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La Compañía Holandesade las Indias Orientales, una empresa conjunta del gobierno y la iniciativa privada, envió barcos a los rincones más lejanos del mundo para adquirir mercancías raras y revenderlas provechosamente en Europa. Estos viajes fueron la sangre viva de la República. Las cartas y los mapas de navegación se consideraban secretos de estado. Con frecuencia los barcos embarcaban con órdenes selladas. Los holandeses hicieron de repente su aparición en todo el planeta. El mar de Barents en el océano Ártico y Tasmania en Australia tienen el nombre de capitanes de barco holandeses. Estas expediciones no eran simples empresas de explotación comercial, aunque de eso hubo mucho. Entraban en ellas poderosos elementos de aventura científica, y la obsesión por descubrir nuevas tierras, nuevas plantas y animales, nuevos pueblos; la búsqueda del conocimiento en sí.

El Ayuntamiento de Amsterdam refleja la imagen confiada y secular que tenía de sí la Holanda del siglo dieciséis. Se precisaron naves enteras cargadas de mármol para construirlo. Constantjin Huygens, un poeta y diplomático de la época, dijo que el Ayuntamiento dejaba de lado la miseria y el bizqueo del gótico En el Ayuntamiento hay todavía hoy una estatua de Atlas sosteniendo los cielos adornados con constelaciones. Debajo está la Justicia, de pie entre la Muerte y el Castigo, blandiendo una espada de oro y las balanzas, y pisando a la Avaricia y a la Envidia, los dioses de los mercaderes. Los holandeses, cuya economía estaba basada en el beneficio privado, comprendieron sin embargo que la búsqueda desenfrenada del beneficio suponía una amenaza para el alma de la nación.

Un símbolo menos alegórico puede encontrarse debajo de Atlas y de la Justicia, en el suelo del Ayuntamiento. Un gran mapa embutido, que data de finales del siglo diecisiete o principios del dieciocho, y alcanza desde África occidental hasta el océano Pacífico. El mundo entero era un escenario para Holanda. Y en este mapa los holandeses, con una modestia encantadora se omitieron a sí mismos, utilizando sólo el viejo nombre latino de Belgium para la parte de Europa que les correspondía.

En un año corriente muchos barcos partían para recorrer medio mundo, navegaban descendiendo por la costa occidental de África, atravesaban el mar que ellos llamaban Etíope, doblaban la costa sur de África, pasaban entre los estrechos de Madagascar, alcanzaban la punta más meridional de la India, y se dirigían finalmente a uno de sus puntos de mayor interés: las Islas de las Especies, la actual Indonesia. Algunas expediciones fueron desde allí hasta una tierra bautizada Nueva Holanda y llamada hoy Australia. Unos cuantos se aventuraron por los estrechos de Malaca, bordearon Filipinas y llegaron a China. Lo sabemos por una relación de mediados del siglo diecisiete que describe una Embajada de la Compañía de las Indias Orientales de las Provincias Unidas de los Países Bajos, al Gran Tártaro Cham, Emperador de la China. Los ciudadanos, embajadores y capitanes de mar holandeses quedaron patidifusos al encontrarse cara a cara con otra civilización en la Ciudad Imperial de Pekín.2 Holanda no había sido ni volvió a ser una potencia mundial de tal magnitud. Era un país pequeño, obligado a vivir de su propio talento, y que infundía a su política extranjera un fuerte aire pacifista. Su gran tolerancia por las opiniones no ortodoxas le convirtió en un paraíso para los intelectuales que huían de la censura y del control de pensamiento practicado en el resto de Europa; del mismo modo los EE. UU. se beneficiaron enormemente del éxodo de intelectuales que huían en los años treinta de la Europa dominada por los nazis. Así, en el siglo diecisiete Holanda fue el hogar del gran filósofo judío Espinoza, admirado por Einstein; de Descartes, una figura primordial en la historia de las matemáticas y de la filosofía; y de John Locke, un científico político que influyó sobre un grupo de revolucionarios de inclinación filosófica llamados Paine, Hamilton, Adams, Franklin y Jefferson. Nunca, ni antes ni después, ha estado Holanda adornada con una galaxia tal de artistas y de científicos, de filósofos y de matemáticos. Fue la época de los maestros pintores Rembrandt, Vermeer y Frans Hals; de Leeuwenhoek, el inventor del microscopio; de Willebrord Snell, que descubrió la ley de la refracción de la luz.

