– Creo que probablemente lo es…
No esperaba encontrar a Mish en su despacho: eran las nueve de la noche. Su intención consistía en dejarle un recado para que se lo transmitieran. Por suerte, sin embargo, Mish se encontraba aún en el edificio.
– Estaba poniendo al día mi papeleo burocrático -explicó-. ¿Qué sucede?
– Steve Logan y Dennis Pinker no son gemelos.
– Pero creí…
– Son trillizos.
Hubo una larga pausa. Cuando Mish volvió a hablar, su tono era cauteloso.
– ¿Cómo lo sabes?
– ¿Recuerdas que te conté cómo di con Steve y Dennis… a través de la revisión de una base de datos, buscando parejas con historia les semejantes?
– Sí.
– Esta semana repasé el archivo de huellas dactilares del FBI en busca de huellas que fueran similares. En el programa me han salido Steve, Dennis y un tercer individuo en un grupo.
– ¿Tienen huellas dactilares idénticas?
– Idénticas con exactitud, no. Similares. Pero acabo de llamar al tercer sujeto. Su voz era igual que la de Steve. Estoy dispuesta a apostarme el cuello a que se parecen como dos gotas de agua. Debes creerme, Mish.
– ¿Tienes una dirección?
– Si. De Nueva York.
– Dámela.
– Con una condición.
La voz de Mish se endureció.
– Estás hablando con la policía, Jeannie. Nada de imponer condiciones, te limitas a responder a nuestras malditas preguntas y a otra cosa. Ahora, dame esa dirección.
– Tengo que darme una satisfacción. Quiero verle.
– Lo que quieres es ir a la cárcel, esa es la cuestión en lo que a ti concierne en estos momentos, porque si no quieres verte entre rejas, dame esas señas.
– Quiero que vayamos a verle las dos juntas. Mañana.
Otra pausa.
– Debería meterte en el talego por proteger a un delincuente.
– Podríamos coger el primer avión que salga para Nueva York mañana por la mañana.
– Vale.