Año Nuevo, claro, había sido en Año Nuevo. La música cambiada, en directo este año, un puñado de técnicos que habían formado una banda y que no tocaban mal del todo. Pero el brillo era el mismo. Y mamá y Ollie...
Por el rabillo del ojo vio un brillo de joyas de plata y por un instante se le presentó un fantasma, pero era solamente Connie Morley, una joven alta y delgada, que llevaba un peinado alto y elegante.
Por un instante la dominó la tristeza, sin motivo, solamente miró al otro lado de la habitación donde estaban sentados los mayores: Denys; Giraud estaba en Novgorod en la estación; Petros Ivanov; el doctor Edwards nunca sería «John» para ella, nunca, lo juraba, no importaba lo mayor que se hiciera ella. Y el viejo Windy Peterson y su hija, bailando; Peterson trataba de aprender un nuevo paso.
Maddy Strassen estaba muy guapa, realmente hermosa vestida de satén azul metalizado, no le faltaban acompañantes, ni Stasi, su sombra fiel. Y Amy Carnath. Ella estaba en la pista con un joven azi muy correcto, muy confundido que, sin embargo, estaba salvando la situación con el baile en sí: Seguridad, tenso como todos los de Seguridad cuando Amy le puso las manos encima pero un poco más relajado ahora, para diversión de toda la concurrencia y evidente disgusto de la madre de Amy. El muchacho era un Alfa, y tan social como lo permitían los Barracones Verdes, sí, sera, con una voz militar. Se llamaba Quentin AQ-8, y tal vez habría terminado con un contrato en Seguridad de la Casa o en LÍNEAS AÉREAS RESEUNE, o en el exterior, si alguna de las agencias calificadas hubiera pagado un millón y cuarto por su contrato, por un azi que tenía que ser supervisado directamente por Reseune y cuyos reflejos eran peligrosamente rápidos. Quentin AQ se había encontrado al servicio de otro al cabo de un año.
Florian y Catlin informaban que Quentin estaba muy contento, aunque muy nervioso. Y Amy estaba...
... enamorada, era una buena definición. Al menos había una dosis muy saludable de entusiasmo, y Amy insistía en que Quentin era su compañero. Quentin estaba en la pista con ella, las modas y las costumbres cambiaban y la gente estaba olvidando por qué habían existido las viejas normas con los primeros azi: ahora imperaban reglas totalmente distintas. Los jóvenes lo hacían en sus fiestas; los mayores debían aceptarlo, no tenían más remedio, eso era todo. Y así era con Amy Carnath.
Entonces Ari había llamado a Florian para que Amy y Quentin no estuvieran solos. Y al cabo de un rato algunos más salieron a la pista.
Pero sobre todo Florian y Catlin, que la vigilaban muy de cerca. Florian se negó a bailar con Stasi, con un ansioso:
—Lo siento mucho. Estoy de servicio.
Así andaba el mundo. En la Casa, Florian y Catlin la vigilaban con la misma atención que habían puesto en Novgorod.
Nada de relajarse. Nada de olvidarse.
Las autoridades de Novgorod estaban aterrorizadas por las multitudes que vendrían en Año Nuevo y la posibilidad de que hubiera un incidente.
Una mierda. Los pacifistas no eran diseño de Ari, estaba cada vez más convencida. Una herencia cultural, un viajecito desviado y horrible de los grupos mentales cuya prioridad era la independencia, esos grupos que habían formado la Unión. Los nietos y nietas de científicos e ingenieros rebeldes, haciendo volar por el aire a los niños en los subtes, deseosos de acceder al gobierno.
Hablaban de gusanos potenciales en los diseños de Justin al cabo de unas treinta o treinta y cinco generaciones. La Unión ya evidenciaba algunos después de tres generaciones, y eran realmente serios. Ari tenía miedo de una situación controlada como el Año Nuevo con la Familia y el personal, con Florian y Catlin para cuidarla, con los ojos atentos a encontrar todo lo que fuera Raro. Tener las oportunidades de un ciudadano de Novgorod: kilómetros de caminata por túneles peatonales o hacer el cálculo de los titulares y el humor de la política dos veces al día para decidir si podía arriesgarse a tomar el subte durante diez minutos, por no mencionar la posibilidad de que un caso z cualquiera lo empujara a uno para robarle la tarjeta: una vida terrible. Pero los ciudadanos de Novgorod odiaban la idea de un sistema controlado por tarjetas; según ellos, representaba una amenaza para su libertad.
