, cosas más extrañas. ¿Es posible que fueran las figuras de los seres poderosos del cielo, los que hacen las tormentas cuando se enfadan?
En general el cielo no cambia. Un año tras otro hay allí las mismas figuras de estrellas. La Luna crece desde nada a una tajada delgada y hasta una bola redonda, y luego retorna a la nada. Cuando la Luna cambia, las mujeres sangran. Algunas tribus tienen reglas contra el sexo en algunos días del crecimiento y la mengua de la Luna. Algunas tribus marcan en huesos de cuerno los días de la Luna o los días en que las mujeres sangran. De este modo pueden preparar planes y obedecer sus reglas. Las reglas son sagradas.
Las estrellas están muy lejos. Cuando subimos a una montaña o escalamos un árbol no quedan más cerca. Y entre nosotros y las estrellas se interpolen nubes: las estrellas han de estar detrás de las nubes. La Luna, mientras avanza lentamente pasa delante de las estrellas. Luego se ve que las estrellas no han sufrido ningún daño. La Luna no se come las estrellas. Las estrellas han de estar detrás de la Luna. Parpadean. Hacen una luz extraña, fría, blanca, lejana. Muchas son así. Por todo el cielo. Pero sólo de noche. Me pregunto qué son.
Estaba una noche después de encontrar la llama sentado cerca del fuego del campamento pensando en las estrellas. Me vino lentamente un pensamiento: las estrellas son llama, pensé. Luego tuve otro pensamiento: las estrellas son fuegos de campamento que encienden otros cazadores de noche. Las estrellas dan una luz más pequeña que la de los fuegos de campamento. Por lo tanto han de ser fuegos de campamento muy lejanos. Ellos me preguntan: '¿Pero cómo puede haber fuegos de campamento en el cielo? ¿Por qué no caen a nuestros pies estos fuegos de campamento y estos cazadores sentados alrededor de las llamas? ¿Por qué no cae del cielo gente forastera?'
Son preguntas interesantes. Me preocupan. A veces pienso que el cielo es la mitad de una gran cáscara de huevo o de una gran nuez. Pienso que la gente que está alrededor de aquellos lejanos fuegos de campamento nos está mirando a nosotros, aquí abajo pero a ellos les parece que estamos arriba, y me dicen que estamos en su cielo, y se preguntan por qué no les caemos encima, si entiendes lo que digo. Pero los cazadores dicen: 'Abajo es abajo y arriba es arriba.' También esto es una buena respuesta.