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Jordan asintió. Tal vez tenía preguntas que hacerle, pero la explicación de Justin parecía cubrirlas todas; el muchacho volvió hacia el umbral de la puerta donde lo esperaba Grant. Apoyó la mano sobre el hombro de su compañero al pasar y se dirigió hacia donde Ari conversaba con Giraud Nye.

Esperó unos segundos hasta que Ari deslizó la mirada sobre él deliberadamente, una llamada silenciosa; parecía estar diciendo algo para despedir a Giraud porque éste también lo miró y se fue.

Ari esperó.

—¿Qué es todo esto de Grant? —preguntó Justin cuando estuvieron frente a frente.

—Lo necesito —replicó Ari—, eso estodo. Es un material genético Especial, es importante para el trabajo que estoy haciendo y lo necesito eso es todo. Nada personal.

—Es personal. —Justin perdió el control de la voz, diecisiete años frente a frente con una mujer tan terrible como su padre. Hubiese querido golpearla. Y no podía hacerlo, nunca. En Reseune Ari podía hacer lo que le diera la gana. A cualquiera. Ya había aprendido eso—. ¿Qué quiere usted? ¿Qué quiere de mí?

—Ya te lo he dicho, no es nada personal. Grant puede trasladar sus cosas y le daré unos días para que se calme. Si trabajas en la misma ala podrás verle.

—¡Le va a aplicar cinta!

—Esa es su labor, ¿verdad? Es un experimental. El paga su mantenimiento con las pruebas.

—Se mantiene con su trabajo como diseñador, maldita sea, no es uno de los sujetos de prueba, es... —Iba a decir mi hermano.

—Lamento que hayas perdido la objetividad en este asunto. Y sugiero que te calmes ahora mismo. Todavía no tienes permiso para manejar un Alfa y no vas a conseguirlo si no eres capaz de controlar mejor tus emociones. Si le has prometido cosas que no puedes cumplir, lo has manejado mal, ¿me comprendes? Tú le has hecho daño, no yo. Sólo Dios sabe qué más le habrás hecho. Ya veo que tú y yo vamos a tener una larga charla sobre lo que es un Alfa, lo que has hecho con él y si puedes tener o no ese permiso. Con la inteligencia no basta, muchacho, hace falta habilidad para pensar más allá de lo que crees y lo que deseas para ti mismo, y ya es hora de que lo aprendas.

—De acuerdo, de acuerdo, haré lo que usted quiera. El también lo hará. Pero déjelo conmigo.

—Cálmate, ¿me oyes? Cálmate. No voy a dejarlo con nadie que esté tal alterado. Y además... —Le dio un golpecito en el pecho—. Estás tratando conmigo, querido, y sabes muy bien que yo siempre consigo lo que quiero. Sabes que siempre pierdes puntos cuando te muestras demasiado a tu oponente, especialmente si se trata de un profesional. Ahora sécate los ojos, tranquilízate, llévate a Grant a casa y ocúpate de que se traiga todo lo que necesita. Sobre todo, cálmate y no lo asustes más de lo que está. ¿Has perdido tu sentido común?

—¡Mierda! ¿Qué quiere usted?

—Ya tengo lo que quiero. Haz lo que te he dicho. Trabajas para mí. Y mañana te mostrarás amable y respetuoso. Ahora, ve y cumple lo que te he ordenado.

—Yo...

Ari se dio la vuelta y se alejó por la puerta que llevaba al área de servicios y al ascensor; Catlin y Florian cerraban el paso a Justin, como azi, sin elección.

—Florian —llamó Ari desde lejos, impaciente, y Florian dejó a Catlin sola para vigilar la puerta, lo cual era peor porque Catlin no tenía escrúpulos y Florian sí; ella le pegaría y muy fuerte si daba un paso más hacia el umbral.

—Váyase, joven ser —advirtió Catlin—. O tendré que arrestarlo.

Él se dio media vuelta con brusquedad y salió por la otra puerta hacia donde le esperaba Grant, pálido y silencioso, testigo de todo.

—Ven —dijo Justin y lo asió por el brazo. Por lo general encontraba una resistencia leve, humana, una tensión en los músculos. Ahora no notó nada. Grant se limitó a seguirlo, caminaba con él hacia donde él lo llevara sin pronunciar una palabra hasta que estuvieron en el vestíbulo y en el ascensor que conducía a las residencias del tercer piso.

