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Me senté en la terraza de un café elegido a propósito. Crucé las piernas con descaro y encendí voluptuosamente un cigarrillo rubio, mientras observaba mi entorno. Descubrí las miradas de los hombres, ávidas, despectivas, perversas, etcétera. Mientras afrontaba aquellas miradas, notaba que en mí, en mi vientre, surgía una nueva fuerza. Transcurrió una hora, se acercaron cinco o seis hombres que querían subir conmigo a casa. Me negué, pretextando una enfermedad benigna. Algunos debieron de pensar que tenía sida.

Después de cenar con mi amigo Hervé, volví a casa agotada, pero ya no tenía miedo y desde entonces he podido relacionarme con los hombres y subir mis seis pisos sin problemas. He dejado de esconderme y me siento en paz.

Este acto me ha permitido descubrir cómo en mí coexistían varios personajes, manifestarlos, vivir mi miedo y superarlo. Experimenté una gran liberación y la confianza de que en adelante podría avanzar, seguir mi camino. Sin este acto, qué duda cabe, lo hubiera reprimido todo. Ahora siento que me he abierto.

El miércoles pasado, al volver de la conferencia, vi que un hombre me seguía. Quería acostarse conmigo. Me vino a la memoria el acto y toda la fuerza que había extraído de él. Discutí con ese hombre y pude ver el miedo en sus ojos. Tomé conciencia de mi propia fuerza y él también la sintió. Salió del edificio y yo subí a mi apartamento tranquila, confiada.

Mucho amor, alegría y armonía para usted y su familia.

¡Que esta bella carta cierre este breve epistolario psicomágico!

La imaginación al poder

¿No será la psicomagia demasiado simple y un tanto efímera? Un psicoanálisis requiere años y hay terapias que se prolongan durante largos períodos.

Un laberinto no es sino una maraña de líneas rectas. Me pregunto si, a veces, análisis y terapias no tenderán a introducir sinuosidades en las rectas… Además, un acto tiene un carácter más concluyente que cualquier palabra. No obstante, debo precisar una cosa: rara vez prescribo un acto a una persona sin estudiar previamente lo que llamo su árbol genealógico: su familia, padres, abuelos, hermanos, etcétera.

O sea que cada uno de los actos que hemos examinado no es a fin de cuentas sino un episodio de un proceso más largo.

Sí, pero un episodio grave y decisivo. Si tengo un clavo en el zapato, todo mi mundo, mi sensibilidad, se verán afectados. Antes de pretender ir más allá, afinar mi visión, tengo que extraer el clavo. Del mismo modo, cuando sufrimos un trauma, toda nuestra existencia se resiente. Importa, pues, remediar este trauma.

Por otra parte, me parece que la psicomagia ayuda a resolver ciertos problemas concretos y específicos. La veo más como una intervención puntual que como una terapia, digamos, global…

Sólo hay una curación global: encontrar a Dios. No hay otra. Sólo el descubrimiento de nuestro Dios interior puede curarnos para siempre. Lo demás es andarse por las ramas. Una terapia no puede ser sino parcial.

¿Qué decir ya, a punto de dar término a estas conversaciones que hemos mantenido?

Es importante subrayar la importancia de la imaginación. En cierto modo, aquí me he entregado a un ejercicio de autobiografía imaginaria. No en un sentido de «ficticia», ya que todos los hechos consignados son ciertos, sino en el hecho de que la historia profunda de mi vida es la de un esfuerzo constante para expandir la imaginación, hacer retroceder sus límites, aprehenderla en su potencial terapéutico y transfigurador. Si algo enseño es imaginación.

Alejandro Jodorowsky, profesor de imaginación.

Exactamente. Enseño a la gente a imaginar. Durante la mayor parte del tiempo no tenemos idea de lo que puede ser la imaginación, no concebimos siquiera la amplitud de sus registros. Porque, aparte de la imaginación intelectual, existe la imaginación sentimental, la imaginación sexual, la imaginación corporal, la imaginación económica, la imaginación mística, la imaginación científica… La imaginación actúa en todos los terrenos, incluidos los que consideramos «racionales». En todas partes tiene su lugar. Importa, pues, desarrollarla para abordar la realidad, no a partir de una perspectiva única, sino desde múltiples ángulos. Normalmente, visualizamos todo según el estrecho paradigma de nuestras creencias y condicionamientos. De la realidad, misteriosa, tan vasta e imprevisible, no percibimos más que lo que se filtra a través de nuestro minúsculo punto de vista. La imaginación activa es la clave de una visión amplia, permite enfocar la vida desde puntos de vista que no son los nuestros, pensar y sentir a partir de diferentes ángulos. Ésa es la verdadera libertad: ser capaz de salir de uno mismo, atravesar los límites de nuestro pequeño mundo individual para abrirse al universo. Me gustaría que los lectores de nuestro libro aceptaran, por lo menos, la idea del poder terapéutico de la imaginación, de la que la psicomagia, a fin de cuentas, no es más que una modesta aplicación.

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