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Apartó la mirada. "Sí", dijo definitivamente, "estoy asustada constantemente".

"¿Entonces por qué no actúas como tal?".

"Lo hago. Sólo que lo hago en privado".

"¿Porque no confías en mí?".

"No", dijo, "porque sé que estás asustado también".

Empecé a rezar por un milagro.

Ocurren constantemente supuestamente, y leía acerca de ellos en los periódicos.

Las personas que recuperaban el uso de sus miembros después de que nunca caminarían otra vez, o de algún modo sobreviviendo a un accidente terrible cuando toda esperanza estaba perdida. De vez en cuando la carpa de algún pastor viajero sería puesta en las afueras de Beaufort, y las personas irían allí para mirar cuando otras personas eran curadas. Había ido a un par, y sin embargo. Supuse que la mayor parte de la curación no era nada más que un espectáculo de magia superficial, debido a que nunca reconocía a las personas que fueron curadas, ocasionalmente había cosas que incluso yo no podía explicar. Un hombre viejo llamado Sweeney, que era panadero aquí en el pueblo, había estado en la Primera Guerra Mundial con una unidad de artillería detrás de las trincheras, y meses de bombardear los enemigos lo habían dejado sordo de una oreja. Era un hecho – no podía escuchar una sola cosa realmente, y había habido veces cuando éramos niños que habíamos sido capaces de robar un rollo de canela estando él allí. Pero el pastor empezó a rezar febrilmente y colocó su mano sobre la cabeza de Sweeney. Sweeney gritó fuerte, haciendo a las personas saltar prácticamente afuera de sus asientos. Tenía una expresión aterrorizada sobre su cara, como si el tipo lo hubiera tocado con algo caliente, pero luego agitó su cabeza y miró, pronunciando las palabras de "Puedo escuchar otra vez". Incluso él no podía creerlo. "El Señor", el pastor habían dicho cuando Sweeney regresaba a su asiento, "puede hacer lo que sea. El Señor escucha nuestras oraciones".

Así que esa noche abrí la Biblia que Jamie me había dado en la Navidad y empecé a leer. Ahora, yo había oído todo sobre la Biblia en la catequesis y en la iglesia, pero francamente, sólo recordaba los rasgos sobresalientes – el Señor envió las siete pestes así que los israelitas pudieron dejar Egipto, cuando Jonás fue tragado por una ballena, Jesús cruzando el agua o el pasaje de Lázaro con los muertos. Había otros más, también. Sabía que prácticamente cada capítulo de la Biblia tiene al Señor haciendo algo espectacular, pero no había aprendido todo. Como cristianos dependimos de las enseñanzas del Nuevo Testamento en exceso, y no sabía las primeras cosas sobre libros como los de Josué o Ruth o Joel. La primera noche leí por entero el Génesis, la segunda noche leí el Éxodo. Levíticos después, seguido por los Números y luego Deuteronomio. La trama se ponía un poco lenta en ciertas partes, especialmente cuando todas las leyes estaban siendo explicadas, por supuesto no podía dejarlo ahí. Fue una compulsión que no comprendía completamente.

Era tarde una noche, y estaba cansado cuando llegué a los salmos por fin, pero de algún modo sabía que eso era lo que estaba buscando. Todos han escuchado el Salmo Veintitrés, que empieza, "El Señor es mi pastor", pero quería leer los otros, ya que ninguno de ellos, como se suponía, era más importante que los demás. Después de una hora encontré una sección subrayada que asumí que Jamie había marcado porque le significaba algo.

Esto es el lo que decía:

¡Lloro por ti, mi Señor, mi apoyo! No seas sordo ante mí, ya que si estás callado, bajaré al hoyo como el resto. Escucha mi voz levantada cuando te pido ayuda, como levanto mis manos, mi Señor, hacia tu santuario.

Cerré la Biblia con lágrimas en mis ojos, sin terminar el salmo. De algún modo sabía que lo había subrayado para mí.

"No sé qué hacer", dije anonadadamente, mirando fijamente la luz débil de mi lámpara de dormitorio. Mi mamá y yo estábamos sentados sobre mi cama. Se estaba acercando el final de enero, el mes más difícil de mi vida, y sabía que en febrero las cosas solamente se pondrían peores.

"Sé que esto es duro para ti", murmuró, "pero no hay nada que tú puedas hacer".

"No me refiero a que Jamie esté enferma – sé que no hay nada que pueda hacer sobre eso. Me refiero a Jamie y yo".

Mi madre me miró compasivamente. Estaba preocupada por Jamie, pero estaba también preocupada por mí. Continué.

"Es difícil para mí hablarle. Todo lo que puedo hacer cuando la miro es pensar en el día en no podré hacerlo. Así que paso todo mi tiempo en la escuela pensando en ella, deseando que pudiera verla ahí mismo, pero cuando llego a su casa, no sé qué decir".

"No sé si hay algo que puedas decir para hacerla sentir mejor".

"¿Entonces qué debo hacer?".

Me miró tristemente y puso su brazo alrededor de mi hombro.

"La quieres realmente, ¿no es así?", dijo.

"Con todo mi corazón".

Parecía tan triste como nunca la había visto. "¿Qué es lo que tu corazón te está diciendo que hagas?".

"No sé".

"Puede que sí", dijo suavemente, "pero debes intentar fuerte para escuchar".

