Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Topamos una vez más con la mala memoria del arrestado: Iván Koméyev ha olvidado el nombre de aquel coronel de la Seguridad del Estado, amigo de Koncordia Iossé (resultó ser una conocida común), que estuvo encerrado con él en el izo-liatorde Vladímir. Este coronel era la viva encarnación del instinto del poder y el de codicia. A principios de 1945, en la época dorada del «botín», pidió el traslado a una unidad de los Órganos (encabezada por el propio Abakúmov) que controlaba el pillaje, es decir, que procuraba arrebatar cuantos más bienes mejor, pero no para el Estado sino para apropiárselos (y no se les daba nada mal). Nuestro héroe rapiñaba por vagones enteros y se construyó varias dachas* (una de ellas en Klin). Después de la guerra vivía tan a lo grande que una vez, tras llegar a la estación de Novosibirsk, mandó que echaran a todos los clientes del restaurante e hizo que les trajeran a él y a sus compañeros de juerga chicas y mujeres, a las que obligó a bailar desnudas encima de las mesas. Pero eso se lo habrían pasado por alto, de no haber infringido también —lo mismo que Kruzhkov— una ley importante: actuó contra los suyos.Aquél había engañado a los órganos, pero éste hizo algo quizá peor: apostó que seduciría no a las esposas de ciudadanos corrientes, sino de sus camaradas chekistas. ¡Eso no se lo perdonaron! ¡Fue encerrado en un izoliatorpolítico por el Artículo 58! Estaba furioso porque habían osado encerrarlo y no dudaba de que cambiarían de parecer. (Es posible que así fuera.)

Así pues, los ribetes azules también pueden dar con sus huesos en prisión, y este fatal destino no es algo tan infrecuente. Y aunque no tienen una auténtica garantía contra ello, por la razón que sea, no escarmientan con las lecciones del pasado. De nuevo, seguramente se deba a su carencia de un raciocinio superior, mientras que el raciocinio inferior les dice: sucede pocas veces, son casos aislados, a mí no me tocará, y además no creo que los nuestros me abandonen.

Efectivamente, los suyos procurarán no dejarlo en la estacada, tienen un acuerdo tácito: si va a estar en la cárcel, al menos, procurarle una situación privilegiada (como hicieron con el coronel I.Y. Vorobiov en la prisión especial de Már-fino; o en la Lubianka con ese mismo V.N. Ilin, del que hemos hablado, durante más de ocho años de condena). Gracias a esta previsora política de casta los que son encarcelados individualmente por sus errores personales no suelen pasarlo mal, lo cual explica la sensación de impunidad que sienten a diario en su trabajo. No obstante, se sabe de algunos casos de delegados operativos enviados a cumplir condena en campos comunes, donde incluso se encontraron con antiguos zeksque habían tenido bajo su férula. Estos sí que lo pasaban mal. (Por ejemplo el óper*Munshin, que odiaba ferozmente a los presos del Artículo 58 y se apoyaba en los delincuentes comunes. Estos mismos presos comunes se cebaron con él hasta que se refugió bajo los catres.) Sin embargo, no disponemos de medios para conocer más detalles y por tanto no nos es posible explicar estos casos.

Los que sí se lo juegan todo son los chekistas que caen en una riada—¡porque también ellos tienen sus riadas propias! La riada es una fuerza de la naturaleza, algo incluso superior a los propios Órganos. Dentro de una riada nadie puede ayudarte porque también podría verse arrastrado al abismo.

Pero en el último instante, si uno dispone de buena información y de un fino olfato de chekista, es posible escapar del alud demostrando no tener ninguna relación con él. Así, el capitán Sayenko (no se trata del carpintero-chekista de Jarkov, famoso en 1918-1919 por fusilar a la gente, traspasar cuerpos con el sable, romper tibias, aplastar cráneos con pesas y provocar quemaduras, [100] 6pero, ¿será quizá algún pariente?) tuvo la debilidad de casarse, por amor, con una empleada del Ferrocarril Chino-Oriental apellidada Kojanskaya. Y de pronto, cuando la ola apenas había empezado a crecer, se enteró de que iban a detener a los del ferrocarril. En aquella época era jefe de la Sección de Operaciones en la GPU de Arján-guelsk. ¿Y saben ustedes qué es lo que hizo sin pérdida de tiempo? ¡Pues encarcelar a su querida esposa!Y ni siquiera como empleada del FCHO sino fabricando una causa contra ella. El no sólo salvó el pellejo, sino que ascendió en el escalafón hasta ser jefe del NKVD en Tomsk. (Otro argumento para un relato, ¡hay tantos aquí! Quizá puedan serle útiles a alguien.)

