En los años siguientes empezó a decaer;
el Budismo se arraigó. Un médium introdujo fraudulentamente 640
pálidas jaleas y una mandolina flotante.
Fra Karamazof se deslizó en algunas clases
murmurando su inepto Todo está permitido ;
y para satisfacer el deseo de pez del seno materno
una escuela de freudianos bajó a la tumba.
Esta insípida aventura me ayudó en cierto sentido.
Aprendí lo que había que ignorar en mi estudio
del abismo de la muerte. Y cuando perdimos a nuestra hija
yo sabía que no habría nada: ningún supuesto
espíritu tocaría en mi teclado de madera seca 650
para deletrear su apodo; ningún fantasma
se levantaría graciosamente para acogernos, a ti y a mí,
en el sombrío jardín, cerca del nogal.
"¿Qué es ese curioso crujido… lo oyes?"
"Es el postigo de la escalera, querida."
"Si no duermes, encendamos la luz.
¡Detesto ese viento! Juguemos un poco al ajedrez." "De acuerdo."
"Estoy segura de que no es el postigo. Mira… otra vez."
"Es el zarcillo de una planta que golpea contra el vidrio."
"¿Qué es lo que se ha deslizado por el tejado con ese ruido sordo?" 660
"Es el viejo invierno que rueda en el barro."
"¿Y ahora, qué haré? Mi caballo está clavado."
¿Quién deambula tan tarde en la noche y el viento?
Es la pena del escritor. Es el salvaje
viento de marzo. Es el padre y su hijo.
Después vinieron minutos, horas, al fin días enteros,
en que ella estuvo ausente de nuestros pensamientos, tan rápida
corría la vida, vellosa oruga.
Fuimos a Italia. Tendidos al sol
en una playa blanca con otros norteamericanos 670
rosados o morenos. Volvimos en avión a nuestra pequeña ciudad.
Supe que mi serie de ensayos El hipocampo
bravío era "universalmente aclamado".
(Se vendieron trescientos ejemplares en un año.)
De nuevo empezaron los cursos, y en las laderas de las colinas
surcadas de caminos lejanos, se veía la corriente continua
de los faros de los coches volviendo todos al sueño
de la educación universitaria. Seguiste
traduciendo a Marvell y a Donne al francés.
Fue un año de tormentas: el ciclón Lolita 680
sopló de Florida a Maine.
Marzo resplandeció. Se casaron shahs. Rusos sombríos espiaban.
Lang hizo tu retrato. Y una noche morí.
El Crashaw Club me había pagado para que explicara
por qué la Poesía tiene Sentido para Nosotros.
Pronuncié mi sermón, aburrido pero breve.
Cuando me iba con cierta prisa, para evitar
el llamado "momento de las preguntas" del final,
uno de esos individuos atrabiliarios que van
a esas charlas sólo para decir que no están de acuerdo, 690
se levantó y me señaló con la pipa.
Y entonces se produjo -el ataque, el trance
o una de mis viejas crisis-. Había por casualidad
un médico en la primera fila. A sus pies
oportunamente caí. Mi corazón había dejado de latir,
parece, y pasaron varios momentos
antes de que palpitara y continuara penosamente
hacia un destino más concluyente. Préstenme ahora
toda su atención.
No puedo decirles cómo
lo supe… pero yo sabía que había cruzado 700