¿Basta acaso con calificar de horrible esta explosión de atavismo que esquivamente se ha dado en llamar «culto a la personalidad»? ¿Ó que en aquellos mismos años festejáramos el centenario de Pushkin? ¿O que se representaran desvergonzadamente esas mismas obras de teatro de Chéjov, por mucho que ya se hubiera dado respuesta a ellas? ¿Y no es aún más terrible que treinta años después nos digan que no hablemos de esto? ¡Porque recordar el sufrimiento de millones de personas va a desfigurar la perspectiva histórica! ¡Porque si excavamos la esencia de nuestras costumbres, vamos a empañar nuestro progreso material! Recordad mejor los altos hornos encendidos, los trenes de laminación, los canales abiertos..., no, de los canales es mejor que no..., hablad entonces del oro de Kolymá, no, [69]de eso tampoco... ¡Pues claro que se puede hablar de todo! Pero sabiendo encontrar el tono, ensalzando...
Visto así tampoco comprendo por qué condenamos la Inquisición. ¿Acaso, además de las hogueras, no organizaba solemnes ceremonias religiosas? No comprendo por qué sentimos aversión por el régimen de servidumbre. En realidad, el campesino podía trabajar todos los días. Y podía cantar villancicos por Navidad, y las muchachas trenzaban coronas por la Trinidad... [70]
* * *
El carácter excepcional que hoy día la leyenda oral y escrita atribuye al año 1937 se basa en la supuesta creación por aquel entonces de los delitos imaginarios y en la tortura.
Pero esto no es cierto, no es exacto. En diferentes años y décadas, la instrucción de un sumario por el Artículo 58 casi nunca pretendía el esclarecimiento de la verdad, sino que era un procedimiento rutinario y sucio: al hombre recientemente libre, a veces orgulloso y siempre mal preparado, se le doblegaba, se le hacía pasar por un estrecho tubo en el que las lañas ¿el armazón le desgarraban los costados, donde no podía respirar, de modo que ansiara llegar al otro extremo. Pero el otro extremo lo expulsaba ya listo para habitar en el Archipiélago y lo depositaba en la tierra prometida. (Sólo los bobos se resisten obstinadamente: creen que una vez dentro del tubo puede haber también una vuelta atrás.)
Cuanto más se alejan esos años sin constancia escrita, tanto más difícil resulta reunir los dispersos testimonios de los supervivientes. Y éstos nos dicen que la creación de procesos falsos empezó ya en los primeros tiempos de los Órganos, para que fuera perceptible su imprescindible e incesante celo protector, no fuera a ser que con el descenso de enemigos llegara el aciago día en que desapareciera. [71]Como puede verse en el proceso contra Kósyrev, [72] 8la posición de la Cheká ya era endeble a principios de 1919. Leyendo periódicos de 1918, tropecé con un comunicado oficial que daba cuenta del descubrimiento del horrible complot de un grupo de diez hombres que querían (¡de momento sólo querían!)izar al tejado del Hospicio Infantil unos cañones(¡menuda altura!), y bombardear el Kremlin desde allí. Eran diez personas (entre ellas había, quizá, mujeres y adolescentes) y no se sabe cuántos cañones. ¿De dónde sacarían los cañones? ¿De qué calibre eran? ¿Cómo pensaban subirlos por la escalera hasta el desván? ¿Cómo los emplazarían sobre un tejado que hace pendiente? ¿Cómo impedirían que retrocedieran al disparar? Y sin embargo, esta fantasía, que superaba los montajes de 1937, ¡se leía!, ¡se le daba crédito! Igualmente falso fue el «caso Gumiliov» en 1921. [73] 9Aquel mismo año, la Cheká de Riazán montó un caso falso sobre un «complot» de la intelectualidad local (pero las protestas de unos valientes pudieron llegar a Moscú, y se cerró el caso). En ese mismo año 1921 fusilaron a todos los miembros del «Comité Sapropel»* adscrito a la Comisión de Protección de la Naturaleza. Por poco que uno conozca la manera de ser y el talante de los círculos científicos rusos de aquel tiempo —y si no miramos hacia aquellos años a través de una cortina de fanatismo— seguramente podremos imaginar, sin escarbar demasiado, qué había detrás de ese proceso.
