– Háblame de él. Háblame de Andy.
Scooter se reclinó contra la pared y se apartó el pelo de los ojos. Tenía una asombrosa cantidad de granos en la cara. Lena podía haberle dicho que cortarse el pelo, o al menos llevarlo limpio, contribuiría enormemente a que le desaparecieran, pero ahora tenía otras cosas de qué hablar.
– ¿Salía con alguien? -le preguntó.
– ¿Quién, Andy? -Scooter negó con la cabeza-. No por mucho tiempo.
Levantó su vaso, en señal de que apuraran sus tragos. Lena se lo quedó mirando, sin querer participar.
– Primero habla conmigo -le dijo-, y luego te pondremos más.
– Necesito un chute -afirmó, y extendió el brazo hacia las jeringuillas del frigorífico.
– Espera un segundo -le conminó Ethan, apartándole la mano-. Has dicho que ibas a hablar con ella y lo harás, ¿entendido? Has dicho que le contarías lo que quería saber.
– ¿Lo he dicho? -preguntó Scooter, perplejo. Miró a Lena, y ésta asintió para confirmarlo.
– Sí, colega -dijo Ethan-. Lo has dicho. Lo has prometido porque quieres ayudar a Andy.
– Sí, vale -dijo Scooter, asintiendo con la cabeza. Tenía el pelo tan asqueroso que no se le movió. Ethan le lanzó una penetrante mirada a Lena.
– ¿Te das cuenta de lo que te hace esta mierda en el cerebro? Lena hizo caso omiso de sus palabras.
– ¿Andy salía con alguien? Scooter soltó una risita.
– Sí, pero ella no salía con él.
– ¿Quién? -preguntó Lena.
– Ellen, tía. La de su clase de arte.
– ¿Schaffer? -aclaró Ethan, y el nombre no pareció hacerle mucha gracia.
– Sí, tío, es una calentorra. Ya sabes a qué me refiero. -Scooter le dio un codazo a Ethan-. Está buenísima.
Lena intentó que no se desviara del tema.
– ¿Ella salía con alguien?
– Ella nunca saldría con alguien como Andy -dijo Scooter-.Es una diosa. Los simples mortales como Andy no son dignos ni de olerle las bragas.
– Esa tía es un depósito ambulante de semen -dijo Ethan con evidente disgusto-. Probablemente ni sabía que existía. Scooter soltó otra risita, y le dio otro codazo a Ethan.
– ¡A lo mejor Andy está ahí arriba, robando bragas en el cielo!
Ethan frunció el ceño, y apartó a Scooter de un empujón.
– ¿Qué? -preguntó Lena, perpleja.
– Maldita sea -dijo Scooter-, he oído decir que se le quedó una cara como si se hubiera tragado un petardo de los gordos.
– ¿A quién se le quedó así la cara? -preguntó Lena.
– ¡A Ellen! -respondió Scooter, como si fuera evidente-. Se voló la cabeza, tía. ¿De dónde coño sales?
La noticia dejó tiesa a Lena. Se había pasado el día en su habitación, mirando el identificador de llamadas. Nan la había telefoneado un par de veces, pero no había contestado. La muerte de Ellen Schaffer añadía un nuevo escollo a la investigación. Si era un montaje, como la de Andy, Jeffrey sería el doble de duro con ella.
Sin pensar, Lena bebió de la botella. Retuvo el líquido en la boca, saboreándolo antes de tragar. El vodka le quemó al bajar, y notó el trayecto hasta el estómago. Exhaló lentamente, más tranquila, más perspicaz.
– ¿Qué me dices del programa de desintoxicación al que lo enviaron sus padres? -preguntó.
Scooter lanzó otra mirada a sus jeringas, pasándose la lengua por los labios.
– Hizo lo que tenía que hacer para salir, ¿sabes? A Andy le gustaba el crack. Eso no podía evitarlo. Una vez te enamoras, acabas volviendo, como si fuera una amante.
Al parecer a Scooter le encantaba la palabra «amante», porque la repitió varias veces, prolongando la eme a cada repetición. Lena intentó reconducirle al tema.
– ¿Así que volvió y estaba limpio? Scooter asintió.
– Sí.
– ¿Y cuánto duró así?
– Hasta el domingo -dijo Scooter, y se puso a reír como si hubiera hecho un chiste.
– ¿Qué domingo?
– El domingo antes de morir -dijo Scooter-. Todo el mundo sabe que la poli encontró una jeringuilla en su casa.
– Cierto -dijo Lena, diciéndose que Frank se lo hubiera mencionado de ser verdad.
