Si hay que creerle, los archivos del Tribunal de Moscú y del Tribunal Revolucionario Supremo «distaban (en 1923) de estar en el orden debido [...]. En muchas de las causas la versión taquigráfica [...] estaba escrita de manera tan ilegible que habría sido preciso suprimir páginas enteras o reconstruirlas de memoria» (¡!), y «en una serie de procesos importantísimos» (entre ellos el alzamiento de los eseristas de izquierda, el caso del almirante Shchastni y el del embajador inglés Lockhart) «no hubo presencia de taquígrafos» (págs. 4 y 5).
Es curioso, porque la condena de los socialistas revolucionarios de izquierda no fue ninguna nadería; después de las revoluciones de Febrero y Octubre, fue el tercer nudo determinante de nuestra historia: el paso a un sistema estatal monopartidista. Y no fueron pocos los fusilamientos. Y sin embargo, no hubo taquígrafos.
En cambio, la «conjura militar» de 1919 «fue liquidada por la Cheká en forma de represión extrajudicial» (pág. 7), «con lo que quedó más que probada su existencia» (pág. 44). (Fueron detenidas en total más de mil personas, [186] 5¿iban acaso a incoarle una causa a cada una de ellas?)
Así pues, ¿cómo va a poder nadie contar de forma ordenada y veraz los procesos judiciales de aquellos años...?
Sin embargo, hemos podido aprender sus principios esenciales. Así, por ejemplo, el supremo acusador nos comunica que el VTsIK estaba facultado para intervenir en cualquier proceso judicial. «El VTsIK tiene derecho ilimitadoa indultar o condenar a muerte,según su propio criterio» (pág. 13, la cursiva es mía. - A.S.). Por ejemplo, una sentencia de seis meses de cárcel podía convertirse en diez años (como comprenderá el lector, para esto no se reunía la plana mayor del VTsIK sino que bastaba con que corrigiera la sentencia en su despacho Sverdlov, pongamos por caso). En esto, explica Krylenko, «nuestro sistema se distingue y aventaja a la errónea teoría de la separación de poderes» (pág. 14), y a la teoría de la independencia del poder judicial. (Exactamente, coreaba Sverdlov: «Menos mal que en nuestro país los poderes legislativo y ejecutivo no están separados por un muro infranqueable, como ocurre en Occidente; así, todos los problemas pueden resolverse con rapidez».Especialmente por teléfono.)
Con mayor franqueza y precisión si cabe expone Krylenko, en sus discursos ante aquellos tribunales, el cometido general de la justicia soviética,en la que el tribunal es «a la vez creador de jurisprudencia (el espaciado es de Krylenko)... e instrumento político » (pág. 3, el espaciado es mío. - A.S.).
Creador de jurisprudencia porque durante cuatro años no existió código alguno: habían derogado la legislación zarista y aún no habían creado una propia. «Y que no me vengan con que nuestro Derecho penal debe atenerse de forma exclusiva a normas escritas existentes. Vivimos inmersos en un proceso de revolución...» (pág. 407). «Nuestros tribunales no serán una especie de tribunales de justicia, en ellos no van a cobrar vida las sutilezas y astucias jurídicas... Estamos creando un Derecho nuevo y unas normas éticas nuevas»(pág. 22, la cursiva es mía. - A.S.). «Por más que se hable de la ley secular del Derecho, de la justicia y demás monsergas,ya sabemos [...] lo caro que nos ha costado todo eso» (pág. 505, la cursiva es mía. - A.S.).
(En realidad, si comparamos la duración de vuestras penas con las de antes, tal vez no os haya salido tan caro. ¿Os lo parece quizá porque la justicia secular tenía más miramientos con el condenado?)
Si las sutilezas jurídicas se han vuelto superfluas es porque ya no hay que esclarecer si el acusado es culpable o inocente: la noción de culpabilidades una noción burguesa y caduca, hoy día abandonada ya (pág. 318).
