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La joven torpe estaba de vuelta, toda solicitud cuando le preguntó a Nick si le había hecho daño, si se sentía bien y sí podía hacer algo, cualquier cosa, por él.

—¡De verdad!

—Ah, creo que lo tengo todo cubierto.

Hallie sonrió en tono punzaste mientras la mano que llevaba los anillos, se posó sobre el muslo de Nick. Un movimiento nada sutil; pero estaba reclamando su propiedad y la otra lo sabía.

—Aunque, pensándolo mejor, querido, parece que tienes un poco de frío —le dijo a Nick mientras le deslizaba la mano por el muslo muy despacio, un poco más arriba—. ¿Quieres una manta para ponértela en el regazo?

Con un mohín de fastidio y una mirada a juego con la de Hallie, la otra mujer desapareció. Y desde luego Nick se había dado cuenta. Su esposa era quien en ese momento tenía su atención; toda su atención.

—¿Qué estás haciendo?—le preguntó él.

—Practicando.

—¿Para qué?

Hallie sonrió. Ciertamente resultaba muy fácil manipularle la imaginación; y divertido.

—Estoy practicando mis detalles posesivos contigo para cuando conozca a Jasmine.

—Bueno, ¿pues te importaría practicar con la mano en otro sitio? No soy de piedra.

Aquello era discutible, porque en ese momento el muslo de Nicholas Cooper estaba duro como una piedra.

—Lo siento. Pensaba que coincidimos en que habría contacto físico entre nosotros en los lugares públicos —dijo mientras retiraba la mano, sacaba la manta y se la colocaba sobre las rodillas. Sabía que no debería tentarlo, pero no se pudo resistir—. Estamos en un lugar público —dijo con dulzura—. Y tenemos espectadores.

—¿Sabes?, tienes razón. Tienes toda la razón —dijo él.

Apagó la luz del techo, le tomó la mano y se la colocó de nuevo sobre el muslo, que se cubrió con la manta con una sonrisa de desafío puro.

—Puedes continuar con toda libertad.

De acuerdo, así que en cierto modo era ella la que se lo había buscado. Pero en ese momento era él quien se lo estaba buscando y ella la que se sentía tentada, muy tentada a dárselo. Pero si lo hacía, las cosas acabarían saliéndose de madre y sólo Dios sabía cómo acabaría aquello. Pensándolo bien, tenía una idea bastante clara de lo que podría pasar después

¿Pero y si los pillaban?

Los echarían del avión por escándalo. Un enorme sello rojo quedaría grabado en su pasaporte y después la Interpol la enviaría a un centro para desviados sexuales y Tris se enteraría y sería horrible

Nick no era el único que tenía una imaginación muy vívida. Fingiendo despreocupación, Hallie le retiró la mano del muslo y fue a tomar el vaso del agua. Estaba sofocada, excitada y no tenía idea de lo que hacer en una situación como ésa.

Pero tenía que reconocer que estaba disfrutando de cada segundo.

—En realidad, he cambiado de opinión —dijo Hallie.

—Bien —él aspiró hondo.

—Después de todo, no estaría bien olvidar que esto no es más que un acuerdo de negocios.

—Exactamente —corroboró Nick.

Exactamente. La sensación de leve angustia que tenía en la boca del estómago no podía ser contrariedad. Nick era su jefe, nada más y sólo durante una semana. Después de esto cumpliría el contrato y finalizaría la obligación. Sin duda podría resistirse a sus considerables encantos durante una maldita semana.

Lo único que le hacía falta era una visión más profesional.

—Entonces ¿cómo quieres plantear este negocio de estar casados? —le dijo ella con delicadeza—. ¿Queremos ir de cariñosos y tiernos, o más bien de esclavos de la fiera atracción de dos opuestos?

—Debes verte como un cruce entre una ayudante personal y un pastor alemán —le dijo él—. Debes apoyarme, ser leal y cuando sea necesario, extremadamente protectora.

¿Un pastor alemán? ¡Qué asco! Parecía que aquella nueva visión funcionaba rápidamente.

—¿Algo más?

—¿Estás segura de que no eres capaz de esbozar una sonrisa de afecto?

—Sólo si hubiera un cubo a mano. Porque seguramente tendría que vomitar inmediatamente después.