En el campus los rumores se extendían tan deprisa como las enfermedades de transmisión sexual.
– ¿No has dicho que le gustaba fumar? -preguntó Lena.
– Sí, sí -dijo Scooter-. Eso es lo que encontraron.
Lena miró a Ethan. Le preguntó a Scooter:
– Anteayer, ¿Andy se metió algo?
Scooter negó con la cabeza.
– No, pero sé que se metía.
– ¿Cómo estás tan seguro?
– Porque quiso comprarme a mí, tía.
Ethan se tensó.
– Compró una provisión el sábado por la noche y dijo que se lo iba a tomar el domingo -explicó Scooter-. Iba a hacer un viaje en alfombra mágica. Eh, ¿crees que eso es lo que significa la canción?
Lena intentó hacerle volver al tema.
– ¿Crees que quería matarse?
Ethan se puso en pie y se acercó a la ventana.
– Sí, no sé -dijo Scooter. De nuevo miró las jeringuillas-. Vino a mi cuarto y me dijo: «Tío, ¿tienes algo?», y yo le contesté: «Joder, Burke se larga la semana que viene, y me estoy preparando a tope», y él no dejaba de repetir: «Dame lo que tengas. Mira, dinero», y yo le decía: «Que te jodan, tío, que no, ésta es mi mierda, todavía me debes dinero de antes de irte a desintoxicar, mariconazo», y él…
Lena le interrumpió.
– ¿Andy tenía problemas de dinero?
– Sí, como siempre. Su madre le hacía pagar un alquiler y toda esa mierda. ¿Qué tomadura de pelo es ésa? Su propio hijo, y le hacía pagarse la ropa y toda la pesca como si estuviera en la puta beneficencia. -Se arregló los shorts-. Ese coche era cojonudo. -Se volvió hacia Ethan-. ¿Viste el automóvil que le había comprado su padre?
Lena intentó que Scooter se centrara.
– ¿Tenía dinero el sábado por la noche? ¿Sí o no?
– Joder, no lo sé. Eso creo. Al final pilló algo.
– Creí que le habías vendido tú.
– Joder, no, tía. Ya te lo he dicho, sabía lo que pretendía hacer. A mí no me pillan en esa mierda. Le vendes algo a un tío y la palma de sobredosis y al día siguiente tienes el culo entre rejas acusado de homicidio, y yo no voy a la cárcel, tía. Ya tengo un empleo apalabrado para cuando salga de aquí.
– ¿Dónde? -preguntó Lena, sintiendo curiosidad por saber quién coño contrataría a ese patético desecho humano.
Ethan no le dejó contestar.
– ¿Sabías que iba a matarse?
– Supongo. -Scooter se encogió de hombros-. Eso es lo que hizo la última vez. Compró una bolsa de mierda y se rajó el brazo con una hoja de afeitar. -Se dibujó una línea en el brazo para ilustrarlo-. Tía, más falso imposible. Sangre por todas partes, ni te lo imaginas. ¿Crees que debería haber dicho algo, tío? Yo no quería meterme en líos..
– Sí, joder -dijo Ethan, acercándose a la cama. Le dio una colleja a Scooter-. Sí, deberías haberle dicho algo. Tú le mataste, capullo, eso es lo que hiciste.
Lena dijo:
– Ethan…
– Vámonos de aquí -ordenó Ethan, abriendo la puerta con tanta fuerza que el pomo melló la pared del golpe.
Lena le siguió, pero cerró la puerta y se quedó en el cuarto.
– ¡Lena!
La puerta tembló con los golpes de Ethan, pero ella cerró con llave, con la esperanza de que eso le dejara fuera unos minutos.
– Scooter -dijo, asegurándose de que él le prestaba atención-, ¿quién le vendió las drogas?
Scooter se la quedó mirando.
– ¿Qué?
– ¿Quién le vendió las drogas a Andy? -repitió-. El sábado por la noche, ¿dónde consiguió las drogas?
– Mierda -dijo Scooter-, no lo sé. -Se rascó los brazos, incómodo ahora que Ethan no estaba-. Déjame en paz, ¿entendido?
– No -negó Lena-. No hasta que me lo digas.
– Tengo mis derechos.
– ¿Ah sí? ¿Quieres que llame a la policía? -Tenía la botella en una mano, y cogió las jeringuillas llenas con la otra-. Vamos a llamar a la poli, Scooter.
– Ah, joder, tía, vamos.
Hizo un débil intento de llegar hasta las jeringuillas, pero Lena fue más rápida.
– ¿Quién le vendió la droga a Andy?