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Si estas son penas personales, a Portugal, como un todo, no le faltan alegrías. Se conmemoran ahora dos fechas, la primera es la aparición del profesor Antonio de Oliveira Salazar en la vida pública, hace ocho años, parece que fue ayer, cómo pasa el tiempo, para salvar a su país, y nuestro, del abismo, para restaurarlo, para imponerle nueva doctrina, fe, entusiasmo y confianza en el futuro, son palabras del periódico, y la otra fecha se refiere también al mismo profesor, suceso de más íntima alegría, suya y nuestra, que es el que haya cumplido, al día siguiente, los cuarenta y siete años de edad, nació en el mismo año en que Hitler vino al mundo y con poca diferencia de días, ya ven qué coincidencia, dos importantes hombres públicos. Y vamos a tener la Fiesta Nacional del Trabajo, con un desfile de millares de trabajadores en Barcelos, todos con el brazo extendido, a la romana, les queda el gesto de cuando Braga se llamaba Bracara Augusta, y un centenar de carrozas adornadas y mostrando escenas de faenas campestres, la vendimia, la pisa, la monda, el esfoyado, la trilla, y los alfareros haciendo gallos y pitos, la bordadora con su bastidor, el pescador con la red y el remo, el molinero con el burro y el saco de harina, la hilandera con el huso y la rueca, llevamos ya diez carrozas y han de pasar noventa, mucho se esfuerza el pueblo portugués y, como es sufrido y trabajador, lo va consiguiendo, pero en compensación no le faltan diversiones, conciertos de bandas filarmónicas, iluminaciones, rancho, fuegos de artificio, batallas de flores, repartos benéficos, una continua fiesta. Ahora bien, ante esta magnífica alegría, bien podemos proclamar, e incluso es nuestro deber hacerlo, que las conmemoraciones del Primero de Mayo han perdido todo su sentido clásico, no tenemos la culpa de que en Madrid lo celebren por las calles cantando La Internacional y dando vivas a la Revolución, excesos éstos que no están autorizados en nuestra patria, A Dios gracias, manifiestan a coro los cincuenta mil españoles que a este oasis de paz se han acogido. Ahora, lo más seguro es que aparezcan por aquí en cualquier momento otros tantos franceses, pues la izquierda ganó allí las elecciones, y el socialista Blum se ha declarado dispuesto de inmediato a formar un gobierno de Frente Popular. Sobre la augusta frente de Europa se acumulan nubes de tempestad, no le bastaba ir arrebatada a lomos del furioso toro español, ahora triunfa Chantecler con su inflamado cantar de gallo, pero, en fin, el primer maíz es para los gorriones, lo mejor de la cosecha es para quien lo merezca, prestemos oído atento al mariscal Pétain que, pese a ir tan avanzado en años, ochenta venerables inviernos, no se muerde la lengua, A mi entender, ha dicho el anciano, todo lo internacional es nefasto, todo lo nacional es útil y fecundo, hombre que así habla no morirá sin dar nuevas y más sustanciosas señales de sí.

Y ha acabado la guerra de Etiopía. Lo ha dicho Mussolini desde el balcón del palacio, Anuncio al pueblo italiano y al mundo que se ha acabado la guerra, y a esta voz poderosa, las multitudes de Roma, de Milán, de Nápoles, de Italia entera, millones de bocas, todos gritaron el nombre del Duce, los campesinos abandonaron los campos, los obreros las fábricas, danzando y cantando por las calles en patriótico delirio, bien verdad es lo que Benito proclama, que Italia tiene alma imperial, por eso se levantaron de sus históricas tumbas las sombras majestuosas de Augusto, Tiberio, Calígula, Nerón, Vespasiano, Nerva, Septimio Severo, Domiciano, Caracalla, y tutti quanti, restituidos a su antigua dignidad tras siglos de espera y de esperanza, ahí están, en formación, haciendo guardia de honor al nuevo sucesor, a la imponentísima figura, al altivo porte de Vittorio Emmanuele III, proclamado con todas las letras y en todas las lenguas emperador del África oriental Italiana, mientras Winston Churchill le da sus bendiciones, En el estado actual del mundo, el mantenimiento o la agravación de las sanciones contra Italia podría tener como consecuencia una guerra hedionda, sin que de ello resulte mayor ventaja para el pueblo etíope. Tranquilicémonos, pues. Guerra, si la hay, guerra será, por ser éste su nombre, pero no hedionda, como hedionda no fue la guerra contra los abisinios.