Las riadas nacían por una enigmática ley de regeneración de los Órganos, un pequeño sacrificio ritual que se ofrecía periódicamente para que quienes quedasen parecieran purificados. Los Órganos debían regenerarse con mayor rapidez con la que crecen y envejecen las generaciones humanas: del mismo modo que el esturión va a morir entre las piedras del río para dejar paso a los alevines, manadas enteras de agentes debían sucumbir con una periodicidad inexorable. Por mucho que para la razón suprema ésta fuera una ley indiscutible, los de azul eran reacios a admitirla o cuanto menos tenerla en cuenta. Mas en vano: cuando sonaba la hora designada por los astros, los reyes y ases de los Órganos, y hasta los propios ministros, no tenían más remedio que depositar la cabeza en su propia guillotina.

Yagoda arrastró consigo una de ésas manadas. Seguramente en ella cayeron muchos de aquellos hombres célebres que suscitan nuestra admiración cuando hablamos del Canal del mar Blanco. Más adelante sus nombres serían tachados de los panegíricos.

El segundo majal llegó poco después, con el efímero Ezhov. En él sucumbieron algunos de los mejores paladines de 1937 (aunque no hay que exagerar: faltó un buen trecho para que se tratara de todos). Al propio Ezhov lo golpearon durante la instrucción hasta dejarlo con un aspecto lamentable. Con estos encarcelamientos quedó huérfano el propio Gulag. Por ejemplo, junto con Ezhov entraron en prisión el jefe del Departamento Financiero del Gulag, el de la Dirección de Sanidad, el de la VOJR, [101] 7e incluso el jefe de la Sección Operativa de la Cheká en el Gulag, ¡el jefe de todos los compadres [102]de todos los campos!

Luego vendría la manada de Beria.

En cuanto al obeso Abakúmov, tan seguro de sí mismo, éste ya había tropezado mucho antes él solo.

Algún día, quienes escriban la historia de los Órganos (si antes no hay quien prenda fuego a los archivos) nos lo contarán paso a paso, nos sorprenderán con cifras y nombres.

Yo sólo voy a contar aquí muy poco, algo que conocí por casualidad sobre la historia de Riumin y Abakúmov. (No voy a repetir lo que ya tuve ocasión de decir en otra de mis obras.) [103] 8

Promocionado por Abakúmov y convertido en miembro de su círculo de colaboradores, a finales de 1952 Riumin comunicó a éste una sensacional noticia: el profesor Étinguer confesaba haber prescrito a Zhdánov y a Scherbakov un tratamiento contraindicado (para asesinarlos). Abakúmov, que conocía los entresijos de la casa, se negó a darle crédito y decidió que Riumin estaba pasándose de la raya. (¡Pero en realidad Riumin percibía mejor que él los deseos de Stalin!) Para asegurarse, aquella misma noche sometieron a Étinguer a un interrogatorio cruzado del que sacaron conclusiones distintas: Abakumov, que no existía ningún «complot de los médicos»,* y Rjumin, que sí existía. El caso debía ser sometido a examen una vez más a la mañana siguiente, pero, a causa de las prodigiosas peculiaridades de la Institución Nocturna, ¡Étinguer murió aquella misma noche!Por la mañana, pasando por encima de Abakumov y sin que éste se enterara, ¡Riumin telefoneó al Comité Central y pidió audiencia con Stalin! (Creo que no fue éste su paso más audaz. Lo audaz —porque con ello se jugaba la cabeza— fue haberse mostrado en desacuerdo con Abakumov la noche antes, o quizás el asesinato nocturno de Étinguer. ¡Pero quién conoce los secretos de la Corte! ¿Y si antes ya se había puesto de acuerdo con Stalin?) Stalin recibió a Riumin, dio luz verde al asunto de los médicos y arrestó a Abakumov. A continuación, Riumin llevó la causa de los médicos con cierta independencia, ¡a despecho incluso de Beria! (Hay indicios de que, poco antes de la muerte de Stalin, Beria ya estaba en la cuerda floja, y es probable que Stalin fuera eliminado por mediación suya.) Uno de los primeros pasos del nuevo gobierno [104]fue abandonar el caso de los médicos. Entonces fue arrestado Riumin (con Beria aún en el poder), ¡pero Abakumov no fue puesto en libertad! En la Lubianka se estableció un nuevo orden de cosas: por primera vez en toda su historia un fiscal (D.P. Térejov) franqueba su puerta. Riumin se mostraba inquieto a la vez que servil («soy inocente, me habéis encerrado sin motivo») y pidió que le tomaran declaración. Siguiendo su costumbre, Riumin chupaba un caramelo, pero a una observación de Térejov, lo escupió en la palma de la mano diciendo: «Disculpe». Por su parte, Abakumov, como ya hemos mencionado, estalló en carcajadas: «¡Me estáis tomando el pelo!», a lo que Térejov respondió mostrándole la autorización que había obtenido para inspeccionar la cárcel interna del MGB. «¡Certificados como éste se pueden hacer quinientos!», contestó Abakumov con un ademán. Era tal su apego a la institución, que lo que más le agraviaba no era estar en la cárcel, sino que atentaran contra los Órganos, que no debían someterse a nada de este mundo.

47
{"b":"143057","o":1}