– Desde luego que sí. -Sonriendo, él la metió de un empujón en la cabina-. Pero, dada nuestra relación, me encargaría de hacerlo deprisa y de la forma menos dolorosa posible.
Ella lo fulminó con la mirada.
– Entonces tendré que decir que eso también va por ti.
– Desde luego. Ala este, planta tercera -ordenó él, y con un apretón de manos añadió-: No permitiría que fuera de otro modo.