Brida acompañaba todo aquello con murmullos afirmativos. Estaba de acuerdo con todo lo que la otra decía, pero ya no conseguía prestar atención a nada. Un tedio mortal se apoderó de ella; la conversación de aquella mujer casi extraña sobre plomeros, porteros y jubilados, a aquella hora de la mañana, era una de las cosas más aburridas que había escuchado en toda su vida. Intentó distraerse con las cartas de encima de la mesa, mirando pequeños detalles que habían pasado inadvertidos otras veces.
De vez en cuando Wicca le preguntaba si la estaba escuchando, y ella musitaba que sí. Pero su mente estaba lejos, viajando, paseando por lugares donde jamás estuviera. Cada detalle de las cartas parecía empujarla más hondo en el viaje.
De repente, como quien penetra en un sueño, Brida percibió que ya no conseguía escuchar lo que la otra le decía. Una voz, una voz que parecía venir de dentro de ella -pero que ella sabía que venía de afuera- comenzó a susurrarle algo. "¿Estás entendiendo?" Brida decía que sí. "Sí, estás entendiendo", dijo la misteriosa voz.
Esto, no obstante, no tenía la menor importancia. El tarot frente a ella comenzó a mostrar escenas fantásticas; hombres vestidos apenas con tangas, cuerpos bronceados al sol y cubiertos de aceite. Algunos usaban máscaras que parecían gigantescas cabezas de pez. Nubes pasaban corriendo por el cielo, como si todo estuviese en un movimiento mucho más rápido que el normal, y la escena cambiaba de repente a una plaza, con edificios monumentales, donde algunos viejos contaban secretos a unos muchachos. Había desesperación y prisa en la mirada de los viejos, como si un conocimiento muy antiguo estuviese a punto de perderse definitivamente.
"Suma el siete y el ocho y tendrás mi número. Soy el demonio y firmé el libro", dijo un muchacho vestido con ropas medievales, después que la escena se convirtió en una especie de fiesta. Algunas mujeres y hombres sonreían, y estaban embriagados. Las escenas se cambiaron a templos enclavados en rocas al lado del mar, el cielo comenzó a cubrirse de nubes negras, de donde salían rayos muy brillantes.
Apareció una puerta. Era una puerta pesada, como la puerta de un viejo castillo. La puerta se aproximaba a Brida y ella presintió que en poco tiempo conseguiría abrirla.
"Vuelve de allí", dijo la voz.
Vuelve, vuelve -dijo la voz del teléfono. Era Wicca. Brida quedó irritada porque estaba interrumpiendo una experiencia tan fantástica, para volver a hablar de porteros y plomeros.
– Un momento -respondió. Luchaba por retornar a aquella puerta, pero todo había desaparecido de su frente.
– Sé lo que pasó -repitió Wicca, ante el silencio de Brida-. Ya no voy a hablar más del plomero; estuvo aquí la semana pasada y ya arregló todo.
Antes de cortar, dijo que la esperaba a la hora convenida.
Brida colgó el teléfono, sin despedirse. Se quedó aún mucho tiempo mirando fijamente la pared de su cocina, antes de caer en un llanto convulsivo y relajante.
– Fue un truco -dijo Wicca a una asustada Brida, cuando las dos se acomodaron en los sillones italianos-. Sé cómo te debes estar sintiendo -continuó-. A veces entramos en un camino sólo porque no creemos en él. Entonces, es fácil: todo lo que tenemos que hacer es probar que no es nuestro camino. Sin embargo, cuando las cosas comienzan a suceder y el camino se revela ante nosotros, tenemos miedo de seguir adelante.
Wicca dijo que no entendía por qué muchos prefieren pasar la vida entera destruyendo los caminos que no desean recorrer, en vez de andar por el único que los conduciría a algún lugar.
– No puedo creer que fue un truco -dijo Brida. Ya no tenía aquel aire de arrogancia y desafío. Su respeto por aquella mujer había aumentado considerablemente.
– La visión no fue un truco. El truco al que me refiero fue el del teléfono. Durante millones de años, el hombre siempre habló con aquello que conseguía ver. De repente, en apenas un siglo, el "ver" y el "hablar" fueron separados. Creemos que estamos acostumbrados a esto y no percibimos el inmenso impacto que ello causó en nuestros reflejos. Nuestro cuerpo simplemente todavía no está acostumbrado. El resultado práctico es que, cuando hablamos por teléfono, conseguimos entrar en un estado muy semejante a ciertos trances mágicos. Nuestra mente entra en otra frecuencia, queda más receptiva al mundo invisible. Conozco hechiceras que tienen siempre papel y lápiz junto al teléfono; garabatean cosas aparentemente sin sentido mientras hablan con alguien. Cuando cuelgan, las cosas que han garabateado son generalmente símbolos de la Tradición de la Luna.
– Y ¿por qué el tarot se reveló ante mí?
– Este es el gran problema de quien desea estudiar magia -respondió Wicca-. Cuando comenzamos el camino, siempre tenemos una idea más o menos definida de lo que pretendemos encontrar. Las mujeres generalmente buscan la Otra Parte, los hombres buscan el Poder. Tanto unos como otros no quieren aprender: quieren llegar a aquello que establecieron como meta. Pero el camino de la magia -como, en general, el camino de la vida- es y será siempre el camino del Misterio. Aprender una cosa significa entrar en contacto con un mundo del cual no se tiene la menor idea. Es preciso ser humilde para aprender.