La Universidadde Leiden, siguiendo la tradición holandesa de apoyar la libertad de pensamiento, ofreció una cátedra a un científico italiano llamado Galileo, a quien la Iglesia católica había obligado bajo amenaza de tortura a retractarse de su herética afirmación de que la Tierra se movía alrededor del Sol y no al revés.3 Galileo mantenía relaciones intensas con Holanda, y su primer telescopio astronómico fue el perfeccionamiento de un catalejo de diseño holandés. Con él descubrió manchas solares, las fases de Venus, los cráteres de la Luna, y las cuatro grandes lunas de Júpiter llamadas, por este motivo, satélites galileanos. La descripción que el propio Galileo hace de sus dolores eclesiásticos está contenida en una carta que escribió en el año 1615 a la gran duquesa Cristina:

Como bien sabe vuestra Serena Majestad, hace algunos años descubrí en los cielos muchas cosas que no se habían visto antes de nuestra época. La novedad de estas cosas, y algunas consecuencias que de ellas se derivaban en contradicción con las nociones físicas comúnmente sostenidas por los filósofos académicos, han excitado contra mí a un no pequeño número de profesores (muchos de ellos eclesiásticos), como si yo hubiese colocado con mis propias manos esas cosas en el cielo a fin de trastocar la Naturaleza y de trastocar las ciencias. Parecen olvidar que el incremento en las verdades estimula la investigación, la fundación y el desarrollo de las artes.

La conexión entre Holanda como potencia exploradora y Holanda como centro cultural e intelectual fue muy fuerte. El perfeccionamiento de los barcos fomentó todo tipo de tecnología. La gente disfrutaba trabajando con sus manos. L‹)s inventos se apreciaban. El avance tecnológico exigía la búsqueda del conocimiento lo más libre posible, y así Holanda se convirtió en el principal editor y librero de Europa, traduciendo trabajos escritos en otras lenguas y permitiendo la publicación de libros prohibidos en otros países. Las aventuras en países exóticos y los encuentros con sociedades extrañas pusieron en tela de juicio la satisfacción propia, retaron a los pensadores a reconsiderar la sabiduría convencional y demostraron que ideas aceptadas durante milenios en geografía, por ejemplo eran fundamentalmente erróneas. En una época en que reyes y emperadores mandaban en casi todo el mundo, la República Holandesa estaba más,gobernada por el pueblo que cualquier otra nación. El carácter abierto de su sociedad y el estímulo que daba a la vida del pensamiento, su bienestar material y sus ansias de exploración y de utilización de nuevos mundos, generaron una alegre confianza en la empresa humana.

En Italia, Galileo había anunciado otros mundos, y Giordano Bruno había especulado sobre otras formas de vida. Por esto sufrieron brutalmente. Pero en Holanda, el astrónomo Christiaan Huygens, que creía en ambas cosas, fue colmado de honores. Su padre era Constantjin Huygens, un diplomático importante de la época, literato, poeta, compositor, músico, amigo íntimo y traductor del poeta inglés John Done, y cabeza de una gran familia arquetípica. Constantin admiraba al pintor Rubens y descubrió a un joven artista llamado Rembrandt van Rijn, en varios de cuyos trabajos apareció con posterioridad. Después de su primer encuentro, Descartes escribió de él: Apenas podía creer que una sola mente pudiera ocuparse de tantas cosas, y estar tan bien preparada en todas ellas. La casa de Huygens estaba llena de bienes procedentes de todas partes del mundo. Pensadores distinguidos de otras naciones eran con frecuencia sus huéspedes. El joven Christiaan Huygens, que crecía en este ambiente, se iba haciendo simultáneamente experto en lenguas, dibujo, derecho, ciencias, ingeniería, matemáticas y música. Sus intereses y lealtades eran amplios. El mundo es mi patria decía, la ciencia mi religión.

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