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Usted cuenta que podemos acceder a los difuntos que aparecen en los sueños y que moran en un lugar de nuestra memoria, que pueden darnos consejos y ayudarnos…

Tenemos una mente colectiva, un inconsciente colectivo que está en algún lugar. Debe de haber una región de los muertos que se encuentra en el inconsciente colectivo. Lo que se ha llamado «infierno» en algunas culturas.

A través de los sueños, también ha llegado a ser consciente de la existencia de la magia, ¿verdad?

En los sueños lúcidos puedo cambiar voluntariamente algunas cosas, pero hasta cierto punto. No puedo cambiar todo sino una parte del sueño. Con la magia sucede lo mismo: puedes producir cambios en la realidad pero no puedes cambiar toda la realidad.

II

En la base de su terapia son fundamentales el arte y la poesía.

Creo que todo ser humano debe dedicarse a escribir poesía media hora al día, sin preocuparse de si lo que escribe es bueno o malo, si va a tener éxito comercial o no. La poesía ha de ser una constante en la vida para depurar el ego… Cada día deberíamos realizar un acto gratuito, una cosa chiquita que sirva a los demás, como dar una chocolatina a un niño, cosas simples. Yo he llegado a cierta depravación en la búsqueda de la bondad. A veces deposito un billete en el bolsillo de un mendigo que está dormido, para que crea que tiene suerte. Invento milagros. Aunque no creas en los milagros puedes hacer pequeñas obras para ayudar a los otros.

Esta habitación está repleta de cartas de agradecimiento en las que se me pregunta qué deseo en compensación por la ayuda otorgada. Yo respondo que nada, porque ayudo gratuitamente. Hago todo esto en función del tiempo del que puedo disponer para los demás.

¿Qué usa para acompañarse cuando crea?

Desde hace treinta años trabajo siempre con música de fondo de arpas célticas, que producen un efecto un poco hipnótico. Si no estoy muy inspirado, perfumo las suelas de mis zapatos o dibujo con un pincelito empapado en miel un eneagrama1 en la planta de mis pies. Y, en momentos de sequía creativa, me tiño los testículos de rojo con pintura vegetal.

Dice que el arte cura. ¿De qué manera?

El arte cura porque tenemos que curarnos de no ser nosotros mismos y no estar en el presente. Hay una frase hasídica que dice: «Si no eres tú, ¿quién? Si no es aquí, ¿dónde? Si no es ahora, ¿cuándo?». Si eres capaz de solucionar el cuándo, el aquí y el quién (el tú), estás siendo tú mismo, y ya has logrado curarte.

¿Realizar arte es conocerse a sí mismo?

Sí, pero conocerse a sí mismo es conocer a la humanidad y al universo. Es pasar de lo singular a lo plural.

¿Podría explicarlo?

Piensa que la necesidad de curación se produce por la falta de conciencia. La enfermedad consiste en que hemos cortado las uniones con el mundo. La enfermedad es falta de belleza, y la belleza es la unión. La enfermedad es falta de conciencia, y la conciencia es unión con uno mismo y con el universo.

¿Qué artistas han logrado sanarse plenamente?

Lo más difícil del mundo es hacer un arte sublime. Poca gente lo ha conseguido. Pero podría citar a René Daumal, que aprendió sánscrito, fue

1 Símbolo. Estrella con nueve puntas. (N. del E.)

alumno de Gurdjieff, se realizó. García Lorca es el caso contrario: no pudo ni supo hacerlo. Cuando lees Poeta en Nueva York, te da pena.

Ha dicho que la literatura no sirve si no cura. ¿Y si sólo cura al autor? ¿Puede el arte curar a unos y enfermar a otros?

Me recuerdas a esos artistas que dicen que este mundo no vale nada, que es una porquería, que no llegamos a nada, que Dios está muerto y todas esas cosas. La literatura mala es eso. Ir a mostrar el ombligo, decir cómo te tomaste el café con leche por la mañana, en medio del disgusto general, cuando todo está podrido a tu alrededor. Mientras el mundo está muriendo, yo me tomo mi café con leche. O realizo mi pequeño acto sexual. Eso resulta anticuado. Hay que atravesar la cortina neurótica. Yo, por ejemplo, confieso que no puedo leer a Proust. Está demasiado enfermo para mí y me puede contagiar su neura. Si cada día veo casos de neurosis, para qué voy a leer a otros enfermos. Hoy en día Kafka anda suelto por todas partes. Voy a echar una carta y me encuentro con Kafka en la oficina de correos. Un funcionario lleno de problemas.

¿Qué escritores y pintores salvaría? ¿Cuál sería su galería de arte curativo predilecta?

¡Vaya pregunta! En ella se traduce el concepto del campeonato de boxeo que se ha establecido en el arte, en el que podemos decir cuál es el mejor cuadro, el mejor libro, la mejor música, etcétera. Pero yo no veo la vida así.

Veo, en el arte, estructuras. Por ejemplo: en el cine, más que la mejor película yo preguntaría por géneros, por los mejores westerns o dramas. Yo tengo mi casa llena de westerns, en mi biblioteca hay novelitas de Silver Kane y de otros autores; y cómics, libros de filosofía oriental, de sufismo, Cábala, magia, alquimia, psicoanálisis… Soy hombre de mi época, y en mi época está Internet. Ya no se puede ni se debe hablar de la obra personal, tenemos masas enteras de obras por secciones y no por autores. Internet ha revolucionado todo esto. Yo tendría bibliotecas enteras. Mi ideal como humano sería un viejo sueño: todos los libros de la historia de la humanidad, todos los cuadros de la historia, todas las películas, músicas, esculturas, etcétera.