Nick suspiró.

—Entonces sé tú misma. Eso funcionará también.

—Ya.

Hallie se quedó pensativa un momento.

—Gracias por decirme eso —añadió Hallie.

—¿Has visto? Esa sonrisa ha sido casi de afecto.

—¡De eso nada! —protestó ella.

Nick sonrió divertido y encendió la luz del techo; entonces sacó el periódico y lo abrió, poniendo fin a la discusión de manera efectiva.

Hallie se quedó mirando la última hoja del periódico, que temblaba levemente. ¡Maldita sea, Nick se estaba riendo de ella!

—No ha sido una sonrisa de afecto.

—Si tú lo dices, querida

Un matrimonio apasionado, decía. Una batalla constante de ingenios. Menos mal que sólo duraría una semana. Si pasaba más tiempo, seguramente acabaría con él.

Doce horas y varias zonas horarias después, llegaron por fin al Aeropuerto Internacional de Chek Lap Kok, recogieron su equipaje y fueron recibidos por el chófer de Tey. Siguieron al silencioso doble de Jet Li por la elegante terminal de llegadas, cruzaron las enormes puertas de salida automáticas y ya estaban en Hong Kong.

—¡Caramba! —Hallie contemplaba con asombro el esbelto edificio de acero y vidrio del que acababan de salir—. Hace más fresco de lo que yo pensaba.

—Estamos en invierno —respondió Nick—. Si te gusta el calor y la humedad, volveremos en septiembre.

—¡Ah!

Siguieron al chófer de Tey hacia un Mercedes mal aparcado y Hallie empezó a mirarlo con creciente interés. Tal vez fuera su manera de moverse, o cómo parecía saber lo que estaba pasando a su alrededor sin parecer siquiera que se estaba dando cuenta. O tal vez fuera su manera de cargar las maletas en el maletero, como si estuvieran vacías, lo cual no era desde luego el caso. Tal vez fuera sencillamente que era guapísimo, con una callada intensidad que llamaba la atención Pero no Tampoco era eso. Le recordaba a alguien.

Le recordaba a Tris.

—¿Éste es el chófer de Tey? —le susurró a Nick—. Parece más que un chófer.

—Así es —concedió el chófer con voz suave y cultivada mientras cerraba el maletero—. También cocino.

Maravilloso. Justo lo que necesitaban. Seguridad de alta calidad con un oído excelente y un afición por los cuchillos de cocina. Afortunadamente para Nick, ella tenía años de práctica a la hora de burlar a los hombres suspicaces de ojos de águila, cuya misión en la vida era proteger y servir. Al menos ése no era nada suyo.

—Encantada de conocerlo —dijo ella con alegría.

—Y yo a usted, señora Cooper.

Señora Cooper ¡Oh, maldita sea! Ya estaba ahí. Durante los cinco días siguientes ella era la señora de Nicholas Cooper.

El trayecto a la residencia de los Tey transcurrió en silencio. El conductor maniobraba el Mercedes con suavidad, Nick estaba pensativo y Hallie observaba con ojos muy abiertos la entrada del túnel iluminado que los llevaría por debajo de Victoria Harbour hasta la isla de Hong Kong.

El miedo por estar en el túnel se añadió al nerviosismo que sentía por conocer a los Tey y empezó a notar que se le formaba un nudo en el estómago. Qué extraño, nunca había pensado que hacer de esposa de Nick fuera a ser difícil. Hasta ese momento. Finalmente salieron del túnel, bordearon el distrito financiero de la zona centro de Hong Kong y continuaron por una cuesta larga y empinada, donde los altos edificios de apartamentos daban paso a las mansiones de lujo, que cuanto más subían más lujosas eran.

—¿Cómo estoy? —le preguntó a Nick cuando el Mercedes accedió a un camino asfaltado y cruzó unas enormes verjas de hierro forjado que se cerraron a su paso.

—Preciosa—le respondió Nick tomándole la mano y sonriéndole de manera tranquilizadora mientras le rozaba los nudillos con los labios—. Estás muy guapa.

—Así me voy a poner peor —dijo ella mientras retiraba la mano de la suya apresuradamente.

—Estás para comerte —añadió él.

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