No se produjo sonido alguno en la unidad.
—No funciona.
—Tal vez sea por el frío —aventuró Giraud—. No hubo ninguna llamada.
—La caída de la presión le indicó que algo andaba mal.
—La presión en el tanque de nitrógeno. Los técnicos lo sabían. Llegué un minuto o dos después.
—¿No había una alarma en este lugar?
—Sonó —dijo Giraud, indicando la unidad en la pared—, ahí. Nadie trabaja aquí. Con la acústica que hay, nadie sabía de dónde venía. No lo supimos hasta que los técnicos dijeron que era una línea de nitrógeno. Entonces comprendimos que era en el laboratorio de frío. Vinimos corriendo y abrimos la puerta.
—Mmmm. Y los azi no estaban aquí. Sólo Jordan Warrick, que estaba en las escaleras cuando sonó la alarma. Quiero un informe sobre esa unidad de intercomunicación.
—Nosotros redactaremos el informe —dijo Giraud.
—Mejor que se encargue mi oficina.
—Usted está aquí por razones oficiales. Para el informe. No es su jurisdicción, capitán.
Stern lo observó, un hombre macizo, severo con la luz de la inteligencia en la mirada. Suficiente inteligencia para saber que Reseune se tragaba sus secretos.
Y eso, como Reseune tenía amigos en Asuntos Internos, significaba que la decisión que tomara podría valerle un ascenso o graves problemas.
—Creo —dijo Stern— que lo mejor será que hable con Warrick.
Era una forma de decir que se retiraba para hacer interrogatorios en privado. El primer impulso de Giraud fue seguirlo para encubrir lo que había que ocultar. El segundo fue un pánico auténtico, una brusca comprensión de la calamidad que había golpeado a Reseune, que había acabado con todos sus planes: el hecho de que aquel cerebro tan activo, que había guardado tantos secretos, ahora era sólo un pedazo de hielo. El cadáver, tal como estaba, no podía transportarse con dignidad. Hasta aquella simple necesidad representaba un desastre grotesco.
Y Corain... Esto va a llegar a los servicios informativos antes de la mañana.
¿ Qué mierda vamos a hacer?¿ Qué vamos a hacer ahora?
Ari , maldita sea, ¿qué hacemos ahora?
Florian esperó, sentado en un banco en la sala del ala oeste del hospital. Apoyó los codos en las rodillas, la cabeza sobre las manos y lloró porque no había nada que hacer; la policía tenía a Jordan Warrick en custodia y no lo dejarían acercarse a Ari, pero él había visto aquella única imagen terrible y sabía que era cierto. Ella estaba muerta. El mundo había cambiado por completo. Las órdenes procedían de Giraud Nye: presentarse para cinta.
Él lo comprendía.
Presentarse al supervisor; la regla existía desde su infancia: había cintas para aliviar la angustia, cintas para suprimir las dudas, cintas para explicar el mundo, las leyes y las reglas del mundo.
Pero por la mañana, Ari todavía estaría muerta, y él dudaba de que pudieran decirle algo que le hiciera comprender.
Habría matado a Warrick. Todavía pensaba hacerlo si tenía oportunidad; pero sólo contaba con el pedazo de papel, la orden para la cinta, que lo enviaba allí para recibir el consuelo de un azi; y nunca se había sentido tan solo ni tan desamparado; todas las instrucciones, apenas un vacío; todas las obligaciones, desaparecidas.
Alguien entró en el vestíbulo, en silencio. Él levantó la mirada cuando vio a Catlin, bastante más tranquila que él; ella siempre conservaba la calma, no importaba la magnitud de la crisis, incluso ahora.
Se puso en pie y la rodeó con los brazos, la abrazó como hacían cuando dormían, y habían dormido así durante tantos años que él ya había perdido la cuenta, en buenos tiempos y en momentos terribles.
Apoyó la cabeza en el hombro de Catlin. Sintió los brazos de ella alrededor de su cuerpo. Era algo, un punto de referencia entre tanto vacío.
—La vi —elijo Florian, pero era un recuerdo que no podía tolerar—. Cat, ¿qué vamos hacer?
—Permaneceremos aquí. Es todo lo que podemos hacer. No hay ningún otro lugar adonde ir.
—Quiero la cinta. Es muy doloroso, Cat. Quiero que deje de dolerme.
Ella le cogió la cara entre las manos y le miró a los ojos. Los suyos eran azules y pálidos, como los de nadie más que Florian conociera. Siempre había un sentido común muy serio en Catlin. Durante un momento, se asustó: la mirada de ella parecía tan triste, como si ya no hubiera esperanza.
