¿Qué hace un alquimista?
Lo primero sería definir qué es un alquimista: el que busca la piedra filosofal, el que cambia los metales viles en oro, el que busca un disolvente universal y, por último, el elixir de la larga vida. La piedra filosofal: el alquimista quiere desarrollar sus valores interiores hasta lo increíble, hacer crecer su ser y, gracias a eso, a través de su nivel de conciencia, poderse elevar a otras dimensiones.
El elixir de la larga vida es una persona que acepta su vida y vive todo lo que tiene que vivir sin autodestruirse.
El disolvente universal es una persona que ha desarrollado en su corazón el amor divino. Amor es lo que disuelve todas las resistencias.
¿Por qué nos curamos cuando reímos?
En cierta manera porque al reírnos nos desprendemos de lo que nos duele o tortura. La risa nos crea una distancia con nuestros propios conflictos y libera los nudos. Ayuda momentáneamente. Abre los diques y proporciona la felicidad durante unos instantes. Es tan buena como el estornudo, que es rápido y liberador.
Así funcionan también los chistes…
Pero no existe un solo tipo de chiste, sino muchas variedades. Hay chistes agresivos, racistas o sexuales que son enfermos. La gente expresa gran cantidad de enfermedades con este tipo de chistes que los libra de la angustia de estar cargando con esas cosas. Pero existen ciertos chistes, que podríamos llamar iniciáticos y que tienen un contenido metafísico, filosófico, humano: son chistes profundos. Esta manera de hacer humor fue siempre utilizada en las escuelas místicas: los sufíes contaban historias sobre el sabio idiota Mulla Nasrudin, algo parecido hacían los roshis zen, y también hay toda una serie de chistes sobre rabinos. En las escuelas iniciáticas el chiste es un elemento importante con tanto valor como los textos sagrados. Es increíble pero es así. De la misma manera tenemos que entender los cuentos, por ejemplo los de hadas, que también son valiosos.
Aunque nuestra cultura los denigra.
Sí, porque nuestra cultura denigra todo lo que es profundo. Por ejemplo la ceremonia del té. El té era un elemento esencial en las culturas orientales, en especial en China y Japón, como el café en el sufismo. En cambio ahora lo tomamos a todas horas, cuando en realidad se trata de productos sagrados, como lo es la marihuana. Cuando fui a Holanda y pregunté cómo tomaban los hongos, me contestaron que los ponían en una pizza. La gente se los come sin ningún sentido. Todo lo sagrado se ha perdido.
Hace poco vendieron en subasta pública las obras de arte que dejó en herencia André Bretón, y lo curioso es que lo mejor que tuvo fueron sus piedras. Bretón se dedicaba a recoger bellos guijarros que para él eran la obra de arte más grande que existía. Lógicamente, no tienen ningún valor comercial. La poesía tampoco se vende. Eso es lo maravilloso del verdadero arte, que no han conseguido que sea industrial. El hombre, cuando llega a un nivel de conciencia adecuado, siente lo sagrado en todo lo que le rodea y el mundo cobra así su sentido. Las plantas, las piedras, el chiste: son sagrados; las cosas se van sacralizando. Conocí a un chamán que curaba la afonía con una infusión de excrementos de vaca.
¿Recuerda algún chiste en especial?
Cada día tengo uno predilecto. El de ayer era acerca de un hombre que gana la lotería y le preguntan si está contento con los millones, y contesta: «No estoy contento, porque compré dos billetes: con uno me tocaron los millones, pero con el otro no me tocó nada». En lugar de ver la alegría de la vida, este hombre se aferra a lo negativo de ella.
Hay que reírse de lo absurdo del mundo y no creerse nada…, pero ¿tampoco a nosotros mismos ni a nuestras propias mutaciones?
Claro. Hay diferentes humores. El humor negro, que es distanciarse del mundo. El humor normal, que es reírse del mundo. El humor pánico, que es carcajearse y estar feliz de la vida. No hay que reírse de, como hace el humor vulgar, sino reírse con, como hace el humor surrealista. O el humor pánico, que es reírse, sencillamente: ser feliz en medio del caos y de la destrucción. Los chinos accedieron a este descubrimiento inventando el juego de morir… Un maestro murió con la cabeza en el suelo y con los pies en el aire, carcajeándose. Eso es entender la existencia.
¿Cree que podemos escapar de nuestro origen o que estamos determinados por él?
Tenemos predestinaciones del pasado, sin duda, pero lo que hay que hacer es tomar conciencia de ellas y no obedecerlas. Podemos elegir cada paso siguiente de nuestra existencia. En eso consiste nuestra libertad, en no dejarse determinar por el pasado ni repetirlo.
¿Es posible intuir, como sostienen algunas tradiciones, esas vivencias anteriores o influencias que pesan sobre nuestra vida?
No puedo hablar de vidas anteriores, pero sí decir que antes de nacer era algo -no sé qué- y que después de morir seré algo -tampoco sé qué-. Eso es todo lo que puedo asegurar, el resto no lo conocemos. Ahora bien, aunque imagináramos vidas pasadas, no sería posible asegurar que fuesen verdaderas, no hay medio de probarlo.
Ciertas interpretaciones religiosas, para explicarnos el dolor, apuntan que quien nace ciego está pagando por algo que cometió en otra vida, tal vez porque sacó los ojos a alguien…
Bueno, ¡aceptémoslo! Pero esa persona a la que sacaron los ojos en otra vida está pagando que en una vida aún más anterior también él sacó los ojos a alguien que a su vez en otra encarnación fue verdugo, y así son todos culpables y no hay víctimas, o son todos víctimas y no hay culpables.