Y el arte que no sana, ¿también lo incluye?

Aunque no sane -que eso es otra cosa-, entretiene. Una persona sana puede leer a Cioran o Houellebecq y reírse mucho. Aunque yo no produciría ese tipo de literatura, porque está superada totalmente. Pero ahí está. Uno puede pasar de Kafka a Castaneda y seguir formándose. De la misma manera que el hombre va mutando de unos niveles de conciencia a otros, el arte va mutando de unos niveles de conciencia a otros. Es colectivo y no individual. No puedo decir que el mejor pintor sea Leonardo. Podré decir que él llego a otro nivel de conciencia, pero como era un individuo pudo llegar solamente hasta cierto nivel. Si te fijas, a sus máquinas les faltaba el motor porque carecían de energía. Esas máquinas maravillosas no disponían de lo esencial, que es la energía; usaban una energía muy primaria y escasa, a base de presión y agua. Leonardo no pudo resolver ese problema. Sus límites los estableció la humanidad de entonces, cuya naturaleza es colectiva, ¿comprendes? Si me hicieran la clásica pregunta de: «¿Qué libro te llevarías a una isla desierta?», respondería que un ordenador con Internet. Es evidente.

III

¿Cuál cree que es la verdadera finalidad del lenguaje? ¿Cómo interpretarlo y hacerlo útil?

El lenguaje es ante todo una actividad del cuerpo, se corresponde con la naturaleza del sistema nervioso. Desde mi punto de vista, debemos ser capaces de producir un lenguaje bello y poético. Un lenguaje sano. Las enfermedades mentales, como las enfermedades corporales, se reflejan en la manera de hablar. Hay palabras dementes, enfermas, tuberculosas o cancerosas; palabras que no son naturales sino violentas y criminales. La enfermedad y el lenguaje insano se retroalimentan y resultan destructivos.

A través del lenguaje, además, nos transmitimos enfermedades y accedemos a niveles de conciencia inferiores. Los niveles de conciencia del lenguaje coinciden con los del ser humano. De la misma manera que el cuerpo humano ha ido mutando, el habla también. Si estancamos nuestro lenguaje, usamos una forma y un contenido que ya no nos corresponde. Si empleamos un vocabulario enfermo que no es el nuestro, nos va minando poco a poco.

Ahí está el uso de lo malsonante, lo grotesco, el exabrupto…

Si te refieres a las palabrotas, te diré que las palabrotas son simpáticas porciones revolucionarias que están destinadas a romper moldes familiares, sociales y de todo tipo. Tenemos la impresión de que se tiene una gran libertad al pronunciar una palabrota, sin embargo su uso reduce el nivel de conciencia. La palabrota no es útil, o lo es sólo al comienzo, para liberarse. Al principio resulta revolucionaria, pero no conduce a ninguna mutación. Es como el argot. La gente va deformando el lenguaje a través del argot, que en principio puede ser útil en la medida en que establece fuertes relaciones identitarias de grupo, pero que baja de golpe el nivel de conciencia. El único lenguaje que nos sube de nivel de conciencia es el lenguaje sublime: el del arte y la poesía.

Por lo que dice, recrear un nuevo lenguaje es necesario para dejar de ver el mundo de una manera determinada. ¿Qué deberíamos cambiar de nuestro lenguaje para cambiar nosotros?

Estoy trabajando en un libro de definiciones que se llama Intelectualmente correcto. Todos pensamos mal, y por eso necesitamos cambiar unos conceptos por otros. Yo he comenzado por cambiar las siguientes expresiones:

– Nunca por muy pocas veces.

– Siempre por a menudo.

– Ladrón por alguien que se apoderó de algo ajeno.

– Infinito por extensión desconocida.

– Eterno por fin impensable.

– Eres mi maestro por me enseñas a aprender de mí mismo.

– Quiero hacer por estoy haciendo cosas inútiles.

– Quiero ser por me desprecio.

– Dame por permite que yo tome.

– Imítame por no te respeto.

– Mi mujer por el ser con el que comparto mi vida.

– Mi obra por lo que he recibido.

– Así eres por así te percibo.

– Lo mío por lo que ahora tengo.

– Morir por cambiar de forma.

Estoy haciendo este libro escuchando a la gente hablar por el camino, voy creando senderos en el lenguaje. También estoy aportando definiciones que rompen con las que existen. Todas ellas se definen por su propia negación:

– Felicidad es estar cada día menos angustiado.

– Decisión es estar cada día menos confuso.

– Valentía es ser cada día menos cobarde.

– Inteligencia es ser cada vez menos tonto.

Así podemos comprender las cosas de otro modo. Considero que hay que trabajar el lenguaje de esta manera porque, por simple falta de entendimiento, avanzamos hacia una catástrofe. Estamos pensando mal. Así, debemos sustituir en nuestro lenguaje:

– Comienzo por continuación de.

– Hermoso día por hoy me siento bien.

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