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Cerré el anuario. ¿Jamie Sullivan? ¿La hija de Hegbert? De ninguna manera. Absolutamente no. Mis amigos me quemarían vivo.

Pero comparado con ir con mi madre o limpiar el vómito o aún peor, Por Dios… ¿Carey Dennison?

Pasé el resto de la tarde pensando sobre los pros y los contras de mi dilema. Créanme, iba y venía todo ese rato, pero al final la opción era obvia, aún para mí. Tenía que preguntar a Jamie sobre el baile, y estaba dando vueltas alrededor del cuarto pensando en el mejor modo de preguntarle.

Fue entonces que comprendí algo terrible, algo absolutamente espantoso. Carey Dennison, pronto pensé, ahora estaba probablemente haciendo exactamente la misma cosa que yo. ¡Él probablemente miraba el anuario, también! Él era extraño, pero él no era la clase de tipo al que le gustaría limpiar el vómito, tampoco, y si hubieran visto a su madre, sabrían que su opción era aún peor que la mía. ¿Que pasaría si él le preguntó a Jamie primero? Jamie no le diría que no, y siendo realistas ella era la única opción que él tenía. Nadie además de ella o un muerto saldrían con él. Jamie ayudaba a todos – era una igualdad de oportunidades. Escucharía la voz chirriante de Carey probablemente, y su corazón lleno de bondad comenzaría a irradiar caridad, y le daría una respuesta afirmativa.

Así que ahí estaba, sentado en mi cuarto, loco con la posibilidad que Jamie no pudiera ir al baile conmigo. Apenas dormí esa noche, tengo que decirlo, era creo yo la cosa más extraña que yo alguna vez había experimentado. No pienso que alguien alguna vez se haya preocupado por invitar a salir a Jamie. Planeé preguntarle a primera hora de la mañana mientras que todavía tenía valor, pero Jamie no estaba en la escuela. Supuse que estaba trabajando con los huérfanos en Morread City, como lo hacía cada mes. Algunos de nosotros habíamos tratado de salir de la escuela con esa excusa también, pero Jamie era la única que en verdad iba para allá. El director sabía que ella les leía o les ayudaba con las manualidades o tan sólo jugaba juegos con ellos. No estaba saliendo a escondidas a la playa o pasando el rato en la cafetería de Cecil o algo así. El solo pensarlo era completamente ridículo.

"¿Conseguiste ya una cita?" Eric me preguntó entre clases. Él sabía muy bien que no, pero aunque era mi mejor amigo, le gustaba molestar de vez en cuando.

"Aún no", dije, "pero estoy trabajando en eso". Cuando iba rumbo el salón, Carey Dennison estaba extendiendo la mano en su armario. Juro que me lanzó una pequeña mirada furiosa y maliciosa cuando pensaba que no lo estaba mirando. Ésa fue la clase de cosas que me sucedieron ese día.

Los minutos pasaron despacio durante la clase final. Según como lo calculé – si Carey y yo saliéramos al mismo tiempo, podría llegar a casa de ella primero, con esas piernas flacuchas que él tenía. Empecé a animarme a mí mismo, y cuando la campana sonó, me largué de la escuela corriendo a todo gas. Estaba volando por el camino, y luego empecé a ponerme un poco cansado, y luego un calambre empezó. Muy pronto todo lo que podía hacer era caminar, pero ese calambre empezó a dolerme realmente, y tuve que inclinarme y sujetar mi cuerpo mientras guardé reposo. Por como recorría las calles de Beaufort, parecía una versión jadeante del Jorobado de Notre Dame. Detrás de mí pensaba haber escuchado la molesta risa de Carey. Di media vuelta, clavando mis dedos en mi intestino para sofocar el dolor, pero no pude verlo. ¡Tal vez estaba cortando camino por el jardín trasero de alguien! Era un bastardo maldito, ese tipo. No podías confiar en él ni por un minuto.

Comencé a tropezar aún más, y bastante pronto llegué a la calle de Jamie. Para entonces yo sudaba mucho mi camisa que ya estaba toda empapada y además jadeaba bastante fuerte.

Bien, llegué a la puerta principal, tarde un segundo en tomar aire, y toqué por fin. A pesar de mi precipitación para llegar a su casa, mi pesimismo me hizo pensar que Carey sería quien abriría la puerta para mí. Lo imaginé sonreírme con una expresión vencedora en sus ojos, y diciendo algo como "Lo siento, camarada, haz llegado demasiado tarde".

Pero Carey no fue el que abrió, fue Jamie, y por primera vez en mi vida la vi como si fuera una persona común y corriente. Llevaba puestos unos pantalones de mezclilla y una blusa roja, y aunque su pelo todavía estaba todo ajustado con la dona, parecía más informal de como generalmente se veía. Me di cuenta de que podía ser linda en realidad si le diera la oportunidad.

"Landon", dijo cuando abrió la puerta, "¡que sorpresa!" Jamie siempre se alegraba de ver a todos, incluyéndome a mí, aunque pienso que mi apariencia la sobresaltó. "Luces como si hubieras estado haciendo ejercicio", dijo.

"No realmente", le dije, pasando un trapo por mi frente. Afortunadamente el calambre estaba desapareciendo rápido.

"Haz estado sudando bastante tu camisa".

"¡Ah!, ¿eso?" miré mi camisa. "Eso no es nada. Sólo sudo mucho algunas veces".

"Tal vez debería de checarte un médico."

"Estaré bien, estoy seguro."

"Diré una plegaria por ti de todos modos", ella me dijo sonriendo. Jamie siempre rezaba por alguien. Yo también me podría unir al club.

"Gracias", dije.