Así pues, hemos oído de labios del camarada Krylenlco que el tribunal revolucionario no es una especie detribunal de justicia. En otra ocasión le oiremos incluso decir que el tribunal revolucionario no es en realidad ningúntribunal de justicia: «El Tribunal es el instrumento mediante el cual la clase obrera dirige su lucha contra sus enemigos», debe regirse «por los intereses de la Revolución [...] y perseguir los resultados que más convengan a las masas obreras y campesinas» (pág. 73):
Las personas no son personas sino «determinados portadores de determinadas ideas». «Sean cuales sean sus cualidades personales [del acusado], para someterlo a valoración no se debe aplicar sino un criterio: su utilidad desde una perspectiva de clase» (pág. 79).
Es decir, que podrás seguir existiendo sólo si tu vida le parece útil a la clase obrera. «Y si este criterio exige que la espada punitiva caiga sobre la cabeza de los acusados, pierde todo valor cualquier [...] intento de persuasión a través de la palabra» (pág. 81); o sea: los argumentos de los abogados, etcétera. «Nuestro tribunal revolucionario no se guía por artículos del código, ni por el peso de las circunstancias atenuantes; nuestro Tribunal debe regirse por el criterio de utilidad» (pág. 524).
En aquellos años, a muchos les ocurrió que, después de haber vivido años y más años, de repente se enteraron de que su existencia no era útil.
Y es que debemos comprender una cosa: lo que pesa sobre el acusado no es lo que haya hecho, sino lo que podría hacer si no lo fusilan ahora. «No nos protegemos sólo del pasado, sino también del futuro» (pág. 82).
Las declaraciones del camarada Krylenko son claras y universales. Nos aproximan a todo un periodo judicial en todo su relieve. De pronto, los vapores de la primavera han abierto paso a una transparencia otoñal. ¿Ha llegado el momento quizá de detenernos? ¿Está quizá de más hojear proceso tras proceso? A fin de cuentas, no vamos a ver más que todos estos principios aplicados de forma implacable.
Basta con entornar los ojos para imaginarnos la pequeña sala de la audiencia, aún sin molduras de oro. Los miembros del tribunal, amantes de la verdad, visten sencillas guerreras, son flacos, aún no han echado barriga. Y donde se halla la autoridad acusadora(como gusta llamarse a sí mismo Krylenko) vemos a alguien con una chaquetita de paisano y, a través del cuello desabrochado, una camiseta de marinero a rayas blancas y azules.
Miren qué bien habla el supremo acusador: «¡Me interesa la cuestión del hecho!»; «¡Concretice el momento de esa tendencia!»; «Operamos en el plano analítico de la verdad objetiva». De vez en cuando —¡lo que son las cosas!— brilla también un proverbio latino (cierto que siempre es el mismo, proceso tras proceso, y que no se aprende otro hasta al cabo de algunos años). Hay que decir honestamente que en medio de todo el trajín revolucionario, se las arregló para terminar la carrera en dos facultades. Lo que predispone hacia él es que habla de los acusados con el corazón en la mano: «¡Canallas profesionales!». Y jamás se permite una hipocresía. Por ejemplo, si no le gusta la sonrisa del acusado, le espeta de manera amenazadora, antes de que se haya dictado sentencia: «¡A usted, ciudadana Ivánova, con esa sonrisita, pronto sabremos lo que vale, ya encontraremos la forma de que no vuelva a sonreír nunca más!»(pág. 296, la cursiva es mía. - A.S.).
Así pues, ¿manos a la obra?
El proceso contra Russkie Vedomosti* (Noticias rusas). Este juicio, uno de los primeros y más antiguos, fue un proceso contra la palabra. El 24 de marzo de 1918 este conocido «periódico de los profesores» había publicado un artículo de Savínkov titulado «De viaje». Las autoridades de buena gana le habrían echado el guante al propio Savínkov, pero ¿dónde iban a buscarlo si el maldito estaba de viaje?Así que tuvieron que contentarse con clausurar el periódico, sentar en el banquillo de los acusados a su anciano director, P.V. Ye-górov, y pedirle a él las explicaciones: ¿Cómo se había atrevido? Hacía ya cuatro meses que el país había entrado en una Nueva Era, ¡ya era hora de que se fuera acostumbrando!