Addis-Abeba, oh lingüístico donaire, oh poéticos pueblos, quiere decir Nueva Flor. Addis-Abeba está en llamas, las calles cubiertas de muertos, los salteadores penetran en las casas, violan, saquean, degüellan a mujeres y niños mientras las tropas de Badoglio se aproximan. El Negus ha huido a la Somalia francesa, desde donde partirá para Palestina a bordo de un crucero británico, y un día de éstos, allá hacia fin de mes, en Ginebra, ante el solemne areópago de la Sociedad de Naciones, preguntará, Qué respuesta he de dar a mi pueblo, pero después de haber hablado, nadie le respondió, y aun antes de que empezara a hablar le abuchearon los periodistas italianos presentes, seamos tolerantes, es sabido que las exaltaciones nacionalistas obnubilan fácilmente la inteligencia, que tire la primera piedra quien nunca haya caído en esta tentación. Addis-Abeba está en llamas, las calles cubiertas de muertos, los salteadores penetran en las casas, violan, saquean, degüellan a mujeres y niños mientras las tropas de Badoglio se aproximan. Mussolini anuncia, Se ha cumplido el gran acontecimiento que sella el destino de Etiopía, y el sabio Marconi advirtió, Los que intenten resistir a Italia caen en la más peligrosa de las locuras, y Eden insinúa, Las circunstancias aconsejan el levantamiento de las sanciones, y el Manchester Guardian, que es el órgano gubernamental inglés, verifica, Hay numerosas razones para entregar colonias a Alemania, y Goebbels decide, La Sociedad de Naciones es buena, pero son mejores las escuadrillas de aviones. Addis-Abeba está en llamas, las calles cubiertas de muertos, los salteadores penetran en las casas, violan, saquean, degüellan a mujeres y niños mientras las tropas de Badoglio se aproximan, AddisAbeba está en llamas, ardían casas, saqueadas eran las arcas y las paredes, violadas las mujeres eran puestas contra los muros caídos, traspasados de lanzas los niños eran sangre en las calles. Una sombra pasa por la frente enajenada e imprecisa de Ricardo Reis, qué es esto, de dónde vino la intromisión, el periódico me informa sólo de que Addis-Abeba está en llamas, de que los salteadores están robando, violando, degollando, mientras las tropas de Badoglio se aproximan, el Diário de Notícias no habla de mujeres puestas contra los muros caídos ni de niños traspasados por las lanzas, en Addis-Abeba no consta que hubiera jugadores de ajedrez jugando al ajedrez. Ricardo Reis fue a buscar en la mesita de noche The god of the labyrinth, aquí está, en la primera página, El cuerpo, que fue encontrado por el primer jugador de ajedrez ocupaba, con los brazos abiertos, las casillas de los peones del rey y de la reina y las dos siguientes, en dirección al campo adversario, a mano izquierda de una casilla blanca, a mano derecha de una casilla negra, en todas las demás páginas leídas del libro no hay más que este muerto, luego no fue por aquí por donde pasaron las tropas de Badoglio. Deja Ricardo Reis The god of the labyrinth en el mismo lugar, abre un cajón de la mesa del despacho que fue del juez de Casación, en tiempo de esa justicia se guardaban comentarios manuscritos al Código Civil, y retira la carpeta de cintas que contiene sus odas, los versos secretos de que nunca habló a Marcenda, las hojas manuscritas, comentarios también, porque todo lo es, que Lidia un día encontrará, cuando el tiempo sea otro ya, de insuperable ausencia. Maestro, son plácidas, dice la primera hoja, y en este día primero otras hojas dicen, Los dioses desterrados, Coronadme de rosas, y otras cuentan, El dios Pan no ha muerto, De Apolo el carro rodó, y una vez más la conocida invitación, Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río, el mes es de junio y ardiente, la guerra ya no tarda, A lo lejos los montes tienen nieve y sol, con sólo tener flores a la vista, la palidez del día es levemente dorada, no tengas nada en las manos porque sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo. Otras y otras hojas pasan como han pasado los días, yace el mar, gimen los vientos en secreto, cada cosa en su tiempo tiene su tiempo, así bastantes los días se sucedan, bastante la persistencia del dedo mojado sobre la hoja, y fue bastante, aquí está, Oí contar que antaño, cuando Persia, ésta es la página, no otra, éste el ajedrez, y nosotros los jugadores, yo Ricardo Reis, tú lector mío, arden casas, saqueadas son las arcas y las paredes, pero cuando el rey de marfil está en peligro, qué importa la carne y el hueso de las hermanas y de las madres y de los niños, si carne y hueso nuestro en roca convertidos, convertido en jugador, y de ajedrez. Addis-Abeba quiere decir Nueva Flor, el resto queda dicho ya. Ricardo Reis guarda los versos, los cierra con llave, caigan ciudades y pueblos sufran, cese la libertad y la vida, por nuestra parte imitemos a los persas de esta historia, si silbamos, italianos, al Negus en la Sociedad de Naciones canturreemos, portugueses, a la suave brisa, cuando salgamos a la puerta de nuestra casa, El doctor parece muy animado, dirá la vecina del tercero, No le faltarán enfermos, añadirá la del primero, cada cual forma su juicio sobre lo que le había parecido y no sobre lo que realmente sabía, que era nada, el médico del segundo sólo hablaba para él.

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