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DÍA 21

09.20 Me despierto embargado por una extraña sensación. Tardo un rato en recordar lo ocurrido ayer noche. La evocación de los hechos me permite entender el origen de la jaqueca y las náuseas, pero no el de la inquietud que me invade. Por más que hago memoria, no recuerdo en qué momento saqué la cama al balcón. Tampoco recuerdo haber comprado estas sábanas con estampados salaces. Ahuyento las palomas que se arrullan sobre la colcha y me levanto.

09.30 En el botiquín no hay sal de fruta; en su lugar hay una botella de pipermín. ¿Me estaré volviendo majareta? Me lo tengo merecido por crápula.

09.40 Llaman a la puerta. Abro. Es un mozo con un paquete. En el paquete, doce trajes de lino de Toni Miró, que, según reza el albarán, yo mismo me hice ayer. No sé a qué se refiere, pero no me siento con fuerzas para discutir. Pago y se va.

09.50 Llaman a la puerta. Abro. Es un mozo con una caja. En la caja, cinco kilos de caviar beluga y doce botellas de champán Krugg, que. Según reza el albarán, yo mismo compré ayer en Semon. Ni idea. Pago y se va.

10.00 Llaman a la puerta. Abro. Son unos operarios que vienen a instalar el jacuzzi que yo mismo encargué ayer. Los dejo, soplete en mano, destruyendo tabiques.

10.05 Salgo del piso algo aturdido. Bajo las escaleras con paso inseguro. Para no sufrir un accidente, opto por bajar sentado, dejándome resbalar de escalón en escalón. Cuando paso frente a la puerta de mi vecina, acelero para no ser sorprendido en esta pose vejatoria.

10.12 En el portal me aguarda la portera con el ceño fruncido . Intento esquivarla, pero se interpone. Me dice que esto no puede seguir así; que ella es muy liberal, pero con el buen nombre del edificio no transige, que a ver qué escándalo es éste . Si quiero arruinar mi salud, dilapidar mi hacienda y pisotear mi buen nombre, es asunto mío, pero lo otro es algo que atañe a todo el vecindario, y eso sí que no. Acto seguido me rompe la escoba (nueva) en la cabeza.

10.23 Subo en autobús. El conductor del autobús me ordena apearme. Mientras él sea conductor, declara, en su autobús no suben tipejos de mi calaña.

11.36 Después de una caminata considerable, llego al hospital donde sigue internada la señora Mercedes. Antes de entrar, unos enfermeros provistos de mangueras me fumigan de la cabeza a los pies. Me pregunto qué estará pasando aquí.

11.40 En la habitación 602 encuentro a la señora Mercedes muy mejorada de aspecto con respecto al día de ayer. El señor Joaquín parece haber recobrado el optimismo. Al verme, sin embargo, el señor Joaquín frunce el ceño . Me dice que, pase lo que pase, puedo contar con él; que tanto él como su esposa, la señora Mercedes, me profesan sincero efecto y que ambos están convencidos de que, en el fondo, soy buena persona, aunque a veces cometa locuras. Después de todo, dice, ¿quién no tiene algo que reprocharse? Como no sé qué responder a sus palabras, le hago entrega del regalo que le traía a la señora Mercedes (una máscara mortuoria de Oliver Ardí) y me dirijo a la puerta de la habitación con el propósito de salir por ella. Antes de hacerlo, la señora Mercedes me llama. Acudo. Me arrodillo a los pies de la cama y ella me besa la frente mientras gruesas lágrimas surcan sus mejilla pálidas y arrugadas. Parecemos Ciencia y caridad II.

11.59 Salgo de nuevo a la calle. Unos niños me arrojan bosta de hipopótamo que han ido a buscar expresamente al zoo para la ocasión. Y yo sin desayunar.

12.30 Como ningún taxi se para por más que haga aspavientos, llego a casa reventado de andar. No hay duda de que soy un réprobo, pero todavía ignoro qué he hecho para merecerme la repulsa general. El churrero no ha querido despacharme y hasta Prenafeta me ha negado el saludo.

12.35 Entro en mi piso. Los operarios se han ido, pero han dejado instalado el jacuzzi, una sauna, una pista de baile, una piscina climatizada, dos barras americanas, un nautilus, una sala de juego y un fumadero de opio. ¡Y todo en un piso de 60 metros cuadrados!

12.45 Me siento en el trampolín a reflexionar sobre lo que está pasando. O hay una conspiración contra mí en la que participan todos los habitantes de esta distinguida ciudad, o yo actúo de una manera reprensible sin tener conciencia de ello. Puesto que lo primero es inimaginable, debo inclinarme por lo segundo. En tal caso, y en vista de la rectitud con que siempre he sabido conducirme, debo inferir que existe en la Tierra un miasma que me afecta. O, por lo menos, en Barcelona. Quizá debería irme a Huesca, a ver qué tal me porto allí. También es posible que se me estén apolillando los circuitos.

