—Ah, no, eso no forma parte del trato. Tú te quedas aquí. Y lo que es más, tú y yo vamos a tener un trato permanente. Sabes que tu padre es un hombre muy orgulloso. Sabes lo que significaría para él tener que elegir entre ir al Departamento y perder todo eso por lo que tú luchaste o mantener la boca cerrada sabiendo lo que hiciste para que él tuviera su nuevo destino. Porque eso es lo que has hecho. Me has entregado todos los recursos legales y personales que necesito. Ya tengo una forma de mantener callado a tu padre, una forma fácil. No necesito hacerle daño. Y no tienes más que quedarte callado, hacer tu trabajo y esperar. Tienes exactamente la posición por la que has luchado: eres mi rehén para que yo lo libere y para conseguir que se porte bien. Así que lo que quiero que hagas, jovencito, es trabajar, darme los informes del BRX para cuando termines tu turno y mostrarme un buen trabajo. Haz lo que quieras: llama a tu padre, dile que Grant no está, dile lo que quieras. No puedo impedírtelo, desde luego. Y ven a mi Residencia, digamos a las 2100, y cuéntame lo que has decidido. O pensaré que has optado por otra salida.
Él todavía estaba pensando cuando Ari terminó; recorría de nuevo todo el proceso mentalmente y trataba de entender lo que ella quería decir; pero eso ya lo sabía. Trató de encontrar las trampas. Aquella en que lo había atrapado era fácil de ver. Pero estaba asustado por la invitación. Esa cita era el final de todo lo que había pasado hasta ese momento.
—Puedes irte —dijo ella.
Él salió caminando. Pasó junto a Florian en el laboratorio exterior, recorrió el vestíbulo y luego cruzó las puertas de seguridad. Se dirigió hacia arriba, a los vestíbulos comunes de las operaciones del Ala Uno. Alguien se cruzó con él por el camino y le dio los buenos días; casi había llegado a la oficina cuando se dio cuenta y no supo siquiera quién había sido.
No sabía cómo iba a enfrentarse con Jordan. Por teléfono, pensó. Le comunicaría las novedades por teléfono y luego se encontraría con él para comer. Y sobreviviría de algún modo. Jordan esperaría que su hijo estuviera confuso.
Ari tenía razón. Si Jordan resultaba involucrado, todos los tratos se irían al agua, y por lo que Justin intuía, Jordan no tenía cartas para jugar esa mano.
En el mejor de los casos, pensó, sigamos con todo hasta que pueda controlarme mejor y pensar si tengo que revelarle a Jordan toda la historia o no.
Costara lo que costase ese tiempo.
VI
—Lo que hicimos... —Justin hizo girar el vaso de vino, algo que mirar, cualquier cosa menos la cara de Jordan—. Lo que hicimos era lo que siempre habíamos planeado hacer si uno de los dos quedaba acorralado. Ella requirió a Grant para presionarme. Sé... sé que me dijiste que debía consultarte. Pero ella se nos echó encima y sólo había tiempo para llenar un formulario de protesta con el Departamento. Y eso hubiera sido demasiado tarde para Grant. Dios sabe a qué podía someterle antes de que pudiéramos conseguir una medida legal, si es que conseguíamos una. —Se encogió de hombros—. Y no la hubiéramos ganado a la larga: la ley está de su parte y esto lo hubiera estropeado todo justo cuando todo estaba en orden con el trato de Fargone, así que yo... yo me decidí por la única salida que me pareció posible. Seguí mi propio criterio. Es todo lo que puedo decir.
Era un almuerzo privado en la cocina del apartamento de Jordan. Paul los servía, bocadillos solamente, y ninguno de los dos mostraba tener apetito.
—Maldita sea —masculló Jordan. Había dicho muy poco hasta ese momento: simplemente había dejado que Justin se explicara—. Maldita sea, deberías haberme contado lo que pasaba. Te lo dije.
—No podía. Eso hubiera hecho que todas mis acciones parecieran obra tuya. No quería dejar rastros.
—¿Y qué? ¿Los has dejado?
—Bien claros en cuanto a mí, siento decírtelo. Pero esto forma parte del trato. Por eso decidí quedarme aquí. Ari tiene un recurso para dominarme. Tiene que usarme contra ti, al igual que se sirvió de Grant contra mí. Ahora ya no lo necesita a él, ¿te das cuenta?
