Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Y no podía decirle a Jordan todo lo que estaba pasando. No podía contarle nada sin accionar las trampas que él mismo había colocado.

Apagó el ordenador, caminó hasta el vestíbulo de la oficina de Ari, sin hacer caso de nada. Entró y se enfrentó a Florian, que estaba en el escritorio de recepción.

—Tengo que hablar con ella —dijo—. Ahora.

Florian levantó una ceja, pareció dudar y luego llamó.

—¿Cómo vamos? —saludó Ari, y él temblaba tanto, de pie frente al escritorio de Ari, que no podía hablar.

—¿Dónde está Grant?

Ari parpadeó. Una reacción rápida, tal vez honesta.

—¿Dónde está Grant? Siéntate. Vayamos por partes.

Él se sentó en la silla de piel en el rincón del despacho de Ari y apretó las manos sobre los brazos cruzados.

—Grant ha desaparecido. ¿Dónde está?

Ari aspiró lentamente. O estaba preparando su actuación o no se preocupaba por ponerse la máscara.

—Fue hasta donde vive Kruger. Llegó un avión esta mañana y tal vez se fue en él. También salieron dos barcazas y quizá se fue allí.

—¿Dónde está, mierda? ¿Dónde lo tiene escondido?

—Muchacho, comprendo tus sentimientos, pero contrólate. No vas a sacar nada de mí si me gritas y te aseguro que me sorprendería si esta histeria fuera fingida. Así que hablemos con calma, ¿quieres?

—Por favor.

—Ah, querido muchacho, esto es totalmente estúpido. Sabes que no soy tu amiga.

—¿Dónde está?

—Cálmate. Yo no lo tengo. Claro que lo hice seguir. ¿Dónde debería estar?

El no respondió. Se sentó tratando de controlarse, mientras veía el pozo abierto frente a sus pies.

—No puedo ayudarte si no me das con qué trabajar.

—Claro que puede ayudarme si quiere. ¡Usted sabe perfectamente dónde está!

—Querido, por mí te puedes ir a la mierda. O puedes contestar mis preguntas y yo te prometo que haré cuanto esté en mi mano para sacarlo de dónde esté, y dejaré que tu amigo de Novgorod quede al margen de todo. No creo que la llamada que hizo Jordan hace un rato tenga nada que ver con que tú hayas venido a verme. Yo diría que vuestras relaciones no van nada bien esta semana.

El se quedó sentado, mirándola un largo rato.

—¿Qué quiere usted?

—La verdad. Mira, yo voy a decirte adonde se suponía que debía ir y tú sólo tendrás que confirmarlo. Basta con que hagas un gesto. De aquí a casa de los Kruger. De allí a un hombre llamado Merild, un amigo de Corain.

Él apretó las manos un poco más. Y asintió.

—De acuerdo. Tal vez está de camino en las barcazas. Se suponía que debía ir por aire, ¿no?

—No lo sé.

—¿Lo dices de verdad?

—Te lo aseguro.

—Tal vez todavía no ha salido. Pero no me gusta el resto. Corain no es el único amigo político que tienen los Kruger. ¿Te dice algo el nombre de Forte?

Él negó la cabeza, sorprendido, en blanco.

—¿Rocher?

—¿Un abolicionista? —El corazón de Justin saltó, esperanza y dolor enredados en él. Rocher era un lunático.

—Así es, cariño. El avión de esta mañana aterrizó en Big Blue y un autobús los llevó hacia el camino de Bertille-Sanguey. Tengo gente que está en el asunto pero incluso a mí me lleva algo de tiempo conseguir gente que pueda sacar a Grant de ahí sin que ellos le corten el cuello. Y eso es lo que van a hacerle, muchacho. Los abolicionistas no están en esto sólo por razones puras y santas, y si han jugado una mano que puso a Kruger entre la espada y la pared, puedes estar seguro de que no lo han hecho sólo por un azi, ¿me oyes, muchacho?

Justin oía. Pensó que entendía. Pero no había actuado en aquel asunto, según decía Ari. Quería que ella lo explicara con pelos y señales.

—¿Qué cree usted que buscan?

—A tu padre. Y al canciller Corain. Grant es un azi de Reseune. Es un azi de Warrick, casi como ponerle las manos encima a Paul; y Forte quiere la cabeza de Corain, muchacho, porque éste se vendió a mí, Corain hizo un trato sobre los proyectos Fargone y Hope, tu padre es el centro de ese convenio y justo vas y pones a Grant directo en la manos de Kruger, mierda.

—Usted está tratando de que vuelva.

—Yo quiero que vuelva. No lo quiero en manos de Rocher,estúpido idiota, y si tú lo quieres vivo, será mejor que empieces a contarme todos los secretos que tengas. No sabías nada sobre la conexión Rocher, claro, lo ignorabas todo acerca de los amigos radicales de Kruger.