—¿Por qué hace esto?

—No lo sé. No lo sé. No te asustes. Todo va a salir bien.

Grant lo miró y una frágil esperanza le golpeó las entrañas cuando el ascensor se detuvo.

Un vestíbulo otra vez y luego, el apartamento que compartían, en una zona residencial muy silenciosa, apenas transitada a esa hora. Justin sacó la tarjeta del bolsillo y la insertó con dificultad en la ranura. Le temblaba la mano. Grant tenía que darse cuenta.

Ninguna entrada desde la última vez que se usó esta llave—dijo la voz suave del monitor.

Las luces se encendieron, ya que así había programado a su Cuidador cuando entraba a esa hora, todas las luces, desde la sala azul y beige al dormitorio.

—Grant está aquí —murmuró Justin y se encendieron las luces del dormitorio de Grant a través del arco, a la izquierda.

—Voy a buscar mis cosas —dijo Grant; el primer signo de dolor, una burbuja en la voz cuando preguntó—: ¿No deberíamos llamar a Jordan?

—Dios. —Justin lo abrazó. Grant se quedó allí, entre sus brazos, temblando espasmódicamente; y Justin estrechó el abrazo, tratando de pensar, de razonar más allá de la situación y de la ley de Reseune, según la cual no podía proteger al azi que había sido como un hermano para él desde que le alcanzaba la memoria.

Grant lo sabía todo, todo lo que Justin sabía. Grant y él eran iguales por completo, excepto por esa maldita X en el número de Grant que lo convertía en propiedad de Reseune mientras viviera.

Ari podía interrogarlo sobre Jordan, sobre todo lo que él supiera o sospechara, aplicarle cinta con una estructura y luego otra, colocar bloqueos en secciones de su memoria, hacer todo lo que quisiera, y no había forma de detenerla.

Era una venganza contra su padre. Era para tener algo con qué dominarlo, a él, que había pasado por su aptitud al ala de Ari y había sido transferido allí, como Grant. Que lo haga, le había dicho Justin a su padre. Que me ponga en su lista de personal. No te enfrentes a ella. Está bien. No puedes buscarte problemas ahora, y tal vez sea un buen lugar para mí.

Porque entonces había pensado que su padre, preocupado por sus planes de conseguir un traslado (otra vez), podía perder demasiado si se enfrentaba a Ari.

Si ella te causa problemas, debes contármelo inmediatamente, le había dicho Jordan con la mayor severidad.

Había tenido problemas. Había tenido más que problemas desde su segundo día de trabajo en esa ala: una entrevista con Ari en su oficina. Ari demasiado cerca y tocándolo de una forma que había empezado siendo amistosa y que se había transformado en un contacto mucho más personal, mientras ella insinuaba con calma que además de sus notas en las pruebas había otras razones por las que había solicitado su traslado a su ala y que él y Grant podían aceptarla, que otros de sus ayudantes lo hacían, y que así funcionaban las cosas con su personal. De lo contrario, había insinuado, ella tenía formas de hacerle la vida muy difícil.

Él había sentido repugnancia y miedo; y aún peor, había comprendido la intención de Ari, la trampa, lentas provocaciones, él mismo como arma contra Jordan, una campaña para empujarlo hacia un incidente que le fuera útil. Así que había seguido con todo cuando ella le ponía las manos encima, y había tartamudeado sus informes mientras Ari se sentaba sobre el brazo de su sillón y le apoyaba la mano en el hombro. Ella le había pedido que fuera a su oficina a horas intempestivas, con la excusa de elaborar informes de personal, le había hecho preguntas, y él había respondido con un murmullo cosas que no quería contar, cosas que ni siquiera quería recordar porque nunca había tenido la oportunidad de hacer las cosas de que ella le hablaba y nunca en su vida había querido hacerlas; y sospechaba que sin cintas, sin drogas, sin nada excepto la propia inocencia de la víctima y su habilidad, Ari estaba retorciendo su vida por completo. Él podía defenderse si perdía la capacidad de impresionarse, si le contestaba, si participaba en el juego.

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