—¡Claro que no lo necesita! Dios mío, hijo...
—No es tan malo. —Justin consiguió mantener la voz serena—. Me tiré un farol. Ella planteó el trato: tú consigues tu traslado en cuanto la instalación esté construida. Luego, yo consigo a Grant y él se va contigo. De esa forma...
—De esa forma tú te quedas aquí, donde ella podrá hacer lo que quiera.
—De esa forma —respondió él con calma, con cuidado—, sabe que puede tenerme aquí para mantenerte con la boca cerrada hasta que sus proyectos estén tan avanzados que resulte imposible detenerlos. Y los militares no te dejarán hacerlo público. Eso es lo que ella desea. Ya lo tiene. Pero incluso tiene un límite. Y de esa forma, todos saldremos de algún modo. Al final.
Jordan no dijo nada durante mucho rato. Luego, levantó el vaso de vino, tomó un sorbo y lo apoyó de nuevo.
Y siguió en silencio unos largos minutos.
—Nunca, nunca debí haberme quedado con Grant —dijo finalmente— cuando estallaron las cosas con Ari. Sabía que pasaría esto. Mierda, lo supe perfectamente durante todos estos años. Nunca, nunca aceptes favores de tus enemigos.
—Era demasiado tarde entonces, ¿no es cierto? —murmuró Justin. La forma directa en que su padre lo había dicho le dolía en los nervios, le llevó al borde de las lágrimas, una rabia sin objetivos—. Dios, ¿qué podíamos hacer?
—¿Estás seguro de que él está bien?
—No me atreví a preguntarlo. Creo que si Ari supiera algo me lo hubiera dicho. Yo lo organicé todo. Si el número que le di no contesta, los Kruger lo tendrán con ellos hasta que consiga una respuesta.
—¿El número de Merild?
Justin asintió.
—Dios. —Jordan se pasó la mano por el cabello para echarlo hacia atrás y lo miró con desesperación—. Hijo, Merild no podrá enfrentarse a la policía.
—Siempre has dicho, que si algo pasaba... Y siempre has afirmado que era amigo de los Kruger. Y Ari no va a llamar a la policía. Y no va a intentar nada por su cuenta. Me lo prometió. Tengo todos los hilos. En serio, creo que los tengo.
—Estás mucho más seguro de lo que deberías —le espetó Jordan—. Grant está en un lugar que no conocemos, los Kruger podrían tener a la policía en la puerta de la casa, Merild puede estar o no, por Dios, se pasea por todo el continente.
—Bueno, no podía llamarlo y avisarle, ¿no te parece?
Jordan estaba rojo de rabia. Tomó otro trago de vino y el nivel del vaso disminuyó mucho.
—Merild es abogado. Debe sujetarse a una ética.
—También tiene amigos. ¿No es cierto? Muchos amigos.
—No le va a gustar esto.
—Es lo mismo que si fuera yo, ¿no? —De pronto estaba a la defensiva, luchando en retirada—. Grant no es distinto. Merild lo sabe, ¿no? ¿Y dónde está la ética, si entrega a Grant a la policía?
—Tu no tienes mucho que decir al respecto. Si hubieras tenido el sentido común suficiente para irte con él, por Dios.
—¡Él no es nuestro! ¡Pertenece a los laboratorios! Que yo estuviera con él no lo hubiera hecho más legal.
—También eres un menor frente a la ley, y hay circunstancias atenuantes deberías estar fuera de aquí.
—Y entonces ellos lo llevarían a la corte y Dios sabe qué podrían encontrar para acusarnos. ¿No?
Jordan dejó escapar un largo suspiro y levantó la vista por debajo de las cejas.
Justin quería desesperadamente que Jordan dijera que no, que era un error, que había algo... Si lo decía, todo sería posible. Pero Jordan asintió en voz baja, y le destrozó las esperanzas.
—Así que ya está —dijo Justin—. ¿No? Y no tienes que hacer nada hasta que fijemos el trato. Te puedo decir si Ari me causa algún problema. ¿No te parece?
—¿Como has hecho esta vez? —recriminó Jordan.
—Mejor que esta vez. Te lo prometo. ¿De acuerdo?
Jordan levantó el sandwich y no contestó a la pregunta. No era justo. Justin lo sabía. Pero era lo único que tenían.