– Es sumergirse en la Noche Oscura -dijo Brida. -No me interrumpas -la voz de Wicca mostraba una irritación contenida. Brida percibió que no era por el comentario; a fin de cuentas, ella había dicho la verdad. "Quizá esté irritada con el Mago", pensó. Quién sabe si no estuvo enamorada de él algún día. Los dos eran más o menos de la misma edad.
– Disculpa -dijo ella.
– No tiene importancia -Wicca también parecía sorprendida de su reacción.
– Me estabas hablando del tarot.
– Cuando tú colocabas las cartas sobre la mesa, siempre tenías una idea de lo que sucedería. Nunca dejaste que las cartas contasen su historia; estabas tratando de que ellas confirmasen lo que tú imaginabas saber. Cuando comenzamos a hablar por teléfono, yo me di cuenta de ello. Percibí también que allí había una señal y que el teléfono era mi aliado. Comencé una conversación aburrida y te pedí que mirases las cartas. Entraste en el trance que el teléfono provoca y las cartas te condujeron a su mundo mágico.
Wicca le pidió que siempre se fijase en los ojos de las personas que estaban hablando por teléfono. Eran ojos muy interesantes.
– Deseo hacer otra pregunta-dijo Brida, mientras las dos tomaban té. La cocina de Wicca era sorprendentemente moderna y funcional-. Quiero saber por qué no dejaste que yo abandonase el camino.
"Porque quiero entender lo que el Mago vio además de su Don", pensó Wicca.
– Porque tienes un Don -respondió. -¿Cómo sabes que tengo un Don? -Es simple. Por las orejas.
"Por las orejas. Qué decepción -se dijo a sí misma Brida-. Y yo pensaba que ella estaba viendo mi halo." -Todo el mundo tiene un Don. Pero algunos nacen con este Don más desarrollado, mientras que otros -como yo, por ejemplo- tienen que luchar mucho para desarrollarlo. Las personas con el Don de nacimiento tienen los lóbulos de las orejas pequeños y pegados a la cabeza. Instintivamente, Brida tocó sus orejas. Era verdad. -¿Tienes coche?
Brida respondió que no.
– Entonces prepárate para gastar un buen dinero en taxi -dijo Wicca, levantándose-. Ha llegado la hora de dar el próximo paso.
"Todo está yendo muy rápido", pensó Brida, mientras se levantaba. La vida se estaba pareciendo a las nubes que viera en su trance.
A media tarde llegaron cerca de unas montañas, que quedaban a unos 39 kilómetros al sur de Dublín. 'Podíamos haber hecho el mismo trayecto en autobús", protestó Brida mentalmente, mientras pagaba el taxi. Wicca había traído consigo un bolso con algunas ropas.
– Si quieren espero -dijo el chofer-. Va a ser bastante difícil encontrar otro taxi aquí. Estamos en mitad de la carretera.
– No se preocupe -respondió Wicca, para alivio de Brida-. Siempre conseguimos lo que queremos.
El chofer miró a las dos con un aire un tanto raro y se fue en el coche. Estaban ante un bosque de eucaliptos que llegaba hasta la base de la montaña más próxima.
– Pide permiso para entrar -dijo Wicca-. A los espíritus del bosque les gustan las gentilezas.
Brida pidió permiso. El bosque, que antes era apenas un bosque común, pareció ganar vida.
– Mantente siempre en el puente entre lo visible y lo invisible -dijo Wicca, mientras andaban en medio de los eucaliptos-. Todo en el Universo tiene vida, procura estar siempre en contacto con esta Vida. Ella entiende tu lenguaje. Y el mundo comienza a adquirir para ti una importancia distinta.
Brida estaba sorprendida por la agilidad de la mujer. Sus pies parecían levitar, apenas hacían ruido en el suelo.
Llegaron a un claro, cerca de una enorme piedra. Mientras procuraba saber cómo había aparecido allí aquella piedra, Brida notó restos de una hoguera en el centro del espacio abierto.
El lugar era hermoso. Aún faltaba mucho para el atardecer y el sol mostraba el colorido típico de las tardes de verano. Los pájaros cantaban, una brisa leve paseaba por las hojas de los árboles. Estaban en una elevación y allí abajo podía ver el horizonte.
Wicca sacó de dentro del bolso una especie de túnica árabe, que se puso encima de su ropa. Después llevó el bolso cerca de los árboles, de modo que no pudiese ser visto desde el claro.
– Siéntate -dijo ella.
Wicca estaba diferente. Brida no sabía explicar si era la ropa o el profundo respeto que el lugar inspiraba. -Antes que nada, tengo que explicarte lo que voy a hacer. Voy a descubrir cómo el Don se manifiesta en ti. Sólo podré enseñarte si sé algo con respecto a tu Don. Wicca pidió a Brida que procurase relajarse, que se entregase a la belleza del lugar, de la misma manera como se había dejado dominar por el tarot.
– En algún momento de tus vidas pasadas, ya estuviste en el camino de la magia. Lo sé por las visiones del tarot que me describiste.
Brida cerró los ojos, pero Wicca le pidió que los volviese a abrir.
– Los lugares mágicos son siempre lindos y merecen ser contemplados. Son cascadas, montañas, bosques, donde los espíritus de la Tierra acostumbran jugar, sonreír y conversar con los hombres. Estás en un lugar sagrado y él te está mostrando los pájaros y el viento.