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—Ahora estás hablando de más. Porque si vas a juicio, Jordan, presentaré otras cintas como evidencia. Y voy a pasarte una.

—No es necesario.

—Ah, entonces sabes de qué se trata. Pero quiero que la veas, Jordie. Te las pasaré todas, si quieres. Y después me dices lo que piensas.

—No es necesario.

—Ari dijo que tú habías tenido un lío con ella, hace unos años.

Jordan respiró hondo. La máscara había caído.

—Escúchame —soltó de un tirón—, escúchame muy bien, tonto, porque tú creesque controlas la situación, solamente lo crees. Si Ari está muerta y yo me voy, Reseune quedará con dos alas totalmente colgadas, en desorden. Reseune tiene contratos que no puede olvidar. Reseune va a tener muchos problemas para cumplir con esos contratos y todos sus socios políticos querrán repartirse el botín. Y rápido. Te estás olvidando de que si muere un Especial, tiene que haber una investigación, una audiencia. Y lo que encuentren va a ser muy interesante, no sólo para nosotros, las almas de Reseune. Cuando esto llegue a los servicios informativos, vas a ver cómo corren los jefes de Departamento y los presidentes de las corporaciones, como cucarachas al encenderse una luz. Tienes razón. No puedes someterme a psicotest. Sólo puedo ofrecer mi palabra de honor. Ya sabes lo que les diré. Les diré que has usado cinta conmigo. Y nadie puede estar seguro sin un psicotest. Y la ley no me dejará hacerlo, ni siquiera como voluntario. Tú ponme frente a un micrófono. Espero que lo hagas. Es el tipo de cobertura que estoy esperando. El mejor seguro que podría tener. Ari y su amiga Lao podían cerrarme la boca. Pero, ya sabes, hay ciertas cosas que son demasiado grandes: no se pueden ocultar. Matar a la jefa de Reseune es una de estas cosas. Lamento no haber pensado en eso.

—Es verdad. Todo esto es verdad.

—Ahora estás pensando en matarme. Hazlo. Piensa que un Especial muerto ya es difícil de explicar.

—Pero hay algo tan acabado en las noticias viejas... Un poco de escándalo. Y después, mucho silencio.

—Pero tú no estarías en el Concejo, Puedes estar seguro de que no. Podemos matar en las calles pero no podemos ocultarlo. Ningún poder político. No hay rincones oscuros para que se escondan los insectos. Desprecio público. Si quieres ver cómo Reseune pierde todo lo que ha conseguido...

—Ah, pero es noticia conocida. Asesinato-suicidio. No podías tolerar la publicidad que conlleva un juicio. Pensaste que podías callarlo. No sabías que había cintas. No sabías que Ari grababa sus fiestecitas. Y la gente quedará impresionada. Pero sólo por un tiempo. A la gente siempre le han divertido los escándalos de los ricos y famosos. Después, todo se pierde en el tiempo. Quién sabe, tal vez tu hijo sobreviva. O quizá termine trágicamente. Sobredosis de drogas. Cintas con errores. Una pena. Pero lo que sí sabes es que no conseguirá un puesto en Reseune. O en ningún otro lugar donde tengamos influencia. Sin mencionar al otro muchacho. El azi. Probablemente es un error hacerlo pasar por un psicotest. Está tan débil ahora... Pero tenemos que averiguar la verdad.

Jordan permaneció inmóvil durante un buen rato.

—Y también, está Paul, claro —añadió Giraud.

Jordan cerró los ojos.

—¿Vencido? —preguntó Giraud.

—Estoy seguro —dijo Jordan, mirándolo— de que quieres plantearme una oferta. Lo has planeado muy bien... ¿La seguridad de ellos a cambio de mi silencio?

Giraud sonrió sin ganas.

—Sabes que podemos contra ellos. Nos has dado demasiados rehenes, Jordan, y no puedes proteger a ninguno, excepto si sigues mis órdenes. No quieres que tu muchacho viva con esa cinta. No quieres que lo juzguen, no quieres que se levanten cargos contra los Kruger, ni ver a tu amigo Merild arrastrado a la corte, ni a todos tus amigos del Concejo involucrados, uno detrás de otro, en fila. Cuando una investigación de este tipo empieza, no hay forma de que se detenga. No quieres que interroguemos a Grant o a Paul, que los sometamos a psicotest una y otra vez. Sabes lo que eso les provocaría. Nosotros no queremos que la investigación se nos escape de las manos y yo no quiero que el escándalo afecte a Reseune. Te diré cómo lo haremos. Tú nos haces una confesión. No te pasará nada y lo sabes. Incluso conseguirás lo que siempre has querido: un traslado. Insistiremos en que tu trabajo es importante. Y seguirás adelante en un lugar tranquilo, cómodo, sin cámaras, sin micrófonos, sin visitas, ¿No es la mejor alternativa?