De modo que usted no cree que debamos justificar las desigualdades de origen por supuestas deudas kármicas.
Efectivamente, porque además de ser falso resultaría antiterapéutico. Las cosas no se pueden justificar por un destino. Estamos marcados por la vida familiar, educacional y sociocultural. Es algo que llevamos encima desde que nacemos, pero eso no significa que tengamos que cumplir un destino. Uno ve el mundo de manera diferente si habla inglés, español o francés. Somos seres amaestrados por una cultura que formatea nuestro cerebro. Tenemos que luchar contra esa imposición para ser nosotros mismos.
Leyendo sus obras se tiene la sensación de que estamos obligados a liberarnos del estado condicionado en que nacemos…
No tenemos ninguna obligación. Sería bueno que nos liberáramos, pero no estamos obligados.
Para desarrollarnos, ¿necesitamos desapegarnos de lo que nos viene dado?
¿Para desarrollarse en qué sentido?
Quiero decir espiritualmente.
Krishnamurti se desarrolló mucho espiritualmente, sin embargo algunos se suicidaron a causa de sus teorías. No se trata sólo de desarrollarse espiritualmente, hay que ver qué nos interesa. Yo no creo en la espiritualidad, yo creo en la salud.
De acuerdo: para sanar, ¿es necesario que nos despojemos de nuestro origen?
Todo lo que traemos -somos como el gusano- tiene que retorcerse hasta convertirse en una mariposa. No debemos despojarnos de nada. Lo que hemos recibido es un tesoro. No es necesario castrarse o eliminar una parte. Hay que fecundar y mutar lo que nos viene dado.
¿Acaso no puede alguien ser feliz en su familia o en su casta, en su mundo o con su educación, y querer continuar con lo recibido?
Si lo es, que continúe así. Pero todo el mundo tiene una cruz. La mía es la mía, la tuya es la tuya: yo sólo te puedo hacer consciente de tu cruz y, a partir de ahí, te la quitas o no. Eso depende de ti.
¿Es posible que sin arreglar el mundo y la sociedad podamos estar bien con nosotros mismos?
No podemos. O mejor dicho: seríamos islas de perfección en medio de la imperfección.
¿No hemos mitificado la rebelión contra todo lo precedente como un rasgo de individualismo absoluto?
Yo no utilizaría la palabra «rebelión» para hablar de esto. Si queremos que el mundo cambie, prefiero hablar de «mutación». Si queremos transformar la realidad, empecemos por nosotros mismos. No pidamos al mundo que nos cambie ni luchemos contra la sociedad. Tenemos que ser nosotros mismos quienes afirmemos nuestros propios valores.
La religión y las costumbres nos integran en un grupo que forma nuestra personalidad. ¿Acaso son mejores otras tradiciones que la que nos ha correspondido? ¿Tiene sentido cambiar de religión?
No, no tiene sentido. Pasar de una tradición a otra no tiene verdaderos efectos porque un dios es igual a otro. Es otra caricatura, otra limitación. Hay que superar la limitación para lograr estar abiertos a la vida. El siglo tiene que dejar de ser religioso para llegar a ser místico. Habrá un momento en que todos los seres humanos del planeta posean el mismo sentimiento místico y dejen de lado las religiones. No creo tampoco que haya una religión mejor que otra.
¿Cómo habría que tomarse el «qué dirán» de nosotros los demás?
Hay dos posturas: la de aquellos que tienen en cuenta el «qué dirán» y la de aquellos que se preocupan por el «qué diré yo de mí mismo». Un bárbaro psicológico puede vivir en el qué dirán, pero una persona que tiene un alto nivel de conciencia diría: «Esto es lo que yo quiero de mí, precisamente porque soy consciente».
Ahora bien, existen distintos niveles de conciencia. El primero es un nivel animal que piensa: «Lo que tengo, lo tengo yo». Por la calle se puede ver gente así: mercenarios, ladrones o asesinos. Por encima de ese nivel está el nivel infantil, donde todo es un juego superficial; en ese estado no hay conciencia ni de infinito ni de eternidad, ni de muerte ni de universo. Después hay otro nivel de conciencia adolescente donde todas las soluciones del mundo están en la pareja, en esa reducida célula del amor, y que es un nivel que la mayoría de las revistas del corazón, las historias de la televisión o el cine desarrollan. Este nivel sirve para encontrar la felicidad en la pareja y todo lo que conlleva. Pero si vamos más lejos se puede acceder a un nivel adulto, y ahí aparece «el otro». Aún así, existe el adulto egoísta y el adulto con conciencia social y planetaria. El primero explota a los más débiles o a los menos inteligentes, crea industrias nocivas o acapara el poder político. Es nefasto. El segundo comprende que el otro es tanto como él, que se tiene que preocupar de las catástrofes sociales y ecológicas, es decir del mundo en que vivimos todos. Conoce la responsabilidad. Pero por encima de todos ellos existe un nivel de conciencia cósmica donde el ser vive en el universo entero, espacio infinito, tiempo eterno, permanente impermanencia… En ese nivel se encuentran esos grandes temas como el «conócete a ti mismo». Y más allá todavía existe una conciencia divina donde podríamos concebir qué es ese constructo que hemos llamado Dios.