Ella miró hacia abajo y arrastró sus pies por un momento. "Bien, te invitaría a entrar, pero mi padre no está en casa, y no admite niños en la casa mientras no está por aquí".

"¡OH!", dije con desaliento, "Eso está bien. Podemos hablar aquí, supongo". Si hubiera habido manera, lo habría hecho dentro.

"¿Te gustaría un poco de limonada mientras nos sentamos?" preguntó. "Sólo hice una poca".

"Me encantaría una poca", dije.

"Regreso rápido". Entró en la casa, pero dejó la puerta abierta y eche una mirada rápida por todas partes. La casa era pequeña pero ordenada, con un piano contra una pared y un sofá contra otra. Un pequeño abanico oscilando en una esquina. Sobre la mesa de centro había libros con nombres como Escuchar a Jesús y La Fe es la Respuesta. Su Biblia estaba ahí también, y estaba abierta en el capítulo sobre Lucas.

Un momento después Jamie regresó con la limonada, y tomamos asiento en dos sillas cerca de la esquina del pórtico. Sabía que ella y su padre se sentaban allí en las tardes porque pasé por su casa un par de veces. Tan pronto como nos sentamos, vi a la Señora Hastings, su vecina del otro lado de la calle, que nos saludaba con la mano. Jamie agitaba su mano mientras yo me escudaba en mi silla de modo que la Señora Hastings no pudiera ver mi cara. Aunque fui a invitar a Jamie al baile, no quería nadie – incluyendo a la Sra. Hastings me viera allí por la posibilidad remota de que ya hubiera aceptado la propuesta de Carey. Era una cosa ir con Jamie, pero era otra cosa ser rechazado por ella gracias a un tipo como Carey.

"¿Qué estás haciendo?" Jamie me preguntó. "Estás cambiando de lugar tu silla hacia donde hay sol". "Me gusta el sol", dije. Tenía razón, sin embargo. Casi inmediatamente podía sentir los rayos quemar a través de mi camisa y hacerme sudar otra vez.

"Si es eso lo que quieres", dijo, sonriendo. "Así que, ¿de qué querías hablarme?".

Jamie extendió la mano arriba y empezó a arreglar su pelo. Según mis cálculos, no se había movido en absoluto. Tomé un profundo respiro, tratando de tomar valor, pero no pude forzarme a decirlo aún.

"Así que," dije despacio, "¿estabas en el orfanato hoy?" Jamie me miró con curiosidad. "No. Mi padre y yo estábamos en la oficina del doctor".

"¿Él está bien?"

Sonrío. "Tan sano como puede".

Asentí con la cabeza y eché un vistazo al otro lado de la calle. La Sra. Hastings había vuelto dentro, y no podía ver a alguien más en las inmediaciones. La costa estaba definitivamente clara, pero yo aún no estaba listo.

"Hoy es un día hermoso", dije, despistado.

"Sí".

"Algo caliente, también".

"Eso es porque estas en el sol".

Miré alrededor, sintiendo la presión sobre mí. "Por que, apuesto no hay ni una nube en el cielo entero".

Esta vez Jamie no respondió, y estábamos en silencio por algunos momentos.

"¿Landon?", dijo, "definitivamente no viniste a hablar del clima, ¿o sí?".

"No realmente".

"Entonces ¿por qué estás aquí?".

El momento de la verdad había llegado, y aclare mi garganta.

"Bien… pues quería saber si iras al baile de bienvenida".

"Ah", dijo ella. Su tono lo hizo parecer como si ella fuera inconsciente de que tal cosa existía. Me moví en mi asiento y esperé su respuesta.

"No había planeado ir realmente", dijo definitivamente.

"¿Pero si alguien te pidiera ir, tu podrías?"

Tardó un momento en responder.

"No estoy segura", dijo, pensando cuidadosamente. "Supongo que podría ir, si consiguiera permiso. Nunca antes he estado en un baile de la escuela".

"Son divertidos", dije rápidamente. "No demasiado divertidos, pero sí son divertidos". Especialmente cuando los comparo con mis otras opciones, eso no se lo dije claro.

Sonrío al oír lo que dije. "Tendría que hablar con mi padre, por supuesto, pero si él dijera que esta bien, entonces supongo que podría ir".

En el árbol al lado del pórtico, un ave empezó a chirriar ruidosamente, como si supiera que no debía estar ahí. Me concentré en el sonido, tratando de calmar mis nervios. Hace solo dos días no podía haberme imaginado en esa situación, pero repentinamente allí estaba, a punto de escucharme a mí mismo diciendo las palabras mágicas.

"Bien, pues ¿te gustaría ir al baile conmigo?".

Yo podría decir que ella estaba sorprendida. Pienso que ella creyó que probablemente iría yo en representación de alguien más. A veces los adolescentes enviaban a sus amigos a "Explorar el terreno", por así decirlo, para no enfrentar el posible rechazo. Aunque Jamie no era como todos los demás adolescentes, estoy seguro que estaba familiarizada con el concepto, por lo menos en teoría.

En lugar de responder de inmediato, hizo otra cosa, Jamie se quedó pensando por un momento largo. Tuve una sensación de aprensión en mi estómago porque supuse que iba a decir que no. Las visiones de mi madre, vómito, y Carey inundaron mi mente, y de repente lamentaba la manera en que había actuado hacia ella todos esos años. Mantenía los recuerdos de las épocas en que la había molestado o llamado a su padre fornicador o cuando sólo nos reíamos de ella a sus espaldas. Justo cuando me estaba sintiendo horrible por todas esas cosas e imaginando cómo podría evitar a Carey durante cinco horas, se giró y me miró otra vez. Tenía una sonrisa leve sobre su rostro.

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