Tenían un umbral de ansiedad inferior al de ella, decidió Ari; pero defendían lo suyo, eso era lo bueno, a la mierda los pacifistas, la gente se defendía; y ella, Ari Emory, seguía la situación y se preguntaba si valía la pena la idea de un proyecto para comprar miles de azi militares todavía susceptibles de ir a la rejuv, y llevarlos a Reseune para reentrenarlos, exactamente como habían hecho antes de que ella naciera.
No se podía hablar del mal precedente de situar tropas armadas para que se encargaran de mantener el orden en Novgorod, pero sí de un préstamo de agentes civiles del Territorio Administrativo de Reseune a la municipalidad de Novgorod. Si éstos eran los tiempos en que vivían, lo mejor era tener una respuesta, aunque comportara la presencia de miembros de las fuerzas en una línea interminable en todos los túneles peatonales y los subtes de Novgorod.
La primera razón por la que existía Reseune era la energía elemental a pulmón, la energía de los seres humanos; y ella estaba redactando la propuesta para enviarla al despacho de Denys. Y esperaba que Denys se negara. Reseune estaba obteniendo beneficios de nuevo y Denys estaba decidido a mantener un límite estricto para lo que llamaba las ideas locas de Ari.
Suspiró, observó al tío Denys, que estaba al otro lado de la habitación y vio a un hombre grandote y cansado que tenía ideas muy extrañas: que tenía, como había descubierto en la Base de Denys en el sistema de la Casa, un gran volumen de trabajo sin publicar, trabajo del que ella quería hablarle: sobre la economía de las interestaciones, un trabajo que provocaría más de una reacción cuando saliera a la luz. Ella no lo entendía pero resultaba impresionante, todo lleno de cálculos estadísticos; un enorme y fascinante trabajo sobre la interacción de la economía con la teoría expansionista del gobierno, un estudio impresionante sobre el desarrollo de la sociedad de consumo en los segmentos de población descendientes de los azi, que incluía un rastreo específico de valores establecidos en la psicología de distintas generaciones de pruebas; un estudio de la psicología de las réplicas; una historia de Reseune desde su fundación; y trabajo sobre sistemas militares, de un tipo que parecía sobre todo obra de Giraud, hasta que ella se fijó en las frases y en los giros expresivos y descubrió con espanto que Giraud no era el autor de los trabajos que se publicaban con el nombre de Giraud. Eran obra de Denys. Y ese depósito secreto, ese tesoro de ideas... ¿en Archivo? Nunca lo había sacado a la luz, sólo lo había retocado de vez en cuando, ajustado algunas cosas, un enorme trabajo en formación, y su autor, un hombre tan obsesivamente alejado de todo que había pulsado teclas para conseguir a su hermano la condición de Especial, para que Giraud pudiera tener una reputación y hacer frente al público mientras él se quedaba entre bambalinas, dedicándose exclusivamente a la administración, a las decisiones cotidianas, a la aprobación de R&D y a llevar a cabo las decisiones.
Además de educar a una criatura durante algunos años, dejándola entrar a ella en esa intimidad tan exclusiva, organizando fiestas de cumpleaños y soportando a Nelly y a dos jóvenes de Seguridad, mientras redactaba estos trabajos, que nunca aparecían en ninguna parte, que se limitaban a seguir creciendo.
No resultaba difícil imaginar la razón por la que Denys había estado tan dispuesto a aceptarla, la razón por la que había metido a Reseune en un remolino a fin de recuperar las habilidades de Ariane Emory para Reseune: Denys era brillante, Denys tenía el viejo problema de los Alfas, la falta de control, la falta de límites, el problema de flotar en el espacio oscuro sin otras mentes hacia las que saltar, sin ninguna pared que devolviera el eco. Denys era brillante, una persona extraña dedicada casi por completo a protegerse a sí misma. E incapaz, tal vez, de creer que su trabajo estuviera terminado; por eso lo seguía modificando. Una mente que trabajaba en un macrosistema que seguía ensanchándose, un perfeccionista con la necesidad de ser definitivo en todo. No necesitaba a la gente. Solamente estudiaba sus reacciones.