El día siguiente estuve mejor con Jamie, sin embargo no mucho. Antes de llegar, me había dicho a mí mismo que no diría nada que la hiciera sentir mal – probaría hablarle como lo hacía antes – y fue exactamente cómo lo hice. Me senté sobre su sofá y le conté sobre algunos de mis amigos y lo que estaban haciendo; le conté sobre el éxito del equipo del básquetbol. Le dije que todavía no había tenido noticias de UNC, pero que era probable que las hubiera dentro de las siguientes semanas. Le dije que estaba esperando con ansia la ceremonia de entrega de diplomas. Le hablé como si fuera a estar de regreso en la escuela la semana siguiente, y sabía que parecía nervioso a la vez. Jamie sonrío y asentía con la cabeza las veces apropiadas, haciendo preguntas de vez en cuando. Pero pienso sabíamos que cuando terminara de hablar de eso sería la última vez que lo haría así. No sentía que fuera correcto hacerlo.

Mi corazón me decía la misma cosa exactamente. Recurrí a la Biblia otra vez, con la esperanza de que me serviría de guía.

"¿Cómo te sientes?" Le pregunté un par de días después.

Ya Jamie había perdido más peso. Su piel empezaba a tomar un matiz ligeramente grisáceo, y los huesos en sus manos estaban empezando a verse a través de su piel.

Otra vez vi moretones. Estábamos dentro de su casa en la sala; el frío era demasiado para ella.

A pesar de todo, se veía hermosa.

"Estoy bien", dijo, sonriendo valientemente. "Los doctores me han dado un poco de medicina para el dolor, y parece ayudarme un poco".

Había estado visitándola todos los días. El tiempo parecía estar disminuyendo su velocidad y apresurándose a la misma vez.

"¿Puedo hacer algo por ti?".

"No, gracias, estoy bien".

Miré la habitación, y luego de nuevo a ella.

"He estado leyendo la Biblia ", le dije.

"¿Lo haz hecho?" Su cara se iluminó, recordándome al ángel a quien había visto en la obra dramática. No podía creer que solamente seis semanas habían pasado.

"Quería que lo supieras".

"Me alegra que me lo digas".

"Leí el libro de Job anoche", dije, "donde Dios clavó a Job esporádicamente para evaluar su fe".

Sonrío y extendió la mano para acariciar mi brazo, su mano blanda sobre mi piel. Se sentía bonito. "Debe leer otra cosa. Eso no es sobre Dios en uno de sus mejores momentos".

"¿Por qué le habría hecho eso?".

"No sé", dijo.

"¿Alguna vez te has sentido como Job?".

Sonrío, con un centelleo pequeño en sus ojos. "A veces".

"¿Pero tú no has perdido tu fe?".

"No". Sabía que no la había perdido, pero pienso que estaba perdiendo la mía.

"¿Es porque piensas que podrías ponerte mejor?".

"No", dijo, "es porque es lo único que me queda".

Después de eso, empezamos a leer la Biblia juntos. Parecía que era lo mejor para hacer de algún modo, pero mi corazón me estaba diciendo que todavía podría haber algo más. Por la noche estuve acostado despierto, preguntándome sobre eso.

Leer la Biblia nos dio algo para concentrarnos, y de repente todo empezó a ponerse mejor entre nosotros, tal vez porque no estaba tan preocupado por hacer algo para ofenderla. ¿Qué podía estar mejor que leer la Biblia? Sin embargo no sabía tanto como ella sobre eso, pienso que apreciaba el gesto, y ocasionalmente cuando leíamos, ella ponía su mano sobre mi rodilla y sólo escuchaba mi voz en la habitación.

Sin embargo había otras veces en que estaba sentado al lado de ella en el sofá, mirando la Biblia y mirando a Jamie de reojo al mismo tiempo, y encontrábamos un pasaje o un salmo, tal vez incluso un proverbio, y le preguntaba qué pensaba sobre eso. Tenía una respuesta siempre, y yo asentiría con la cabeza, pensando en eso.

A veces ella me preguntaba qué pensaba yo, y hacía todo lo posible, también, aunque había momentos cuando estaba fanfarroneando y era seguro que ella lo sabía. "¿Eso es el lo que realmente significa para ti?" Preguntaría, y frotaría mi barbilla y pensaba en ello antes de tratar otra vez. A veces, sin embargo, era su culpa cuando no podía concentrarme, con esa mano sobre mi rodilla y todo.

Un viernes por la noche la lleve cenar a mi casa. Mi mamá se reunió con nosotros para la comida principal, dejó la mesa entonces e iba a su recámara con el propósito de que pudiéramos estar solos.

Era bonito estar allí, sentado con Jamie, y sabía que ella se sentía de la misma manera. No había estado fuera de su casa mucho tiempo, y eso era un buen cambio para ella.

Desde que me había dicho sobre su enfermedad, Jamie había dejado de llevar su pelo agarrado con la dona, y todavía era tan impactante como lo fue la primera vez que la había visto así. Ella miraba el armario de la vajilla – mamá tenía uno de esos armarios con luces dentro – cuando extendí la mano al otro lado de la mesa y tomé la suya.

"Gracias por venir esta noche", dije.

Ella puso su atención de nuevo en mí. "Gracias por invitarme".

Pausé. "¿Cómo sigue tu padre?".

Jamie suspiró. "No demasiado bien. Me preocupa mucho".

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