—No. —Grant levantó un dedo. Ansioso. Casi un espasmo—. La razón profunda por la que somos diferentes. Endo... endo... ¡mierda!, el trabajo hormonal... al aprender. Las reacciones químicas de la sangre reaccionan frente al medio. Un estímulo dado, a veces la adrenalina sube, a veces baja, a veces otra cosa, matices de gris. Variabilidad en un medio dominado por el azar. Recuerdas algunas cosas bien, otras mal, algunas sin darles importancia, otras de forma muy especial. Nosotros... —Otro ruido que era casi un hipo—. Nosotros empezamos desde la cuna, con catafóricos. Nos reducen los umbrales más que a cualquier otra cosa en la naturaleza. Eso significa que apenas queda rastro de nuestra lógica original. Las cosas son totalmente ciertas. Confiamos en lo que tenemos. Vosotros formáis vuestro psicogrupo a través de los sentidos. A través de catafóricos naturales. Aprendéis la información por cinta, pero el psicogrupo lo adquirís a través de los sentidos. Y, obviamente, lo que podáis ver u oír sólo depende del azar. Aprendéis a hacer promedios en el flujo de acontecimientos porque sabéis que habrá variaciones. Pero nosotros tenemos a los expertos que eliminan todas las incongruencias lógicas. Nosotros podemos aceptar todos los detalles; debemos hacerlo, sólo así funcionamos bien. Y por eso somos tan buenos para detectar detalles específicos. Por eso procesamos mucho más rápidamente determinados problemas que vosotros no podéis contener completos en vuestras mentes. Entramos en estado de aprendizaje sin kat y nuestros primeros recuerdos no provienen de aprendizajes endocrinos; no tenemos grados de verosimilitud. Tú estás promediando y trabajando con una memoria que cuenta con miles de matices de valores y eres más hábil en esto que recordando lo que realmente pasó; así es como puedes procesar datos que te llegan con rapidez y de todas las direcciones a la vez. Y ahí es donde nosotros fallamos. Tú puedes encontrar dos pensamientos contradictorios y creer en ambos porque hay flujo en tus percepciones. Yo no.
—Ah, ¡ya estamos de nuevo con lo mismo! Pero si tú trabajas de la misma forma que yo. Y te olvidas la tarjeta-llave más que yo.
—Porque estoy procesando otra cosa.
—Lo mismo me ocurre a mí. Totalmente normal.
—Porque tengo un reflejo que me ayuda a relegar lo que no me importa en ese momento. Igual que tú. Puedo realizar acciones que son sólo hábitos físicos. Pero estoy socializado. Raramente uso cintas y tengo dos sistemas de procesamiento. El nivel más alto lo aprendí en el mundo real; aprendí por el sistema endocrino. El nivel bajo, donde se encuentran mis reacciones, es simple, muy simple, y totalmente lógico, lógico hasta la crueldad. Un azi no es un ser humano al que le falta una función. Tiene la función lógica en el nivel más profundo y la función aleatoria en el superficial. Y tú estás hecho al revés. Tú recibes lo aleatorio primero.
—Yo soy al revés.
—Como sea.
—Dios. Un partidario de Emory. Tus pruebas dan unos resultados concretos porque los catafóricos determinan el camino que recorren hasta tal punto que esos caminos se convierten en el curso de menor resistencia, y están tan estructurados que disparan el sistema endo... endo... crino siguiendo el patrón de Pavlov en una medida que no conseguiría la experiencia sola. Para cada prueba que apoya la teoría de Emory, hay una que apoya las de Hauptmann-Poley.
—Hauptmann era un teórico social, deseaba que los resultados de sus investigaciones apoyaran su propia política.
—Bueno, ¿y qué mierda era Emory? Grant parpadeó y respiró hondo.
—Emory nos preguntaba. A nosotros. Hauptmann socializaba asus sujetos hasta que comprendían lo que él quería que le dijeran. Y cómo deseaba que realizaran la prueba. Y un azi siempre quiere hacer las cosas bien a los ojos de su supervisor.
—Mierda, Grant. Emory hacía lo mismo.
—Pero Emory tenía razón. Hauptmann estaba equivocado. Ésa es la diferencia.
—La cinta afecta la respuesta del sistema endocrino. Y punto. Si me administras suficiente cinta, saltaré cada vez que me lo ordenes. Y mi pulso hará exactamente lo mismo que el tuyo.
