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Muerto Menegildo, nace un segundo Menegildo -su hijo- en el capítulo final de la novela. Ese tendrá veintiocho años en 1959. Habrá visto otras cosas, habrá oído otras palabras. Y, para él, «otros gallos cantarán» -como hubiese dicho el sentencioso Usebio Cué- en el alba de una Revolución que habrá de darle su dignidad y dimensión de Hombre, dentro de una realidad nueva, sobre un suelo donde, hasta entonces, por el color de su piel, tal dimensión le era negada.

Alejo Carpentier

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