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– Ahora, lo que su merced me tiene que prometer, es no volver a ver a Carne Cruda.

– Supiste que me le arrodillé…

– ¡Es el colmo, un miembro del Comité arrodillándose ante el comunismo…!

– No lo haré más. Con los cogollos de naranja y la gran dormida que me di veo las cosas de distinta manera, y comprendo que es preciso quemar a ese infame fantoche por lo que representa, el comunismo violador de nuestra pequeña india… -le saltó el párpado antes de arrastrar el ojo zurdo desnudo con todo y la cara angulosa hasta Tizonelli y susurrarle a la oreja-: Si quieres asistir al auto de fe buscamos un lugarcito para que te escondas y así te das el gusto de ver de cerca al prelado, al presidente Libereitor, al señor nuncio y a los miembros del Comité de quien nos burlamos, no, te burlaste tú por el uso que hacías de las listas…

– De todas maneras, lo que su merced me tiene que prometer y cumplir es no acercarse de hoy en adelante a Carne Cruda, hasta el día de la ceremonia.

– ¡Te lo juro por esta cruz! -en lugar de persignar-

se, se llevó la cruz a los labios y la besó pensando en el beso de judas.

– Sí, porque si se le acerca, por vengarse de su merced, y burlarse del padre Berenice y sus invitados, que sería como dejar con- un palmo de narices a la Iglesia, al Papado, al Gobierno y al «Comité contra el Comunismo», se lo puede llevar con todo y trapos, y adiós ceremonias… -rió Tizonelli.

– Tienes toda la razón del mundo -frunció el ceño Tamagás-, en eso no había pensado, en que me puede llevar… -y sintió una rara cosquilla de timbre de alarma en la almorrana.

– Y como evitar no es cobardía, con no acercársele está arreglado…

– Ya te lo juré…

– Y para ayudarlo a cumplir su juramento y que no le entre la tentación de acercarse a Carne Cruda al sentirse solo, voy a venirme a estar con usted los días que faltan para la ceremonia.

– Mejor, porque así buscamos despacio un lugarcito para que te escondas…

– Y porque estando yo lo hago comer. Hace días que el portavianda se va como viene…

– No me pasa bocado con ese maldito Diablo metido aquí en mi casa…

– Pero conmigo va a tomar sus alimentos, no vayan a creer al verlo trasijado que está triste por el Diablo, y de noche no le faltarán sus cogollitos bien cargados para que duerma de un tirón, como ha estado durmiendo. Vale que nosotros por la tapia nos comunicamos secretamente, sin necesidad de salir de calle.

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