—Excepto que yo no lo hice. No sé lo que pasó. Salí de ahí y Ari estaba bien. Discutimos. La acusé de chantajear a mi hijo. Ella se rió. Me fui. No la amenacé. No dije nada. No soy tan tonto como para haberle dicho a Ari lo que pensaba hacer. Y mis planes no incluían el asesinato. No sé. Es la pura verdad. No me había decidido a acudir al Departamento. Pensaba que tal vez había una forma de comprar a Ari.

—Ahora tenemos una verdad diferente. ¿Produces una verdad por minuto?

—Es la verdad.

—Pero no puedes someterte a psicotest. No puedes probar lo que viste. O lo que hiciste. No puedes probar nada. Así que estamos otra vez donde comenzamos. Francamente, Jordie, no me importa si lo hiciste o no. En este momento, eres nuestro principal problema. Hubieras deseado hacerlo, eres el número uno de mi agenda. Y si no lo hiciste tú, eres más peligroso que el asesino, porque si otra persona mató a Ari, fue algo personal. Si lo hiciste tú, se trata de otra cosa. Así que examinaremos muy bien esos conductos, las válvulas, todo el sistema. Si no encontramos pruebas, las falsearemos, te lo digo con franqueza. Y te daré todo el libreto para el Departamento. Tú sigue el guión y yo cumpliré con mí parte. Pídeme lo que quieras. Cualquier cosa dentro de lo razonable. Tú te declaras culpable, recibes el golpe, te retiras a un lugar tranquilo y todo estará bien. Si no, lamento decirte que tomaremos las medidas apropiadas.

—Los quiero fuera de aquí. A Justin. A Grant. A Paul. Es mi precio.

—No puedes conseguir tanto. Puedo darte seguridad para ellos. Eso es todo. Se quedarán aquí. Si cambias de opinión, también nosotros lo haremos. Si intentas escapar, si te suicidas, si hablas con alguien o transmites un mensaje de cualquier tipo, ellos pagarán por ti. Éste es el trato. Así de simple.

Un largo silencio.

—Entonces, ponlos conmigo.

Giraud negó con la cabeza.

—Voy a ser generoso. No estoy obligado a serlo, como comprenderás. Te daré a Paul. Me caes bien. Paul, claro está, tendrá que cumplir con las mismas condiciones.

—Pero no vas a tocarlo.

—¿Qué supones? ¿Qué le ordenaría que te espiara? No. No él. Ni a tu hijo. Ni al azi. Tú cumple tu parte, yo cumpliré con la mía. ¿Hacemos el trato?

Jordan asintió después de un momento. Se le advertía un leve temblor en la boca.

—Te quedarás aquí —continuó Giraud— mientras dure la investigación de Asuntos Internos. Detenido. Pero disfrutarás de comodidades razonables. Acceso a Paul, puedo arreglar eso. Acceso a tu hijo, sólo bajo restricciones. Déjame advertirte que ese muchacho tratará de ayudarte. Por su bien, será mejor que lo detengas. En seco. Probablemente eres el único que sabe cómo hacerlo. ¿De acuerdo?

—Sí.

—Quiero mostrarte esa cinta que te prometí.

—No.

—Creo que deberías verla. En serio, deberías verla. Quiero que la recuerdes, que sepas lo que podemos usar si no se te ocurre cómo darle un motivo político a lo que hiciste. Estoy seguro de que puedes ser convincente. Sugiero contactos radicales. Contactos centristas. Porque tiene que haber un motivo ¿no? —Apretó un botón. Se conectó la pared pantalla. Jordan se encontró mirándose a sí mismo, Jordan, con los ojos fijos en el rincón, no en la pantalla. Jordan, con una expresión como la de una imagen tallada en la penumbra, en las luces fugaces de la pantalla. Había voces que hablaban. Cuerpos que se entrelazaban. Jordan no quiso mirar. Pero reaccionó. Oía.

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