Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Estas divergencias hicieron que de la Unión de Activistas Sociales se escindiera en el verano de 1918 un Centro Nacional. Éste era en esencia un simple círculo de opinión ferozmente aliadófilo, compuesto por kadetés, que temían más que al fuego reconstituirse en partido político y desafiar la tajante prohibición bolchevique. Este círculo no tuvo otra actividad que unas asambleas encubiertas en el instituto del profesor Kolt-sov. De vez en cuando enviaban a alguno de sus miembros a Kubán para recoger información, pero al llegar ahí se desvanecían y parecían olvidarse de sus compañeros de Moscú. (Hay que decir también que los aliados no mostraron más que un débil interés por el Ejército Voluntario.) Pero en lo que más concentró sus esfuerzos el Centro Nacional fue en la pacífica elaboración de proyectos de ley para la futura Rusia.

Al mismo tiempo que se fundaba el Centro Nacional, se había fundado, más a Ja izquierda, la Unión del Renacimiento (formada básicamente por eseristas, reacios a unirse a los kadetés: volvían a surgir las tendencias e ideas propias de los partidos políticos), que se proponía luchar tanto contra los alemanes como contra los bolcheviques. Pero como les parecía imposible organizar esta lucha en territorio bolchevique, se limitaron a enviar emisarios al sur. Sin embargo, cuando llegaban a los distritos dominados por el Ejército Voluntario,* eran rechazados por el espíritu reaccionario de dichas tropas.

En la primavera de 1919 las tres organizaciones —la Unión de Activistas Sociales (reducida ahora a Consejo), el Centro Nacional y la Unión del Renacimiento—, sofocadas por el aire enrarecido del comunismo de guerra,* decidieron mantener una coordinación sistemática, y para ello designaron a dos hombres cada una. El sexteto se reunió algunas veces en el curso de 1919 y posteriormente quedó paralizado hasta dejar de existir. Las detenciones de estos hombres no empezaron hasta 1920, y fue entonces, durante la instrucción del sumario, cuando el sexteto recibió el pomposo nombre de «Centro Táctico».

Las detenciones se debieron a la denuncia de un anodino miembro del «Centro Nacional», N.N. Vinogradski, que más tarde continuó desempeñando una fructífera labor como «clueca» en la celda de la Sección Especial. Por ella pasaron muchos de sus compañeros, los cuales, con la ingenuidad propia de aquellos años dignos de un Krylov, contaban abiertamente entre sus cuatro paredes lo que pretendían ocultar a los jueces de instrucción.

El conocido historiador ruso S.P. Melgunov, que se encontraba entre los detenidos y era uno de los más importantes (como integrante del sexteto), escribió, ya desde el exilio y muy a su pesar, sus memorias sobre el proceso, notas que quizá nunca hubiera escrito de no haberse publicado el libro de Krylenko con ese impetuoso discurso acusador. [190] 9Airado consigo mismo y con sus compañeros de banquillo, Melgunov nos describe el conocido cuadro de la instrucción judicial soviética: la acusación no disponía de ninguna prueba, «en el sumario no figuraba ningún documento. Todos los argumentos de la acusación salieron de las declaraciones de los propios acusados... Durante la instrucción previa, ninguno de los futuros acusados mantuvo la táctica del silencio... Me parecía que si me negaba a hablar por principio estaba comprometiendo sin necesidad mi propia suerte y quizá la de los demás... Cuando se está ante la posibilidad del paredón no siempre se piensa en la Historia».

El Libro Rojo de la Vecheká(tomo II, Moscú. 1922) cita textualmente muchas declaraciones de los acusados, y éstas, ay, son deplorables.

Sin ánimo de mostrarse irónico, Melgunov reprocha al juez de instrucción Yákov Agránov (el que los hizo pasar a todos por el aro) el engañoque usó con él y con los demás acusados, su hábil forma de tomarle el pelo, que él considera «el más bajo ultraje que podía haberme hecho», algo peor, según dice, que cualquier presión física. Y Melgunov, un historiador que más tarde analizaría con tanta perspicacia numerosas figuras de la Revolución, se dejó echar el lazo: confirmó que eran miembros de la Unión del Renacimiento una serie de personas cuya supuesta confesión por escrito le dieron a leer. Y acto seguido empezó a hacer «unas declaraciones más o menos hilvanadas» casi en forma de relato, sin ceñirse a las preguntas del juez. (Estas declaraciones dejaron atónitos y desmoralizados a sus compañeros cuando les fueron mostradas: parecía que tuviera unas ganas incontenibles de contarlo todo, sin necesidad de que se lo sonsacaran.)

Agránov consiguió que todos «picaran» diciéndoles también que aquello era «agua pasada», que todos estos centros ya no se reunían desde hacía tiempo, y que por lo tanto los acusados no corrían ningún peligro, que si la Cheká quería esclarecer el caso era sólo por su interés histórico. Yákov Saúlovich, el juez instructor, sedujo a muchos con su amabilidad, pero a otros les planteaba de modo abrupto la igualdad «régimen soviético = Rusia», y añadía que era un crimen luchar contra el primero si se amaba a la segunda. Y de este modo obtuvo de algunos unas declaraciones humillantes y serviles. (En parte, el artículo de Kotliarevski que hemos reseñado a pie de página trata de la instrucción de un detenido por orden de Agránov.)

¿Y qué pasó ante el tribunal? Escuchemos a Melgunov: «La tradición revolucionaria [de la intelectualidad] exigía este heroísmo, pero no había en mi alma el ardor necesario. Convertir el juicio en una demostración de protesta habría significado agravar no sólo mi propia situación, sino también la de los demás».

Ya ven con qué facilidad mordía el anzuelo de la Cheká, se rendía y perecía la intelectualidad rusa, otrora tan amante de la libertad, tan intransigente, tan inflexible... cuando los zares, cuando nadie la emprendía con ella.

Otro éxito de Agránov, aun más fulgurante y terrible, fue el «caso Tagántsev» de 1921 (aunque no tiene relación con este capítulo, pues no hubo juicio ) .El profesor Tagántsev se mantuvo heroicamente callado durante cuarenta y cinco días de interrogatorios. Pero después, Agránov lo convenció para que firmara el siguiente pacto:

«Yo, Tagántsev, me comprometo conscientemente a prestar declaración sobre nuestra organización sin ocultar nada [...], ni ninguna persona que haya tomado parte en dicho grupo,en el bien entendido de que con ello aliviaré la suerte de todos los encausados.

»Yo, Yákov Saúlovich Agránov, delegado de la Vecheká, con la ayuda del ciudadano Tagántsev me comprometo a poner fin con prontitud a la instrucción sumarial y, una vez concluida la misma, hacer que el sumario sea visto en juicio público . . . Doy mi palabra de que ninguno de los acusados será condenado a la pena suprema».

Resultado del caso Tagántsev: 87 personas fusiladas por la Cheká.

Así salía el sol de nuestra libertad. Así fue creciendo, traviesa y bien cebada nuestra Ley, hija de Octubre.

Pero hoy ya lo hemos olvidado todo por completo.

9. La adolescencia de la ley

Nuestro esbozo se ha alargado demasiado. Y sin embargo puede decirse que ni siquiera hemos empezado. Los procesos más importantes y célebres están aún por llegar. Pero ya han empezado a perfilarse unas lineas maestras.

103
{"b":"143057","o":1}