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El mensaje Voyager se desplaza a una lentitud desesperante. Es el ob eto más rápido lanzado nunca por la especie humana, pero tardará decenas de miles de años en recorrer la distancia que nos separa de la estrella más próxima. Cualquier programa de televisión atraviesa en horas la distancia que el Voyager ha cubierto en años. Una transmisión de televisión que acaba de estar ahora mismo en el aire, en unas cuantas horas dará alcance a la nave espacial Voyager en la región de Satumo, y más allá, y continuará su carrera hacia las estrellas. Si va en la correspondiente dirección alcanzará Alpha Centauri en algo más de cuatro años. Si dentro de unas décadas o de unos siglos alguien en el espacio exterior oye nuestras emisiones de televisión, espero que piense bien de nosotros, porque somos el producto de quince mil millones de años de evolución cósmica, la metamorfosis local de la materia en consciencia. Nuestra inteligencia nos ha dotado recientemente de poderes terribles. No está todavía claro que tengamos la sabiduría necesaria para evitar nuestra propia destrucción. Pero muchos,de nosotros están luchando duro por conseguirlo. Confiamos que muy pronto, en la perspectiva del tiempo cósmico, habremos unificado pacíficamente nuestro planeta con una organización que respete la vida de todo ser vivo que lo habita, y que esté dispuesta a dar el siguiente gran paso, convertirse en parte de una sociedad galáctica de civilizaciones en comunicación.

Capítulo 12. Enciclopedia galáctica.

¿Tú qué eres? ¿De dónde viniste? Nunca vi nada semejante a ti. El Cuervo Creador miró al Hombre y… se sorprendió de que este extraño y nuevo ser fuera tan

parecido a él. Mito esquimal de la creación

El cielo ha sido fundado,

La Tierraha sido fundada,

¿Quién ha de vivir ahora, oh dioses?

Crónica azteca, La historia de los Reinos

Sé que algunos dirán que soy demasiado atrevido con estas afirmaciones sobre los planetas, y que subimos allí a través de muchas probabilidades, y si por casualidad una de ellas es falsa y contraria a lo supuesto, arruinaría como un mal fundamento todo el edificio, y lo haría caer por los suelos. Pero… si suponemos, tal como hicimos, que la Tierra es uno de los planetas, de dignidad y honor igual al resto, ‹',quién se atrevería a decir que no puede encontrarse en otro lugar nadie que disfr ute de¡ glorioso espectáculo de las obras de la naturaleza? ¿O que si hubiese otros espectadores que nos acompañan nosotros deberíamos ser los únicos que han entrado a fondo en sus secretos y su conocimiento?

CHRISTIAAN HUYGENS, Nuevas conjeturas referentes a los mundosplanetatios,

sus habitantes y sus producciones, hacia 1690

El autor de la Naturaleza ha hecho imposible que en nuestro estado actual tengamos alguna comunicación desde esta tierra con los demás grandes cuerpos del universo; y es posible que haya cortado de igual modo toda comunicación entre los demás planetas, y entre los diferentes sistemas… Observamos en todos ellos cosas suficientes para provocar nuestra curiosidad, pero no para satisfacerla… No parece conforme con la sabiduría que resplandece a través de toda la naturaleza suponer que deberíamos ver tan lejos y que nuestra curiosidad deberia ser excitada hasta tal punto… sólo para quedar defraudado al final… Esto nos conduce, pues, de modo natural a considerar nuestro estado actual sólo como el alba o inicio de nuestra existencia, como un estado de preparación o de examen para futuros avances…

COLIN MACLAURIN, 1748

No puede haber un lenguaje más universal y más simple, más libre de errores y de oscuridades… más digno de expresar las relaciones invariables de las cosas naturales [que las matemáticas]. Interpreta [todos los fenómenos] con el mismo lenguaje, como si quisiera atestiguar la unidad y simplicidad del plan del universo, y hacer aún más evidente este orden inalterable que preside Was las causas naturales.

JOSEPH FOURIER, Teo?ía analítica del color, 1822

HEMOS LANZADO CUATRO NAVES A LAS ESTRELLAS, los Pioneers 1 0 y 1 1 y los Voyagers 1 y 2. Son vehículos atrasados y primitivos que, comparados con las inmensas distancias interestelares, se mueven con la lentitud de una persecución de pesadilla. Pero en el futuro lo haremos mejor. Nuestras naves irán más rápidas. Se habrán estudiado objetivos interestelares, y más tarde o más temprano nuestras naves espaciales tendrán tripulaciones humanas. En la galaxia Vía Láctea debe haber muchos planetas millones de años más viejos que la Tierra, y algunos miles de millones de años más viejos. ¿Es posible que no nos hayan visitado? En todos los miles de millones de años que han pasado desde el origen de nuestro planeta, ¿no hubo nunca una nave forastera procedente de una civilización distante que estudiara nuestro mundo desde arriba, y que se posara lentamente en la superficie para que lo observaran libélulas iridiscentes, reptiles apáticos, primates chillones u hombres asombrados? La idea es muy natural. Se le ha ocurrido a cualquiera que se haya planteado, aunque sólo sea de paso, la cuestión de la vida inteligente en el universo. ¿Pero ha sucedido esto realmente? El tema crítico es la cualidad de las pruebas aportadas, que hay que escrutar de modo riguroso y escéptico, no lo que suena plausible, no el testimonio sin pruebas de uno o dos autoproclamados testigos. De acuerdo con estas normas no hay casos seguros de visitas extraterrestres, a pesar de todas las afirmaciones sobre ovnis y sobre antiguos astronautas que a veces hacen pensar que nuestro planeta está inundado de huéspedes no invitados. Yo desearía que no fuera así. Hay algo irresistible en el descubrimiento de una simple muestra, quizás de una compleja inscripción, y mucho mejor si contiene la clave para comprender una civilización extraña y exótica. Es una atracción que los hombres ya hemos sentido en otras ocasiones.

En 1801 un fisico llamado Joseph Fourier 1 era el prefecto de un departement de Francia llamado Isére. Mientras inspeccionaba las escuelas de su provincia, Fourier descubrió a un chico de once años cuya notable inteligencia y perspicacia con las lenguas orientales le había ganado ya la atención admirada de los estudiosos. Fourier le invitó a casa para charlar un rato. El chico quedó fascinado por la colección que Fourier poseía de objetos egipcios, reunidos durante la expedición napoleónica en la que él se había encargado de catalogar los monumentos astronómicos de aquella antigua civilización. Las inscripciones jeroglíficos provocaron una sensación de maravilla en el chico. ¿Pero, qué significan?, preguntó. Nadie lo sabe, fue la respuesta. El nombre del chico

era Jean Frangois Champollion. Entusiasmado por el misterio del lenguaje que nadie podía leer, se convirtió en un magnífico lingüista y se sumergió apasionadamente en la antigua escritura egipcia. En aquella época, Francia estaba inundada de objetos egipcios, robados por Napoleón y puestos luego a disposición de los estudiosos occidentales. Se publicó la descripción de la expedición y el joven Champollion la devoró. Cuando Champollion era adulto triunfó al fin: se cumplieron sus ambiciones de niño y descifró de modo brillante los antiguos jeroglíficos egipcios. Pero hasta 1828, veintisiete años después de su entrevista con Fourier, Champollion no puede desembarcar en Egipto, el país de sus sueños. Allí navegó río arriba hasta El Cairo, siguiendo el curso del Nilo, y rindiendo homenaje a la cultura en cuyo desciframiento había trabajado tan duramente. Era una expedición en el tiempo, una visita a una civilización extraña:

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