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E l filósofo alemán Schopenhauer caminaba por una calle de Dresde, buscando respuestas a preguntas que lo atormentaban. De repente, vio un jardín, y decidió quedarse durante horas observando las flores. Uno de los vecinos vio el comportamiento extraño de aquel hombre, y llamó a la guardia nacional. Minutos después, un policía se acercaba a Schopenhauer. -¿Quién es usted? -preguntó el policía, con voz dura. Schopenhauer miró de arriba abajo al hombre que estaba delante de él. -Si sabe usted responder a esa pregunta -dijo el filósofo-, le estaré eternamente agradecido.

U n hombre en busca de sabiduría decidió irse a las montañas, pues le habían dicho que cada dos años Dios se aparecía allí. Durante el primer año, comió todo lo que la tierra le ofrecía. Al final, la comida se acabó, y tuvo que regresar a la ciudad. -¡Dios es injusto! -exclamó-. No vio que estuve aquí durante todo este tiempo, esperando oír su voz. Ahora tengo hambre, y vuelvo sin oírlo. En ese momento, apareció un ángel. -A Dios le gustaría mucho conversar contigo -dijo el ángel-. Durante un año te dio alimento. Esperaba que tú te encargases de tu alimentación al año siguiente. Sin embargo, ¿qué plantaste? Si un hombre no es capaz de conseguir comida en el lugar donde vive, no está preparado para conversar con Dios.

N osotros pensamos: «Bueno, realmente parece que la libertad del hombre consiste en escoger la propia esclavitud. Trabajo ocho horas al día y, si me ascienden, pasaré a trabajar doce horas. Me casé, y ahora ya no tengo tiempo para mí mismo. Busqué a Dios, y me veo obligado a ir a cultos, misas, ceremonias religiosas. Todo lo que es importante en esta vida, amor, trabajo, fe, acaba transformándose en una carga demasiado pesada.» Dice el maestro: Sólo el amor nos hace escapar. Sólo el amor a lo que hacemos transforma la esclavitud en libertad. Si no podemos amar, es mejor parar ahora. Jesús dijo: «Si tu ojo izquierdo se escandaliza, arráncatelo. Es mejor estar ciego de un ojo que hacer que todo tu cuerpo perezca en las tinieblas.» La frase es dura. Pero es así.

U n ermitaño consiguió ayunar durante un año, comiendo sólo una vez a la semana. Después de tanto esfuerzo, le pidió a Dios que le revelase el significado de un determinado pasaje bíblico. No escuchó ninguna respuesta. -¡Qué desperdicio de tiempo! -dijo el monje para sí mismo-. ¡Hice todo este sacrificio y Dios no me responde! Es mejor salir de aquí y encontrar a otro monje que sepa el significado de este texto. En ese momento, apareció un ángel. -Los doce meses de ayuno sólo te han servido para que te creyeses que eras mejor que los demás, pero Dios no escucha a los vanidosos -dijo el ángel-. Pero en cuanto mostraste humildad y pensaste en pedir ayuda a tu prójimo, Dios me envió. Y el ángel reveló al monje lo que quería saber.

D ice el maestro: Reflexionad sobre cómo ciertas palabras fueron construidas para mostrar claramente lo que quieren decir. Tomemos la palabra «preocupación», y dividámosla en dos: pre y ocupación. Significa ocuparse de algo antes de que ocurra. ¿Quién, en todo este universo, puede tener el don de ocuparse de algo que todavía no ha ocurrido? Nunca te preocupes. Estáte atento a tu destino y a tu camino. Aprende todo lo que necesites aprender para manejar bien la espada de la luz que te fue confiada. Reflexiona sobre cómo luchan tus amigos, tus maestros y tus enemigos. Practica bastante, pero no cometas el peor de los errores: creer que sabes cuál es el golpe que tu adversario va a dar.

E s viernes, llegas a casa y tomas algunos periódicos que no puedes leer durante la semana. Enciendes la tele sin sonido, pones un disco. Usas el mando a distancia para pasar de un canal a otro, mientras hojeas algunas páginas y prestas atención a la música que está sonando. Los periódicos no traen ninguna novedad, la programación de la tele es repetitiva, y ya has escuchado ese disco decenas de veces. Tu mujer está cuidando de los niños, sacrificando lo mejor de su juventud, sin entender muy bien por qué lo hace. Una disculpa pasa por tu cabeza: «Bueno, la vida es precisamente esto.» No, la vida no es esto mismo. La vida es entusiasmo. Piensa dónde dejaste tu entusiasmo escondido. Toma a tu mujer y a tus hijos, y vete a buscarlo, antes de que sea demasiado tarde. El amor nunca impidió a nadie seguir sus sueños.

L a víspera de Navidad, el viajero y su mujer hacían un balance del año que terminaba. Durante la comida en el único restaurante de un pueblo de los Pirineos, el viajero comenzó a quejarse por algo que no había ocurrido como deseaba. La mujer miraba fijamente el árbol de Navidad que adornaba el restaurante. El viajero se dio cuenta de que a ella ya no le interesaba la conversación, y cambió de tema: -Bonita, la iluminación de este árbol -dijo. -Es verdad -respondió la mujer-. Pero si te fijas bien, en medio de esas decenas de bombillas hay una que está fundida. Me parece que, en vez de ver el año como decenas de bendiciones que brillaron, te estás fijando en la única bombilla que no iluminó nada.