El 13 de noviembre de 1920, en una carta a la Cheká, Dzerzhinski alude a que ésta «a menudo da curso a declaraciones calumniosas».
He aquí lo que recuerda E. Doyarenko de 1921: sala de ingresos de la Lubianka, 40-50 catres, toda la noche traen mujeres y más mujeres. Nadie sabe de qué se las acusa, la impresión general es que las han detenido sin motivo. En toda la celda sólo hay una mujer que lo sabe: por eserista. Primera pregunta de Yagoda: «Así pues, ¿por qué has venido a parar aquí?». Es decir: dínoslo tú misma, ¡ayúdanos a condenarte! ¡Y cuentan exactamente lo mismo de la GPU de Riazán en 1930! Total sensación de que están encarcelados sin motivo. Hasta tal punto les faltaban motivos que a I.D.T. le acusaron-de apellido falso. (Y aunque éste era auténtico, le cayeron tres años por el Artículo 58-10 gracias a la OSO.) Cuando no sabía por dónde agarrarte, el juez de instrucción te preguntaba: «¿Cuál es su trabajo?», «Economista». «Escriba una nota explicando la planificación en su fábrica y cómo se realiza. Luego sabrá por qué le han arrestado.» (En la nota ya encontraría algún cabo suelto.)
¿No nos han acostumbrado, al cabo de tantas décadas, a que nadie vuelve de allí?Excepto el breve y premeditado movimiento de retroceso de 1939, sólo pueden oírse contadísimos testimonios aislados sobre la puesta en libertad de un hombre a resultas de la instrucción. Y además, a ése lo volvían a encarcelar al poco tiempo, o bien lo soltaban de verdad, pero para vigilarlo. Así se abrió la tradición de que los Órganos jamás cometían errores. Entonces, ¿cómo puede ser que encarcelaran a inocentes?
El Diccionario Razonado de Dal establece la siguiente distinción: «la diligencia previadifiere de la instrucción del sumarioen que ésta se lleva a cabo con anterioridad para asegurarse de que existe fundamento para proceder a la instrucción».
¡Bendita inocencia! ¡Los Órganos nunca supieron de diligencias previas! Las listas recibidas de arriba, una primera sospecha, la denuncia de un confidente, o incluso anónima, [74] 0acarreaban la detención y luego la inevitable acusación. El tiempo destinado a la instrucción no se dedicaba a esclarecer el delito sino, en el noventa y cinco por ciento de los casos, a cansar, agotar y extenuar al acusado, hasta hacerle desear incluso que le cortaran la cabeza de un hachazo con tal de terminar cuanto antes.
En 1919 el principal método del juez de instrucción ya era poner su pistola sobre la mesa.
Ello sucedía tanto en la instrucción sumarial por delitos «políticos» como «económicos». En el proceso de la Dirección Central del Combustible (1921), la acusada Majróvskaya formuló una queja porque durante la instrucción del sumario la habían obligado a tomar cocaína. El fiscal lo rebatió: «Si hubiera declarado que la habían tratado groseramente, que la habían amenazado con fusilarla,mal que bien, aún habría sido posible creerlo con reservas». [75] 1 La pistola amenazadora sobre la mesa, a veces apuntando al detenido, y el juez sin tomarse la molestia siquiera de inventar un delito: «Dímelo tú, ¡lo sabes de sobra!». Así lo exigía en 1923 el juez Jaikin a Skrípnikova, así se lo exigían en 1929 a Vitkovski. Un cuarto de siglo después nada había cambiado. En 1952, a esta misma Anna Skrípnikova, que iba ya por su quintacondena, el jefe del departamento de investigación del Ministerio de la Seguridad del Estado en Ord-zhonikidze, Sivakov, le dijo: «El médico de la cárcel nos ha informado de que estás a 24/12 de tensión. Aún me parece poco, canalla (la mujer tenía más de cincuenta años), te haremos llegar a treinta y cuatro para que revientes, víbora, sin moretones, sin golpes, sin fracturas. ¡Nos basta con no dejarte dormir!». Y si ya de día, en su celda después de una noche de interrogatorios, Skrípnikova cerraba los ojos, irrumpía el carcelero rugiendo: «¡Abre los ojos o te saco del catre por los pies y te ato de pie a la pared!».