—No, no lo sabía. No lo sé. Yo...

—Déjame decirte lo que van a hacerle. Lo llevarán a algún sitio, lo llenarán de drogas y lo someterán a un psicotest. Tal vez se preocupen por darle una cinta ya que están en eso. Tratarán de averiguar todo lo que sepa acerca de los proyectos Rubin y Hope, todo lo que sepa sobre cualquier cosa. Tratarán de subvertirlo, puedes estar seguro. Pero eso no es lo que buscan, no necesariamente. Te explicaré mi teoría. Creo que están chantajeando a Kruger, creo que tienen un hombre en la organización de los Kruger y creo que cuando se enteraron de lo que tú les habías puesto entre manos, Merild ni siquiera llegó a saberlo: el que lo supo fue Rocher y éste es quien tiene a Grant. Probablemente lo tienen sedado. Cuando se despierte, ¿qué va a pensar? ¿Que ésos son amigos tuyos? ¿Que todo lo que le pasa es cosa tuya?

—Por Dios santo...

—Es así, y tú lo sabes. Cálmate y piénsalo de nuevo. No podemos entrar a tontas y locas en casa de Rocher si no estamos totalmente seguros de que Grant está allí. Estamos instalando un Localizador. Perdimos una oportunidad en el aeropuerto de Bertille y no estamos seguros de que podamos cazarles en Big Blue. Lo intentaremos. Mientras tanto, no estamos completamente seguros de que Grant haya llegado a Kruger. Ahora, puedo conseguir una orden de registro. Pero voy a hacer otra cosa. Creo que sé cómo están chantajeando a Kruger: apostaría a que muchos de sus contratos de azi son sospechosos, y puedo arreglar una audiencia. Tengo un avión que va hacia allí. Mientras tanto, Giraud irá a ver a Corain en Gagaringrad para hablar con él. Tú le explicarás todo esto a Jordan, y le dirás que le agradecería que intentara conseguir algo de Merild para el caso Kruger.

—Lo sacamos —dijo Justin— y después se va a lo de Merild. Merild no dirá nada.

—Encanto —replicó Ari—, me conoces lo suficiente. En cuanto lo saquemos volverá directo aquí, a Reseune. Habrá estado en manos de ellos por lo menos cuarenta y ocho horas, si no más. Tendremos que hacerle un control, ¿no crees? Podrían haberle hecho muchas cosas, y tú no querrías dejarlo para que se las arregle él solo ¿no?

—Si usted no quiere que todo esto salga a la luz...

—Encanto, tú eres quien no quiere que salga a la luz. Tú eres quien no quiere involucrar a tu padre. Cuando Grant esté de vuelta, Jordan lo sabrá. Si podemos traerlo vivo, sabrá que Grant está en el hospital, ¿no? Y va a estar preocupado. Supongo que vas a cumplir con tu parte del trato, encanto.

El no dijo nada porque le pareció que no tenía argumentos, que ya no tenía armas.

—Eso suponiendo —añadió Ari— que podamos salvarlo. Tal vez nos lleve años de tratamientos, si logro enderezarlo. Claro que tenemos que traerlo vivo. Eso es lo primero.

—Me está amenazando.

—Encanto, yo no puedo predecir lo que va a hacer Rocher. O dónde irán a parar los disparos. Sólo te estoy advirtiendo.

—Ya le he dicho que haré lo que usted quiera.

—Por tu padre. Sí. Estoy segura de que sí. Y hablaremos de Grant cuando le hayamos recuperado. —Sacó la cubierta del intercomunicador y pulsó un botón—. ¿Jordan? Soy Ari.

—¿Qué pasa? —devolvió la voz de Jordan.

—Tengo a tu hijo en mi oficina. Parece que los dos nos enfrentamos a un pequeño problema. ¿Te molestaría llamar a tu contacto en Novgorod de nuevo y pedirle que consiga que Kruger me llame?

XI

Por fin descansaban en la pequeña y sucia estación en la que se habían detenido: un garaje subterráneo, una escalera de hormigón y ese lugar, que era sobre todo de hormigón casi destruido. Sólo había tres habitaciones, excluyendo el baño y la cocina. No tenía ventanas, porque constituían un riesgo en una zona como aquélla; sólo una especie de periscopio que permitía observar el área en 360 grados. Pero Grant no tenía acceso al periscopio. Estaba sentado y contestaba preguntas, la mayor parte del tiempo decía la verdad, algunas veces intercalaba mentiras porque era la única forma de defenderse que se le ocurría. No había teléfono. Sólo una radio. Y Grant no tenía idea de cómo manejarla. Apenas si había visto a Jordan usar una en el barco.

35
{"b":"200943","o":1}