– ¿V es a aquel hombre santo, humilde, andando por la carretera? -dijo un demonio a otro-. Pues voy a ir hasta allí a conquistar su alma. -No te hará caso, porque solamente presta atención a cosas santas -respondió su compañero. Pero el demonio, astuto como siempre, se vistió como el arcángel Gabriel y se le apareció al hombre. -He venido a ayudarte -dijo. -Tal vez me confundes con otra persona -respondió el hombre santo-. Nunca en mi vida he hecho nada como para merecer la visión de un ángel. Y continuó su camino, sin saber de lo que se había librado.

Á ngela Pontual asistía a una obra de teatro en Broadway, y salió para tomar un whisky en el descanso. La sala de espera estaba llena; la gente fumaba, conversaba, bebía. Un pianista tocaba. Nadie prestaba atención a la música. Ángela comenzó a beber y a mirar al músico. Él parecía aburrido, haciendo aquello por obligación, loco por que acabase el descanso. Al tercer whisky, ya un poco bebida, se acercó al pianista. -¡Es usted un aburrido! ¿Por qué no toca sólo para usted? -vociferó. El pianista la miró, sorprendido. Y, al instante, comenzó a tocar las piezas que le gustaría estar tocando. En poco tiempo, la sala de espera estaba en completo silencio. Cuando el pianista acabó, todos aplaudieron con entusiasmo.

S an Francisco de Asís era un joven muy popular cuando decidió dejarlo todo y construir su obra. Santa Clara era una bella mujer cuando hizo voto de castidad. El beato Ramón Llull conocía a los grandes intelectuales de la época cuando se retiró al desierto. La búsqueda espiritual es, sobre todo, un desafío. Quien la usa para huir de sus problemas no llegará muy lejos. De nada le vale retirarse del mundo a aquel que no consigue hacer amigos. No vale de nada hacer voto de pobreza porque se es incapaz de ganar el propio sustento. No vale de nada ser humilde cuando se es cobarde. Una cosa es tener, y renunciar. Otra cosa es no tener, y condenar a quien tiene. Es muy fácil para un hombre impotente pregonar la castidad absoluta, pero ¿qué valor tiene eso? Dice el maestro: Alaba la obra de Dios. Véncete a ti mismo mientras te enfrentas al mundo.

C omo es fácil ser difícil. Basta permanecer alejados de los demás y, de esta manera, no sufriremos nunca. No correremos los riesgos del amor, de las decepciones, de los sueños frustrados. Como es fácil ser difícil. No debemos preocuparnos por llamadas telefónicas que tenemos que hacer, de personas que piden nuestra ayuda, de la caridad que hemos de hacer. Como es fácil ser difícil. Basta fingir que estamos en una torre de marfil, que jamás derramamos una lágrima. Basta con pasar el resto de nuestra existencia representando un papel. Como es fácil ser difícil. Basta con coger lo mejor de la vida.

E l paciente se volvió hacia el médico: -Doctor, el miedo me domina, me quita la alegría de vivir. -Aquí en mi consulta hay un ratón que se come mis libros -dijo el médico-. Si me desespero con este ratón, se esconderá de mí, y no haré otra cosa en la vida hasta que lo cace.»Sin embargo, coloco los libros más importantes en un lugar seguro, y lo dejo roer otros.»De esta manera, él sigue siendo un ratón y no se convierte en un monstruo. Ten miedo de algunas cosas, y concentra todo tu miedo en ellas, para que tengas coraje ante el resto.

D ice el maestro: Muchas veces es más fácil amar que ser amado. Tenemos dificultades para aceptar la ayuda y el apoyo de los demás. Nuestra tentativa de parecer independientes no permite que el prójimo tenga la oportunidad de demostrar su amor. Muchos padres, en la vejez, roban a los hijos la oportunidad de dar el mismo cariño y apoyo que recibieron cuando eran niños. Muchos maridos (y mujeres), al ser alcanzados por ciertos rayos del destino, se sienten avergonzados de depender del otro. Y, así, las aguas del amor no se extienden. Es preciso aceptar el gesto de amor del prójimo. Es preciso permitir que alguien nos ayude, nos apoye, nos dé fuerzas para continuar. Si aceptamos este amor con pureza y humildad, comprenderemos que el Amor no es dar o recibir, es participar.

E va paseaba por el Jardín del Edén cuando la serpiente se le acercó. -Come esta manzana -dijo la serpiente. Eva, muy bien instruida por Dios, se negó. -Come esta manzana -insistió la serpiente-, porque tienes que ponerte más guapa para tu hombre. -No la necesito -respondió Eva-, porque no tiene a otra mujer más que a mí. La serpiente se rió: -Claro que sí. Y como Eva no la creía, la llevó hasta lo alto de una colina, donde había un pozo. -Está dentro de esta caverna; Adán la escondió ahí. Eva se inclinó y vio, reflejada en el agua del pozo, una linda mujer. En ese mismo momento, sin titubear, comió la manzana que la serpiente le ofrecía.

P árrafos de una anónima «Carta al corazón»: «Corazón mío: jamás te condenaré, te criticaré o sentiré vergüenza de tus palabras. Sé que eres una criatura querida de Dios, y que Él te guarda en medio de una luz radiante y amorosa. «Confío en ti, corazón mío. Estoy de tu lado, siempre pediré bendiciones en mis oraciones, siempre pediré para que encuentres la ayuda y el apoyo que necesitas.»Confío en tu amor, corazón mío. Confío en que compartirás este amor con quien lo merezca o lo necesite. Que mi camino sea tu camino, y que caminemos juntos en dirección al Espíritu Santo.»Y te pido: confía en mí. Que sepas que te amo, y que procuro darte la libertad necesaria para que continúes latiendo con alegría en mi pecho. Haré todo lo que esté a mi alcance para que jamás te sientas incómodo con mi presencia a tu alrededor.»

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