13.30 Un susurro me saca de mi abstracción. Alguien ha deslizado un sobre por debajo de la puerta. El sobre no lleva remitente. Dentro hay una sola hoja impresa, cuyo contenido es el siguiente tenor literal:

Hola, titi. ¿Quieres pasarlo chupi guay?

Pues, si eres solvente, ven a vernos.

Máximo confort y discreción.

Ambiente selecto. Venta y alquiler de vídeos.

Carretera de Pedralbes, s/n (a 5 minutos de Up amp; Down).

13.45 Releo el mensaje una y otra vez. No sé quién me lo envía, pero estoy convencido de que aquí se encuentra la clave del misterio. Tampoco me cabe dudad respecto de lo que debo hacer.

14.05 Comienzo los ejercicios de preparación física y espiritual a que debe someterse todo guerrero espacial antes del combate. Postura del tigre: arqueo la espalda, flexiono las piernas, hincho el tórax, doblo los brazos. ¡Músculos de acero!

14.06 Pinzamiento.

14.24 Bien untado de linimento Sloan, prosigo la preparación física y espiritual a que debe someterse todo guerrero espacial antes del combate. Pongo la mente en blanco.

15.50 Vaya por Dios, me he dormido como un ceporro. Decido dar por concluida la preparación física y espiritual a que debe someterse todo guerrero espacial antes del combate. Recaliento los churros que me sobraron anteayer y me los como mirándome fijamente al espejo.

16.30 Para introducirme en los ambientes a los que llevan mis pasos (y mi voluntad inquebrantable), decido adoptar la apariencia de Gilbert Bécaud vestido de ninja. Salgo a la calle sembrando admiración y espanto.

17.00 Con fines didácticos, me meto en un multicine a ver la última película de Arnold Schwarzenegger. Me sorprende (con agrado) advertir que la película ha sido financiada por la Generalitat de Catalunya y que transcurre íntegramente en Sant Llorenç de Morunys. No excluyo la posibilidad de que me haya equivocado de sala.

19.00 Salgo del cine. Me dirijo a una tienda de automóviles. Al vendedor que me atiende le explico lo que busco, a saber, un Aston Martin blanco, dotado de un mecanismo adicional, mediante el cual el vehículo suelta una andanada de tachuelas por la parte posterior, evitando así que los perseguidores (del vehículo) le den alcance (a éste). El vendedor me responde que el modelo que busco está pedido, pero aún no ha llegado. Por el mismo precio me vende un SEAT 850 furgoneta, que también anda echando tornillos y roscas por el tubo de escape.

20.04 En la calle Tuset me cruzo con el viático. Lo acompaño tres manzanas entonando el Punge lingua.

21.00 Listo para entrar en acción. Me siento al volante. Cinturón de seguridad. Casco. Gafas oscuras de Jean-Pierre Gaultier. Foulard de Gianfranco Ferré. Casete de Prince. Pegatinas de Marlboro. Y… ¡rumble!, ¡rumble!

21.05 La Diagonal cortada por obras. Desvío hacia la carretera de Espulgas.

21.10 Carretera de Espulgas cortada por obras. Desvío hacia Molins de Rey.

21.20 Acceso a Molins de Rey cortado por obras. Desvío hacia la autopista de Tarragona.

22.20 Visito el Arco de Bará, la Torre de los Escipiones, el Museo Arqueológico y la catedral (bello retablo de Lluís Borrassà).

23.00 Emprendo el regreso vía Teruel y Soria.

01.40 Detengo en coche ante una discreta puerta metálica protegida por dos empleados de una agencia privada de seguridad, dos guardias civiles, dos mossos d’esquadra, dos geos, dos representantes de ICONA y un destacamento de la división acorazada Brunete. Se echa de ver que el local es exclusivo (y excluyente).

01.41 Lanzo al aire las llaves del coche, que son recogidas hábilmente por el aparcador.

01.42 El portero me indica por señas que le muestre el carnet. Le muestro el DNI, el carnet de conducir, el de la Biblioteca de Catalunya, el del videoclub de la calle Vergara y el de las congregaciones marianas. Ninguno sirve.

01.43 El aparcador me devuelve las llaves del coche y se excusa diciendo que sólo les tiene tomadas las medidas a los BMW y que si aparca el mío, teme abollar la acera con los faros.

01.44 En vista de los obstáculos, decido abandonar la empresa. Me subo al coche y emprendo la marcha.

01.46 Me viene a la mente el recuerdo de James Bond, que más persistía cuanta más caña le daban. Ídem María Goretti. Me avergüenzo de mi laxitud. Clavo el freno. Pierdo el cárter, el cigüeñal, el chasis y un letrero graciosísimo que decía I♥MI SUEGRA.

01.50 Regreso al local oculto en las sombras. Llevo entre los dientes un cuchillo del ejército suizo. Me doy miedo a mí mismo.

01.55 Localizo sin dificultad la rejilla que cierra la instalación de aire acondicionado del local. La abro con la ayuda de mi cuchillo, que dispone de destornillador, abrelatas, sacacorchos, sierra y media docena de bigudís de campaña (quién lo iba a decir, con lo serios que parecen los suizos).

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