—Pronto dejará de dolerte —le consoló mientras lo abrazaba—. Ya dejará de dolerte, Florian. Ya verás, ¿Me estabas esperando? Vamos a dormir, ¿de acuerdo? Y no te dolerá más.
Llegaron pasos hasta la puerta, pero la gente iba y venía constantemente y Justin ya había gritado hasta quedarse afónico. Se sentó contra la fría pared de hormigón y se dobló en un nudo hasta que oyó que abrían la puerta.
Luego trató de ponerse en pie, se aferró a la pared y mantuvo el equilibrio mientras dos guardias de Seguridad se acercaban a él.
No opuso resistencia. No pronunció ni una palabra hasta que lo metieron de nuevo en una habitación con un despacho.
Un despacho ante el cual se sentaba Giraud Nye.
—Giraud —dijo Justin, la voz ronca, y se hundió en la silla de respaldo redondo—. Por Dios, ¿qué está sucediendo? ¿Qué están haciendo?
—Se te acusa de complicidad en un crimen —dijo Giraud—. Esto es lo que pasa. Ley de Reseune. Puedes hacer una declaración voluntaria ahora. Sabes que estás sujeto a normas Administrativas. Sabes que estás sujeto a psicotest. Y te aconsejo encarecidamente que seas sincero.
El tiempo se detuvo. Los pensamientos de Justin corrieron en todas las direcciones; no podía creer que todo aquello ocurriera de veras; estaba seguro de que era culpa suya, de que su padre se veía involucrado por culpa suya. El psicotest lo revelaría todo.
Todo. Jordan iba a enterarse. Se lo dirían.
Deseo estar muerto.
—Ari me hacíachantaje —dijo. Resultaba difícil coordinar las palabras con el mundo que giraba con tanta lentitud mientras su interior se movía tan rápidamente. El silencio se mantuvo un largo rato, colgado en el aire. ¿Mencionó a Jordan y la razón por la que tuve que decirle a Grant que se fuera? ¿Pueden descubrirlo? ¿Cuánto puedo mentir?— Dijo que Grant podría irse si yo hacía lo que ella quería.
—Tú ignorabas la relación entre Kruger y Rocher.
—¡Sí! —Eso era fácil. Las palabras se atropellaron unas a otras—. Kruger tenía que salvarlo porque Ari me dijo que iba a hacerle daño si yo., si yo no... ella... —Iba a vomitar. Los destellos de cinta lo inundaron. Se reclinó todo lo que le permitieron los brazos y trató de aflojar el nudo del estómago—. Cuando descubrí que Grant no había llegado a la ciudad, yo mismo fui a ver a Ari. Le pedí que me ayudara.
—¿Qué te dijo?
—Me llamó tonto. Me dijo lo de Rocher. Yo no lo sabía.
—Sí. No fuiste a ver a tu padre.
—No podía. El no sabía. Él habría...
—¿Qué habría hecho?
—No lo sé. No sé qué habría hecho. Yo lo organicé todo. El no tuvo nada que ver.
—Con la huida de Grant, quieres decir.
—Con nada. Con Kruger, Rocher. Todo.
—Y Ari iba a dejar que pasara eso....
No parecía razonable. Trampa, pensó Justin. Ella dejó que pasara. Tal vez esperaba que Grant se fuera. Tal vez... tal vez había alguna otra razón. Estaba muy enfadada. Estaba...
Pero uno nunca controla la situación con Ari. Ella juega con las relaciones como la mayoría de la gente juega con un ordenador.
—Creo que te preguntaremos el resto bajo psicotest. A menos que quieras añadir algo más.
—¿Quién va a hacerlo? —Había técnicos y técnicos, y la cosa era muy distinta según quién fuera a vaciarle el cerebro—. Giraud, si me graban, a Ari no le va a gustar. ¿Sabe dónde estoy? ¿Sabe que...? (Dios, ¿es política entre Ari y Giraud? ¿Me busca para ver si puede conseguir un arma contra ella?)Quiero hablar con Ari. Tengo una cita con ella. Debe de estar preguntándose dónde estoy. Si no voy, empezará... (empezará a ir contra Jordan, tal vez hará algo que hasta ella misma no pueda detener. Van a decírselo. Giraud se lo dirá. Tal vez Administración también quiere algo con Jordan, tal vez todo esto es un movimiento organizado por Giraud y Ari, ella conmigo y Giraud con Jordan. Dios, Dios... ¿En qué me he metido?)...a preguntar dónde estoy.