—Soy muy bueno como diseñador de cintas. Cuando sea tan viejo como Strassen, seré excelente. Y tendré todo ese aprendizaje endocrino. Por eso algunos azi viejos casi parecen hombres. Y algunos de nosotros terminamos siendo verdaderos fenómenos. Por eso los azi viejos tienen más problemas. El Ala Dos va a tener mucho trabajo para hacer la rejuv a tantos viejos.
Justin estaba impresionado. Había palabras que el personal evitaba cuidadosamente. Viejos. Hombres. El Patio. Eran siempre CIUD, azi, la ciudad. Grant estaba realmente borracho.
—Veremos si hay diferencia —dijo Justin— por el hecho de que Ari Emory comiera pescado o jamón en el desayuno de su duodécimo cumpleaños.
—Yo no he dicho que el proyecto vaya a funcionar. He dicho que en mi opinión Emory tenía razón con respecto a la personalidad de los azi. En realidad no nos inventaron de forma calculada. Necesitaban gente. Rápido. Así que empezaron a administrarles cintas en la cuna. Un accidente totalmente beneficioso. Ahora somos eco... económicos.
Otra vez los días anteriores a la Unión.
—Mierda.
—No he dicho que me importara, ser. Ya somos más que vosotros. Pronto podremos hacer granjas donde crecerán personas como enredaderas y se unirán a sus propias glándulas. Seguramente les encontrarán un uso.
—¡A la mierda!
Grant rió. Se rió. La mitad de todo aquello era una discusión que habían mantenido una docena de veces en distinta forma; la mitad era que Grant estaba tratando de hacerle un tratamiento psicológico. Pero finalmente, el día había sido normal. Era sólo una basurita en el recuerdo. Un salto hacia atrás. Lo hecho, hecho estaba. No había forma de sacar esas malditas cintas de chantajista del Archivo ya que eran de Ari, y Ari era sagrada. Pero Justin había aprendido a vivir con la idea de que todo se le vendría encima un día cualquiera en las noticias de la noche.
O de que un día descubriría que los tratos no duran para siempre.
Jordan había matado a una mujer moribunda por razones que el proyecto inmortalizaría, por lo menos en los archivos, si funcionaba. Si funcionaba, cada detalle secreto de la vida de Ari tendría relevancia científica.
Si funcionaba de alguna manera y se hacía público, cabía la posibilidad de que Jordan consiguiera una reapertura del caso y la libertad, tal vez en Fargone, unos veinte años después del proyecto mismo; eso significaría que toda la gente había conspirado para encubrir los actos de Ari, todos los centristas que se habían sentido atemorizados por las conexiones potenciales con los radicales que el caso tal vez tenía, todos ellos se resistirían. Corain. Giraud Nye, Reseune. El Departamento de Defensa, con todos sus secretos. Tal vez había justicia en los tribunales, pero no había ninguna entre los que manejaban el poder, los que habían puesto a Jordan donde estaba. Las paredes del secreto se cerrarían totalmente para silenciar a un hombre a quien ya no podían controlar. Y a su hijo, el que había empezado todo el conflicto por un error infantil, el mal cálculo de un niño...
Si el proyecto se malograba, sería un fracaso como el del clon de Bok, que no había hecho nada excepto agregar una nota trágica y sórdida a la vida de una gran mujer, un fracaso muy caro que Reseune nunca sacaría a la luz, al igual que ahora el mundo había oído una versión totalmente distinta sobre el asesinato y los cambios en Reseune, en el exterior se ignoraba todo sobre el proyecto; reorganización administrativa, decían los servicios informativos, por la muerte de Ariane Emory.
Y luego continuaban con algo sobre el testamento de Ari, que al parecer contenía planes a largo plazo y beneficiaba al laboratorio con el producto de las considerables inversiones de la doctora.
Si fracasaba, habría consecuencias políticas, sobre todo en la Administración de Reseune y en el Departamento de Defensa, que estaba al corriente del secreto. En ese caso, no se podía predecir lo que haría Giraud Nye para protegerse. Giraud debía tener éxito para probarse. Mientras tanto, la forma en que agitaba el proyecto frente a los ojos de Defensa le permitía una cuota de poder que era, en cierto sentido, mayor de la que había tenido Ari. Poder para silenciar. Poder para usar las agencias secretas. Si Giraud era inteligente y el proyecto no fracasaba de una forma pública y estrepitosa, conseguiría más renombre que Jane Strassen antes de que las circunstancias lo obligaran a admitir que el proyecto no daba los resultados esperados. Hasta podría volver a comenzarlo, ponerlo todo en marcha de nuevo. Y en este punto Giraud ya estaría al final del tiempo en que pudiera necesitar poder. Después de Giraud, el diluvio. ¿Qué le importaba a Giraud?